Dice el ministro de Cultura que Miguel Hernández fue asesinado, y corre la prensa de derechas, la tertulianada y las redes sociales a corregirle: “¡murió de tuberculosis!”, a reírse del ministro por ignorante, o a criticarlo por sectario y manipulador. Y tienen razón: Miguel Hernández murió de tuberculosis. Punto. En un titular de periódico, un comentario de tertulia o un tuit no hay mucho espacio, y seguramente es por eso que no añaden “Miguel Hernández murió de tuberculosis en una cárcel franquista”. O incluso: “Miguel Hernández murió de tuberculosis en una cárcel franquista tras pasar por una docena de cárceles donde fue maltratado y enfermó”. O ya puestos: “Miguel Hernández murió con solo 31 años de tuberculosis en una cárcel franquista, con el cuerpo cubierto de llagas y sin poder respirar, tras ser condenado por sus ideas republicanas y comunistas y pasar por una docena de cárceles donde fue maltratado y enfermó como miles de presos políticos que sufrieron frío, hambre, torturas y enfermedad en la posguerra, muriendo muchos de ellos”. No cabe en un titular, qué le vamos a hacer.