19 Octubre 2020 - Violeta Aguado Delgado
Manos de mujeres de tres generaciones
amasando la vida en el medio rural
Somos las hijas de los campos amarillos de Castilla. Nietas de las campesinas que alimentaron este país durante décadas. Nacimos en el granero de España pero sentimos que lo hicimos en el tiempo equivocado. Nuestras abuelas aún nos hablan de la fiesta de la trilla, de la vendimia y del salón de baile que se llenaba los domingos por la tarde. Pero cuando nosotras llegamos en nuestros pueblos sólo quedaba el rastro de una cultura arrasada, el vacío de las calles sin gentes, el horizonte infinito en el que reposar la mirada. Somos las herederas de un patrimonio hermoso pero vacío y eso no es justo.
Fuimos educadas para querer salir de aquí, para rechazar la identidad de nuestros pueblos, para abrazar un progreso disfrazado de títulos universitarios, empleos reconocidos, ocio y universos digitales. Eso era “caminar hacia delante”. Pero salir del lugar donde una nace no debería significar siempre caminar hacia adelante. “Dentro de nuestro vacío sólo queda en pie el orgullo” decía Evaristo Páramos en una de sus canciones, pero en nuestro vacío, un vacío demográfico que trajo otros tipos de vacío, no quedó en pie ningún orgullo: si ante el progreso arrasador nuestros antepasados se escondieron debajo de sus boinas, nosotras nos escondimos bajo el abrazo de las ciudades, donde pretendíamos olvidar el lugar del que veníamos, pero no conseguimos hacerlo.
Y es que la gran ciudad es un lugar inhóspito para quien ha vivido la infancia en la calle, para quien ha crecido con la sensación de que en un pueblo todas te cuidan y se saben tu nombre. Aún recuerdo la primera vez que me monté en el metro de Madrid y vi a un hombre pidiendo limosna entre los vagones. Mientras las personas apartaban la mirada yo me acordaba de mi abuela que siempre ponía un plato de más en la mesa dignificando la vida de todxs. Porque la sororidad, ya existía entre las vecinas de mi pueblo antes incluso de que aprendiésemos esa palabra. El marido de la señora Matilde, la más pobre del lugar, se cortaba las camisas para que ella se las remendara una y otra vez. Cuando Matilde no podía más acudía al refugio de la señora Gerasima, mi bisabuela, y en silencio, ellas se cuidaban. Hijas de los campoS amarillos de Castilla
Las mujeres del medio rural llevan siglos cuidando de la vida y de los territorios, siempre en un segundo plano, siempre invisibles aunque estén ahí. Son las que “tienen tiempo para todo» como relata la escritora María Sánchez en su novela Tierra de mujeres: son las que preparan a los hijos para ir a la escuela, las que cocinan y dejan la casa limpia, las que bajan al huerto y cuidan de las gallinas, las que arreglan a los suyos (a los vivos y a los muertos), las que trabajan en el campo sin ser dueñas de la tierra, son mujeres como nuestras madres o nuestras abuelas, o como las señoras de nuestros pueblos, las que te dicen “¿y tú de quién eres?”. Esas que se alegran de verte, de que tengas trabajo y de que salieras del pueblo para ser una mujer independiente, cuando ellas han tenido que callar y callar tanto (Sánchez, M. (2019). Tierra de Mujeres. Seix Barral).
(...).................................
PERROFLAUTAS DEL MUNDO: El franquismo y la transición en España, de Damián A. González
No hay comentarios:
Publicar un comentario