Fernando Broncano R 15/9/21
Hoy sale ya al público Existiríamos el mar de Belén Gopegui, que solo he podido hojear aún rápidamente. Un relato de gente normal que existe entre búsquedas de trabajo, en pequeños apartamentos, que se enamora y ayuda, que hace mundo sin hacer daño. Una de las novelas más poéticas y esperanzadoras de Belén Gopegui, en la misma línea utópica (el mar) que El comité de la noche.
Os dejo aquí un hermoso fragmento:
"Ha llamado al primero la chapuza vital. Es el primero pues lo contiene todo. Afecta a lo que no funciona desde el principio, no por la voluntad deliberada de seres humanos concretos, sino porque la vida es finita, incompleta y grotescamente chapucera: los materiales que tan bien pensados parecían, se estropean; los temperamentos se impacientan a menudo sin pensar, sin aguardar, sin comprender; la fuerza se desmanda, a la razón le pierde la soberbia, la mezquindad se impone un día sobre lo magnánimo, sucede el accidente, la enfermedad, el frío exterior y el interior, la muerte inesperada y la esperada, y el pesar hunde los corazones. Amor o miedo, apetito o dolor o melancolía, todo tiene muescas. La vida no es siempre diligente. Lo ideal necesita de la materia para ejercerse y la materia tiene sus quebraduras, los cuerpos envejecen, tosen, los ánimos oscilan, la superficie de los hechos es rugosa madera sin lijar. El tiempo huye, las ramas de los almendros florecen y se secan, se quiebran o dan fruto, y no hay un estado que sea el verdadero y otro sobre el que pueda pasarse de puntillas, todos cuentan en el viaje de la vida hacia la muerte. La chapuza vital reúne, por ejemplo, las cosas que hubieran sido necesarias pero que no llegan a saberse a tiempo. No es una posición, como un cero o un uno, como el interruptor que deja o impide pasar la luz. La chapuza vital está siempre presente. Aunque hay momentos perfectos, se diría, circunferencias plenas de exactitud, tonadas que parecen remontar el ánimo a los cielos, aquella perfección es, precisamente, memoria de lo efímero, y pensar lo contrario comporta engaño, mientras que conocer la chapuza permite edificar con mayor firmeza recintos, habitáculos, de pasajeras perfecciones y alegrías. La chapuza vital no es la injusticia, pues la primera seguiría existiendo si fueran justas todas las leyes y las instituciones las hiciesen cumplir, y fueran justas las relaciones entre los seres. El segundo estado, al que la voz ha llamado el impulso de la justicia, no surge para eliminar la chapuza, y es que no hay modo de hacerlo; surge para que sus consecuencias puedan aliviarse, no aplasten: trae el deseo de que no quede nadie a solas, sin amparo. El impulso de la justicia avanza y retrocede, pierde fuerza; aunque no se extingue, puede ser derribado y entonces ha de pasar el tiempo hasta que se restablece y se levanta. No es perfecto, pertenece a este mundo y reúne también los ciclos inexactos, la sequía, lluvias torrenciales, la expresión de quien no acepta y canta mientras aprende junto con otras: no soy hoja que el viento lleve por donde quiera, si quieres detenerme tendrás que golpear. Como no hay dos sin tres, junto con la chapuza vital y la justicia, la voz percibe la llamada de lo lejano. Ulula, no cuenta nada pero lo evoca todo. Se puede confundir con el canto de las sirenas en la mitología, pero no es igual. No siempre atrae hacia el peligro, a menudo solo provoca desconcierto. Ni quiere siempre lo contrario, la escapatoria, el deseo de apartarse en pos de un lugar con horizonte donde el temor se vaya. En ocasiones puede ofrecer salidas, guiar hacia el portazo al corazón que huye en busca de otro paisaje y otros hábitos, o de un experimento vital. Porque la vida debería ser otra cosa. Porque a veces se necesita que esta vida concreta sea otra cosa. El cuerpo se levanta, respira y, sin embargo, no puede con su estrella: baila pero, a veces, no sabe por qué baila ni por quién. Y la llamada de lo lejano insinúa lugares donde no haría falta una tregua, lugares que son la tregua."
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