Arantza Guinea 15/7/21
No temo la mirada displicente
ni la inoportuna y sombría zancadilla
de aquella que descubre su alma miserable.
No temo el revés inmisericorde
ni la traidora puñalada homicida
de aquel que por otro amor se pierde.
No temo la palabra más hiriente
ni la apresurada y alocada despedida
de quien se escapa de sus sueños sin equipaje.
No temo los reveses que sufre un alma razonable
ni la incomprensión de un juicio que no cesa
de aquel que disimula, hurta y miente.
No temo, el silencio me protege,
pues la vida me inyectó la bacteria más prudente
el corazón aguanta y apenas se resiente.
A.G.
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