Amelia Díaz Benlliure 15/11/21
Prometí que lo intentaría,que mantendría la firmezay la elasticidad del junco.
Que sería siempre
su compañera de juegos.
Su mirada redonda e indagadora
me decía:
«no te hagas vieja, no te hagas vieja»
(en los días atrevidos susurraba:
«no te mueras nunca»).
Y yo
le prometí que lo intentaría.
Que siempre sería norte,
mano agarrada a la suya,
sol en su sonrisa.
Pero falté a la promesa
y envejecí
y me arrugué
y me cansé
de jugar a las muñecas
mientras ella se cansaba
de ser mi niña.
Y, ahora, esa mujer hermosa
que vive en el cuerpo de mi hija
mira este cuerpo marchito
sorprendida
de que haya roto el contrato
y me desgaste la vida.
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