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La psicóloga estadounidense denunció en 'La mística de la feminidad' que el estereotipo machista impuesto en los cincuenta las llevó a la autodestrucción. Al no poder realizarse profesionalmente, padecían el "problema que no tiene nombre", cuyos síntomas eran la ansiedad, el insomnio, el alcoholismo, el desmedido deseo sexual, la neurosis y el suicidio.
Betty Goldstein (Peoria, 1921 - Washington, 2006) tendría que sufrir en carne propia ese encierro en una jaula de oro para percibir la insatisfacción que sufrían tantas mujeres en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, cuando —después de haber logrado estudiar e insertarse en el mercado laboral— se implantó el rol de la mujer hogareña y complaciente. Así, tras graduarse en Psicología, renunció a una beca en Berkeley para satisfacer a su novio. Y, poco después, dejó su trabajo como periodista en Nueva York cuando se mudó a un barrio residencial tras casarse con un director teatral.
Su madre vivió amargada desde que había dejado de escribir en las páginas de sociedad de un periódico tras contraer matrimonio, pero ella era pequeña y no se dio cuenta de la frustración que atenazaba a Miriam Horwitz, una judía de ascendencia húngara casada con Harry Goldstein, propietario de una joyería en Peoria (Illinois). La aparente imagen idílica de una ama de casa rodeada de críos, preparando la cena y con una sonrisa permanente a la espera de que su esposo entrase por la puerta no solo era falsa, sino que encerraba un mal al que aquella niña pondría nombre con los años.
Aquella estudiante portentosa se había convertido en una ama de casa, pero esas tres experiencias la llevaron a desarrollar una teoría sobre la causa de que las mujeres de clase media, como podía ser ella misma, eran carcomidas por la soledad y la depresión. Si bien seguía colaborando en prensa, un artículo sobre ese estado anímico fue rechazado por la revista Good Housekeeping [Buen cuidado de la casa], aunque luego supondría el empujón definitivo para que escribiese La mística de la feminidad (1963), que obtendría el Premio Pulitzer y cuarenta años después alcanzaría unas ventas de tres millones de ejemplares.
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