http://elpais.com/elpais/2017/05/29/ciencia/1496054130_442971.html
La ecóloga marina Maite Vázquez
está conmocionada. Acaba de regresar de una campaña de investigación en
el archipiélago de Cabrera, en Islas Baleares. El paraje fue declarado
Parque Nacional por esconder los fondos marinos mejor conservados de las
costas españolas. Una de sus joyas era la nacra,
uno de los moluscos bivalvos más grandes del mundo, tras la almeja
gigante. Similares a descomunales mejillones, las nacras alcanzan los
120 centímetros de longitud. Solo se encuentran en el Mediterráneo y,
como llegan a vivir casi 30 años, los submarinistas habituales casi las
conocen con nombre y apellidos.
“No hemos hallado ningún ejemplar vivo”, alerta Vázquez, del Centro Oceanográfico de Baleares. Antes, en la zona se contaban 38 nacras monumentales por cada 100 metros cuadrados. La alarma no ha sonado solo en Cabrera. En septiembre del año pasado empezó a detectarse la muerte generalizada de las nacras en el litoral de Andalucía, Región de Murcia, Comunidad Valenciana e Islas Baleares. La mortalidad llega prácticamente al 100% en todas partes hasta las costas catalanas, el actual límite de la peste. “Ya podemos hablar de catástrofe natural”, sentencia la ecóloga.
Durante meses, los expertos asistieron impotentes al misterioso
exterminio. Ahora, creen saber quién es el culpable: un protozoo
haplosporidio, un parásito de una sola célula que libera sus esporas en
la glándula digestiva de las nacras hasta que estas no pueden
alimentarse y mueren de hambre. El fondo marino está lleno de
gigantescos cadáveres del molusco.
La nacra se consideraba “vulnerable” en el Catálogo Español de Especies Amenazadas, pero en marzo se acordó declararla “en peligro de extinción” y ahora se tramita su “situación crítica”, según confirma un portavoz del Ministerio de Medio Ambiente. “Esta declaración tendrá como consecuencia que las obras y proyectos encaminados a la recuperación de esta especie tendrán la consideración de interés general y su tramitación tendrá carácter de urgencia”, explica la misma fuente.
La oceanógrafa Susana Darriba, del Instituto Tecnológico para el Control del Medio Marino de Galicia, vio nacras por primera vez el 3 de noviembre de 2016. Habituada a analizar mejillones, almejas y berberechos gallegos, a su laboratorio de Vilagarcía de Arousa (Pontevedra) llegaron cuatro enormes ejemplares de nacra, enviados por las autoridades de la Comunidad Valenciana. “Tres de ellas presentaban una infección impresionante, sistémica”, recuerda Darriba. Su descubrimiento del parásito se acaba de publicar en la revista especializada Journal of Invertebrate Pathology. Otro laboratorio, del Gobierno balear, confirma el hallazgo en otras nacras.
El Ministerio considera ahora “prioritario” encontrar ejemplares
vivos del molusco en las zonas devastadas por el parásito, para intentar
llevar a cabo programas de cría en cautividad de individuos
resistentes, para su reintroducción a largo plazo. La tarea no va a ser
sencilla. “Estamos alarmados por la extensión geográfica. No hay
precedentes. Te sientes espectadora de la extinción de una especie”,
explica Vázquez. Las autoridades han alertado de la emergencia a los
países vecinos, para que vigilen sus poblaciones de nacras.
El origen del parásito, por el momento, se desconoce. “Posiblemente se trate de una especie desconocida. Puede que por cambios ambientales se haya activado y ahora produzca esporas”, hipotetiza Darriba. La oceanógrafa también plantea que el parásito pudo llegar en aguas de lastre, con las que se recargan barcos vacíos para estabilizarlos. La propagación de especies invasoras en aguas de lastre procedentes de otro punto del planeta es un problema desde hace 120 años, cuando se desarrollaron los buques con casco de acero. La globalización del comercio ha agravado el problema.
Jiménez recuerda que, en las décadas de 1970 y 1980, los habitantes de la isla de Tabarca, frente a la ciudad de Alicante, extraían las nacras del océano para usar sus espectaculares conchas como adornos o como ceniceros. El litoral quedó esquilmado. Pero cuando se creó la Reserva Marina de la Isla de Tabarca, en 1986, la especie regresó y volvió a colonizar la zona.
La extinción de la nacra supone la desaparición de un gran filtrador de las aguas del Mediterráneo, que además actuaba como un pequeño arrecife que daba soporte a 80 especies diferentes, según destaca Jiménez. En el Imperio Romano, señala, ya se empleaban los sedosos filamentos de la nacra para elaborar “seda del mar”, un tejido muy apreciado. Si el nuevo parásito sigue avanzando, los restos de seda y los ceniceros serán el único recuerdo de la especie, símbolo del Mediterráneo.
“No hemos hallado ningún ejemplar vivo”, alerta Vázquez, del Centro Oceanográfico de Baleares. Antes, en la zona se contaban 38 nacras monumentales por cada 100 metros cuadrados. La alarma no ha sonado solo en Cabrera. En septiembre del año pasado empezó a detectarse la muerte generalizada de las nacras en el litoral de Andalucía, Región de Murcia, Comunidad Valenciana e Islas Baleares. La mortalidad llega prácticamente al 100% en todas partes hasta las costas catalanas, el actual límite de la peste. “Ya podemos hablar de catástrofe natural”, sentencia la ecóloga.
Un parásito de una sola célula, de origen
desconocido, libera sus esporas en la glándula digestiva de las nacras
hasta que mueren de hambre
La nacra se consideraba “vulnerable” en el Catálogo Español de Especies Amenazadas, pero en marzo se acordó declararla “en peligro de extinción” y ahora se tramita su “situación crítica”, según confirma un portavoz del Ministerio de Medio Ambiente. “Esta declaración tendrá como consecuencia que las obras y proyectos encaminados a la recuperación de esta especie tendrán la consideración de interés general y su tramitación tendrá carácter de urgencia”, explica la misma fuente.
La oceanógrafa Susana Darriba, del Instituto Tecnológico para el Control del Medio Marino de Galicia, vio nacras por primera vez el 3 de noviembre de 2016. Habituada a analizar mejillones, almejas y berberechos gallegos, a su laboratorio de Vilagarcía de Arousa (Pontevedra) llegaron cuatro enormes ejemplares de nacra, enviados por las autoridades de la Comunidad Valenciana. “Tres de ellas presentaban una infección impresionante, sistémica”, recuerda Darriba. Su descubrimiento del parásito se acaba de publicar en la revista especializada Journal of Invertebrate Pathology. Otro laboratorio, del Gobierno balear, confirma el hallazgo en otras nacras.
El Ministerio de Medio Ambiente va a declarar la especie "en peligro crítico de extinción"
El origen del parásito, por el momento, se desconoce. “Posiblemente se trate de una especie desconocida. Puede que por cambios ambientales se haya activado y ahora produzca esporas”, hipotetiza Darriba. La oceanógrafa también plantea que el parásito pudo llegar en aguas de lastre, con las que se recargan barcos vacíos para estabilizarlos. La propagación de especies invasoras en aguas de lastre procedentes de otro punto del planeta es un problema desde hace 120 años, cuando se desarrollaron los buques con casco de acero. La globalización del comercio ha agravado el problema.
Usadas como cenicero
“Es difícil encontrar una nacra viva en todo Alicante. Entre finales de septiembre y principios de octubre, murió casi el 100%. Es un auténtico desastre”, advierte el biólogo marino Santiago Jiménez, del valenciano Instituto de Ecología Litoral. El investigador desconfía del plan para criar en cautividad nacras con el fin de liberarlas en el mar. “La única solución es que, poco a poco, se vaya repoblando el fondo marino de forma natural”, opina.Jiménez recuerda que, en las décadas de 1970 y 1980, los habitantes de la isla de Tabarca, frente a la ciudad de Alicante, extraían las nacras del océano para usar sus espectaculares conchas como adornos o como ceniceros. El litoral quedó esquilmado. Pero cuando se creó la Reserva Marina de la Isla de Tabarca, en 1986, la especie regresó y volvió a colonizar la zona.
La extinción de la nacra supone la desaparición de un gran filtrador de las aguas del Mediterráneo, que además actuaba como un pequeño arrecife que daba soporte a 80 especies diferentes, según destaca Jiménez. En el Imperio Romano, señala, ya se empleaban los sedosos filamentos de la nacra para elaborar “seda del mar”, un tejido muy apreciado. Si el nuevo parásito sigue avanzando, los restos de seda y los ceniceros serán el único recuerdo de la especie, símbolo del Mediterráneo.
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