Marisa Peña · 25/3/2019
me mira desde un tiempo de cerezas.
Se ha detenido todo en sus ojos profundos.
Mi bella miliciana
quiere cambiar el mundo,
y baila en Sol con los labios pintados.
Mi bella miliciana no sabe que la muerte
acecha su belleza detrás de los portales.
Las ventanas abiertas, la tricolor al viento…
Han de pagar muy cara su osadía.
Mi bella miliciana
es una resistente improvisada.
Quiere que las palabras lleguen a todas partes,
va cargada de libros,
y enseña a sus iguales a juntar, torpemente,
las letras-mariposa que bailan en el aire.
Mi bella miliciana
ha visto caer las bombas
reventando los cuerpos inocentes
como granadas maduras y redondas
sobre un suelo de barro,
en un Madrid que resiste inútilmente.
Mi bella miliciana ha aprendido a hilar vendas
y sonríe a los heridos
como si fueran suyos
y dibuja sus rostros con sus dedos insomnes.
Mi bella miliciana
acompaña a los niños
camino de las huertas de Levante.
Y se abraza a sus cuerpos
conjurando el dolor y la tristeza.
Mi bella miliciana
va con el puño en alto,
y llora su derrota en la cocina
quemando los recuerdos y los libros…
Mi bella miliciana
se dispone a resistir, hibernando en silencio,
al largo invierno del fascismo.
Y guarda a buen recaudo las palabras,
doblándolas despacio, como camisas limpias,
para aquella que un día será su nieta.
(Dobla fraternidad, con un cuidado extremo,
al lado de justicia, cerca de libertad)
Mi bella miliciana
deambula por las cárceles,
sabe de las esperas, sabe de las ausencias,
y de engañar al hambre con agua y con patatas.
Mi bella miliciana
transmite su legado
a la pequeña nieta que crece entre sus faldas.
Va tejiendo el tapiz de la memoria,
sabe bien que el amor y los recuerdos
vencerán a la infamia.
Mi bella miliciana
es la luz de sus hijos y sus nietos.
Por ella saben bien de dónde vienen
y ganan al olvido la partida.
Y cuando tienen miedo, o desfallecen,
su recuerdo es la fe que les sostiene.
©Marisa Peña. Mi bella miliciana
A mi abuela Carmen, mi bella miliciana de cultura. A las nietas y nietos que la vida ha puesto en mi camino. A los guardianes de la memoria. Todos ellos saben bien quiénes son y cuánto los quiero.
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acecha su belleza detrás de los portales.
Las ventanas abiertas, la tricolor al viento…
Han de pagar muy cara su osadía.
Mi bella miliciana
es una resistente improvisada.
Quiere que las palabras lleguen a todas partes,
va cargada de libros,
y enseña a sus iguales a juntar, torpemente,
las letras-mariposa que bailan en el aire.
Mi bella miliciana
ha visto caer las bombas
reventando los cuerpos inocentes
como granadas maduras y redondas
sobre un suelo de barro,
en un Madrid que resiste inútilmente.
Mi bella miliciana ha aprendido a hilar vendas
y sonríe a los heridos
como si fueran suyos
y dibuja sus rostros con sus dedos insomnes.
Mi bella miliciana
acompaña a los niños
camino de las huertas de Levante.
Y se abraza a sus cuerpos
conjurando el dolor y la tristeza.
Mi bella miliciana
va con el puño en alto,
y llora su derrota en la cocina
quemando los recuerdos y los libros…
Mi bella miliciana
se dispone a resistir, hibernando en silencio,
al largo invierno del fascismo.
Y guarda a buen recaudo las palabras,
doblándolas despacio, como camisas limpias,
para aquella que un día será su nieta.
(Dobla fraternidad, con un cuidado extremo,
al lado de justicia, cerca de libertad)
Mi bella miliciana
deambula por las cárceles,
sabe de las esperas, sabe de las ausencias,
y de engañar al hambre con agua y con patatas.
Mi bella miliciana
transmite su legado
a la pequeña nieta que crece entre sus faldas.
Va tejiendo el tapiz de la memoria,
sabe bien que el amor y los recuerdos
vencerán a la infamia.
Mi bella miliciana
es la luz de sus hijos y sus nietos.
Por ella saben bien de dónde vienen
y ganan al olvido la partida.
Y cuando tienen miedo, o desfallecen,
su recuerdo es la fe que les sostiene.
©Marisa Peña. Mi bella miliciana
A mi abuela Carmen, mi bella miliciana de cultura. A las nietas y nietos que la vida ha puesto en mi camino. A los guardianes de la memoria. Todos ellos saben bien quiénes son y cuánto los quiero.
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