noviembre 04, 2023

La caída de la mayor red de peleas de perros de España: "Hasta los cachorros estaban destrozados", de Alberto Pozas

 Alberto Pozas  20 de octubre de 2023 

Febrero de 2017. Sábado por la tarde. Güímar. Varias decenas de agentes de tres unidades distintas de la Policía Nacional irrumpen en una finca donde dos pitbulls pelean hasta la muerte en apuestas de miles de euros. La operación policial se repite en los días posteriores y termina con más de 30 detenidos y 236 perros rescatados en Canarias, Madrid, Alicante y Murcia. Un operativo inédito contra la explotación de perros para peleas clandestinas, con ramificaciones internacionales, ha terminado con 21 personas condenadas a penas que no implican su entrada en prisión. Ahora, los tribunales han ordenado reconsiderar la absolución de un veterinario implicado: la trama entrenaba y dopaba a los animales para que rindieran más en el ring.

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El sendero que enfrentó al pueblo y a los nobles menorquines: "Una poderosa familia nos puso barreras con candado", de Santiago Torrado

 Santiago Torrado  Menorca — 13 de octubre de 2023 


La mañana del domingo 16 de noviembre de 1997, trescientos menorquines se reunieron en una antigua zona rural de levante de la isla convertida ahora en una urbanización turística. Antes de echar a andar, todos ellos pensaron a la vez en aquel verso de Antonio Machado sobre el caminante sin camino y sus estelas en la mar. El historiador Josep Portella recuerda ese día en su libro Crónica de la vuelta a Menorca: “En los últimos meses algunos propietarios de fincas han puesto obstáculos de todo tipo para que la gente no pueda seguir el Camí de Cavalls. La respuesta de la gente no se ha hecho esperar. No hay derecho”. Así comenzaba un proceso histórico que, tras cientos de movilizaciones cada fin de semana, tres años de pleitos judiciales y más de una discusión elevada de tono con la vieja nobleza insular, abrió el camino para la recuperación total del sendero que rodea Menorca para uso y disfrute público.

El Camí de Cavalls es un sendero rural de 185 kilómetros en total considerado Gran Recorrido. En sus 20 etapas, rodea por completo el litoral de Menorca. Aunque su origen es incierto, se calcula que podría haber sido construido en el siglo XIII tras la conquista de la isla por parte de Alfonso III, quien ordenó a sus vasallos disponer un caballero armado cada pocas leguas del camino, para vigilar las costas de posibles ataques de piratas otomanos. Con el correr de los siglos fue cayendo en desuso y hacia el fin de la guerra de Sucesión, en el siglo XVIII, las torres de vigilancia de la Menorca británica sustituyeron del todo a los viejos caballeros medievales. El camino finalmente cayó en el olvido, algunos tramos se fueron borrando, otros fueron privatizados por los dueños de las fincas por donde pasaba.

Antoni Gómez Arbona era el alcalde del pueblo de Alaior cuando los vecinos de los municipios aledaños comenzaron a autoorganizarse para recuperar el Camí. “Fue muy importante la voluntad ciudadana de recuperar el paso por un trayecto por el que hacía siglos que se pasaba y que la gente tenía interiorizado como público”, recuerda en diálogo con elDiario.es, y añade que “aunque la mayoría de propietarios de los terrenos por donde había transcurrido tradicionalmente el sendero nunca habían negado el paso, algunos empezaron a poner vallas y obstáculos”. “Esto provocó que la sociedad empezara a movilizarse y se formó la Coordinadora en Defensa del Camí de Cavalls”, añade. Según este médico de origen valenciano radicado en Menorca desde hace muchas décadas, aquella coordinadora fue “el ariete del sentimiento popular”.

Las “excursiones reivindicativas” para exigir que el Cami fuera de libre paso fueron creciendo cada vez más. Lo que comenzó con 100 personas acabó congregando a más de 1000. Gómez Arbona recuerda que “algunos propietarios no pusieron ninguna pega, pero otros se negaron de plano a dejarnos pasar”. “En el lloc de Torre Nova, de la poderosa familia Squella, encontramos las barreras con candado y a toda la familia de los propietarios filmándonos y prohibiendo que pasáramos”, afirma. El historiador Bep Portella también recuerda en su Crónica de la vuelta a Menorca aquella escena: “Enviaron a un guarda vestido como de camuflaje con una videocámara. En ese momento me imaginé a la familia entera repasando las caras de los que salíamos en la grabación”.

En febrero de 1998 la tensión entre la Coordinadora en Defensa del Camí de Cavalls y la nobleza menorquina estalló. Dos miembros de la familia Soto Martorell junto a varios colaboradores bloquearon el paso y se dispusieron a impedir el avance de los senderistas, al grito de “Sois todos nazis”, momento que quedó inmortalizado en el programa 30 minuts de TV3. Antonio Gómez recuerda: “Yo como alcalde me adelanté a hablar con ellos para que nos dejaran pasar. Después de más de una hora de conversaciones, les comunicamos que si no nos dejaban pasar cortaríamos las cadenas. Y así lo hicimos. Al final después de tres querellas y unos años de lucha el Camí de Cavalls es de libre acceso para todos”.

(...) La sombra de unos servicios inciertos planea sobre el camino centenario que rodea Menorca, la única de las Balears que consigue todavía rehuir del turismo masivo y de la degradación del medioambiente. Entre la importancia de garantizar una atención razonable para los visitantes de la isla y la necesidad de cuidar el patrimonio natural y paisajístico en tiempos de turismo masivo, anida la incertidumbre del Plan Territorial Insular y, con ello, el futuro del Camí de Cavalls.

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noviembre 03, 2023

Kevin R. Wittmann, historiador: “Los silencios de los mapas dicen más que el propio mapa”, de Antonio Martínez Ron

 Antonio Martínez Ron   10 de octubre de 2023

Kevin R. Wittmann, historiador: “Los silencios de los mapas ...

Pensar en un mapa como un trozo de papel con una representación del territorio es una visión bastante limitada. A lo largo de la historia de la humanidad, los mapas han sido el borrador sobre el que escribimos nuestros sueños y nuestros miedos, se han materializado en nuestra mente en forma de canciones y los hemos plasmado en los más diversos materiales, han sido motivo de las peores disputas y guerras y nos han abierto las puertas de la fantasía.  

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¿Cómo afecta la represión de ayer a nuestra sexualidad de hoy?, de Sara Torres

30 de septiembre de 2023 


noviembre 02, 2023

CTXT. Familias de israelíes secuestrados en Gaza denuncian el ‘abandono’ del gobierno

 Roy Cohen (+972 Magazine) 25/10/2023

Una protesta individual ante el cuartel general militar de Tel Aviv se convirtió rápidamente en una manifestación masiva en la que las familias exigían el regreso inmediato de sus seres queridos

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Protesta de los familiares de los secuestrados por Hamás en el centro de Tel Aviv. / NBC


El 14 de octubre, por las redes sociales israelíes, empezó a circular una foto de Avichai Brodetz –cuya esposa y tres hijos fueron secuestrados por Hamás en Kfar Aza y llevados a Gaza durante el ataque del 7 de octubre– sentado en una silla de plástico frente al cuartel general militar israelí de Tel Aviv. A las 11 de la mañana, varias decenas de personas se habían unido a él. En pocas horas, la calle estaba llena de manifestantes furiosos, angustiados por la desaparición de sus seres queridos. “Estamos aquí y no nos iremos hasta que nos devuelvan a todos los rehenes”, le decía una mujer a su amiga, ambas sollozando.

Se cree que al menos 199 personas fueron secuestradas por los militantes de Hamás que rompieron la valla de Gaza el 7 de octubre pasado en el marco de un ataque sorpresa que causó más de 1.400 muertos en Israel. Posteriormente, el ejército israelí lanzó un asalto contra Gaza en el que han muerto al menos 2.383 [el 23 de octubre la cifra se situaba en torno a  5.000] palestinos, y se dispone a entrar en la franja con miles de soldados para llevar a cabo una invasión terrestre a gran escala.

(...) Fuera del cuartel militar, los manifestantes empezaron a gritar de forma espontánea. Uno de ellos, Alon Avrami, fue entrevistado por un canal de noticias de la televisión australiana. “Nos merecemos algo mejor que esto”, espetó. “Los israelíes, y también los palestinos, merecen la paz. Netanyahu no nos la dará. Merecemos que nos traigan a casa a nuestros rehenes hoy. ¡Un corredor humanitario hoy!”. El periodista australiano le dio las gracias y rompió a llorar.

Algunos manifestantes le rodearon y apoyaron con gritos de “¡vergüenza!”. Otros no quisieron unirse, temiendo que al hacerlo se politizara la protesta; corear “¡vergüenza!” se ha convertido en una marca indeleble de las protestas masivas contra el golpe judicial del Gobierno israelí que habían tenido lugar durante 39 semanas consecutivas hasta el sábado 7 de octubre, y algunas de las familias y sus partidarios temían que utilizar los mismos cánticos les hiciera parecer demasiado antigubernamentales.

“Intentamos ser solidarios entre nosotros: aquí no hay derecha e izquierda, sólo pena y dolor”, decía Yael Shani. Su amiga, la fallecida Ma'ayan Mor, estaba en el festival de música de Re'im, que, en palabras de Shani, fue “una fiesta que se convirtió en el infierno en la tierra”. Mor y su compañero consiguieron subirse a un coche y escapar, pero cuando llegaron a la aldea de Kissufim, murieron calcinados en el coche como consecuencia de los continuos ataques de Hamás. “Todo el mundo sabe que los habitantes del sur han sido abandonados”, continuó Shani. “El único político que nos ha ayudado es [el presidente de Estados Unidos] Biden. Lo que está ocurriendo aquí es absurdo. Queremos líderes de verdad”.

Otros manifestantes se dirigían a la comunidad internacional. La sobrina de la secuestrada en Nir Oz, Adina Moshe, de 72 años, dijo a los periodistas: “Mi tía es una mujer enferma. Pido al mundo entero, a las organizaciones humanitarias, que nos ayuden a traerla de vuelta, a ella y al resto de secuestrados. Hay niños de tres o cuatro años. Ahora todo el mundo tiene que concentrarse en la forma de traerlos de regreso”.

“Esta protesta es el principio”

“La periferia [término utilizado para referirse a las zonas situadas fuera del centro urbano de Israel] no ha sido una prioridad [del gobierno] durante años”, decía Noa Rotem, que reside en Matzuva, al norte de Israel, cuya población fue evacuada el 8 de octubre por su proximidad a la frontera libanesa. “Me llevé a mis hijos a casa de mis padres. Estoy aquí porque no puedo estarme quieta”.

Rotem llevaba un cartel con los nombres de los niños secuestrados. “Me siento un poco indecisa sobre si debemos pedir la liberación de los rehenes u obligar al Gobierno a dimitir”, añadió Rotem. “Como persona que lleva 40 semanas protestando [contra el golpe judicial], me resulta muy difícil separar ambas cosas”.

La propia manifestación reflejaba la ambivalencia de Noa. Si al principio la gente sólo gritaba “¡vergüenza!”, en menos de una hora gritaban “¡gobierno criminal!” y “¡enviad a Bibi a la cárcel!”. Ni un solo manifestante defendió abiertamente a la coalición, pero las familias de las víctimas expresaron su preocupación por que los mensajes políticos hicieran aún menos probable que un gobierno de extrema derecha disgregador les devolviera a sus seres queridos. Si algo tenían en común los manifestantes era que todos sentían que el Gobierno los había abandonado a ellos y a sus seres queridos.

“Es una humillación continua”, dijo Yiftach Cohen, varios de cuyos familiares fueron secuestrados. No estuvo en la manifestación de Tel Aviv y habló conmigo por teléfono: “Me resulta difícil esperar algo de este Gobierno: un Gobierno que no habla con el pueblo; un Gobierno que continúa con la locura de saquear este país”. Entre los familiares secuestrados de Cohen se encuentran su tía, Margalit Mozes; su tío, Gadi Mozes; la pareja de Gadi, Efrat Katz; la hija de Efrat, Doron Asher (Katz); y las hijas de Doron, Aviv (de tres años) y Raz (de cinco años).

El jueves pasado, Cohen visitó un hotel de Eilat que hospedaba a supervivientes de Nir Oz, una de las comunidades cercanas a la valla de Gaza que fue objetivo de Hamás. “Cuando llegué al hotel, llamé a mi prima desde el vestíbulo y me dijo dónde encontrarla”, contó. “Sólo estaba a unos 30 metros de mí, pero cada persona que me cruzaba por el camino me abrazaba y llorábamos. Al cabo de media hora me llamó y me preguntó dónde estaba. Las conversaciones eran muy duras. Después de cada una de esas conversaciones, te desmoronas”.

Los amigos de Cohen vinieron a Tel Aviv y escribieron los nombres de sus familiares secuestrados en unos trozos de papel que colgaron en el muro de los desaparecidos que los manifestantes crearon frente al cuartel general del ejército. Una manifestante, Yael Greenberg, me dijo: “Esta es, de hecho, la primera oportunidad que hemos tenido de expresar públicamente nuestro dolor”. Greenberg acudió a la manifestación después de que alguien enviara la foto del solitario Brodetz al grupo de WhatsApp de padres del colegio de sus hijos. “Ahora mismo todo esto parece muy desorganizado, pero tengo la sensación de que esta protesta es el comienzo de una acción más continua”, manifestó.

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CTXT. Gaza: sobre sionismo, judaísmo, racismo y barbarie

 Ariel Feldman (Jacobin) 21/10/2023

Las discusiones en torno al conflicto palestino israelí están plagadas de falacias y sensibilidades. Es necesario desarmar las extorsiones argumentativas y pensar el fondo del conflicto

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Una niña palestina mira a un militar israelí de guardia en Cisjordania. / Ariel Feldman 


Nací en Israel hace 44 años, soy judío, y hace más de tres décadas vivo en la Argentina. Desde entonces visité varias veces el Estado de Israel, anduve por ciudades y pueblos árabes, conversé con los denominados árabes israelíes (palestinos que quedaron dentro de las fronteras israelíes luego de la guerra que siguió a la autoproclamación del Estado de Israel en 1948), crucé los check points y recorrí los territorios ocupados. En especial caminé Hebrón más de una vez —una de las ciudades palestinas con fuerte presencia militar y de colonos israelíes— y conversé con familias y jóvenes palestinos residentes ahí. No tuve la suerte de conocer Gaza. Para alguien con nacionalidad israelí es prácticamente imposible hacerlo desde hace 16 años.

Este dato biográfico no pretende que mis palabras valgan más que otras gracias a una autoridad que no siento, pero sí intentan inhibir falacias ad hominem que suelen esgrimirse contra quienes critican al Estado de Israel. Ya sea en este contexto particular del terrible ataque a civiles por parte de Hamas seguido de la represalia inhumana contra la población gazatí, ya sea en cualquier otro momento histórico del debate, se aduce que una posición antisionista se basa en una falta de sensibilidad y carencia de empatía frente al padecimiento del ‘pueblo judío’, sea señalando en el interlocutor un supuesto antisemitismo o posición ‘ideologizada’ o argumentando un desconocimiento del territorio y su complejidad. Un conjunto de afirmaciones que evitan responder argumentos y que pretenden, en cambio, cancelar la discusión anulando al interlocutor.

(...) Sionismo y judaísmo son sencillamente dos cosas distintas, y por lo tanto el antisemitismo y el antisionismo también lo son. El sionismo es una ideología política nacionalista con menos de doscientos años de existencia, mientras el judaísmo es una religión, una cultura para algunos, una nación, una comunidad para otros, que data de varios siglos de existencia ya antes de la era cristiana. El vínculo entre uno y otro, sin embargo, es innegable. El sionismo es una corriente ideológico-política surgida y pensada como solución y salvaguarda para el perseguido pueblo judío, que logró establecer un Estado autoproclamado judío en Palestina en 1948. A pesar de ello, el sionismo no deja de ser una corriente, una parcialidad, como lo es el integrismo islámico teocrático frente al Islam o una secta cristina para el cristianismo. Es verdad que el sionismo es hegemónico entre los judíos, y explicar por qué pasa esto excede los objetivos de este texto. Sin embargo, el hecho de que sea hegemónico es central: la hegemonía implica que aquello que la ejerce (la ideología sionista) es una entidad distinta que aquello sobre lo cual ejerce su dominación ideológica o política (el judaísmo, en este caso). También implica que toda dominación es circunstancial, es histórica, no esencial. La falsa identificación y consiguiente confusión de uno y otro es una estratagema ideológica del sionismo para que el capital simbólico y las atrocidades cometidas durante milenios contra el pueblo judío se trasladen como prerrogativas al Estado de Israel y, cada vez que se critica las políticas sionistas de Israel, poder decir que estamos ante una posición antisemita. Así, en el culpable y culposo Occidente por las atrocidades que sufrieron los judíos en esas longitudes y latitudes, se genera una suerte de intangibilidad a la crítica por el hecho de que Israel encarnaría el espíritu y salvaguarda de todos los judíos, los perseguidos y exterminados en los campos de concentración nazis, así como representaría a sus sobrevivientes y descendientes, fuera y dentro de Israel.

(..) En estos días en Alemania se horrorizan con razón de que aparezcan casas donde viven judíos marcadas con estrellas de David. Es verdad, la aparición de actos antisemitas en diferentes partes del mundo luego de producidos los ataques de Israel a civiles palestinos es una constante. Sin duda el antisemitismo no desapareció con la caída del régimen nazi, y por supuesto es muy anterior a la fundación del Estado de Israel. Sin duda las atrocidades que comete el Ejercito israelí y los colonos son aprovechadas por personas y grupos que no tienen ninguna sensibilidad por el pueblo palestino. Sin embargo, la mencionada confusión intencional entre sionismo y judaísmo llevada adelante por Israel y sus defensores es un componente esencial para entender el fenómeno antisemita en la actualidad.

No hay que ser brillante para darse cuenta de que, si se atribuye al ‘judaísmo’ el colonialismo, la opresión y los crímenes de guerra que comete un Estado contra un pueblo prácticamente indefenso, traerá aparejado el desarrollo de un antisemitismo sui generis. Lo escandaloso es comprobar una y otra vez que, a las organizaciones de la comunidad judía en la diáspora, financiadas y alineadas con el sionismo israelí, y a muchos de sus intelectuales, no les preocupa en absoluto el crecimiento potencial del antisemitismo sino la defensa de actos y políticas indefendibles que lleva adelante el Estado de Israel. Escandaloso es que sólo nos preocupemos por las casas judías marcadas y no por leyes que prohiben ondear la bandera palestina (no la de Hamas, sino la nacional palestina) y reprimir manifestaciones pacíficas que denuncian el castigo colectivo al pueblo gazatí.

Para combatir la semilla del prejuicio y odio al pueblo judío —que existe— el camino no es amparar actos criminales aduciendo que criticarlos es antisemita. Por el contrario, debemos repetir una y otra vez que el Estado de Israel hace lo que hace en tanto que sionista, no en tanto que judío. E insistir en los valores humanistas, en la propia experiencia del sufrimiento, de resistencia frente a la crueldad, de amor por la palabra y la reflexión que distingue tajantemente al judaísmo del sionismo.

(..) Es necesario poder condenar el ataque de Hamas a la vez que se explica cómo las políticas israelíes son condiciones necesarias para que los actos de resistencia del pueblo palestino se vuelvan desesperados y cruentos.

Los atentados a civiles por parte de la resistencia palestina comenzaron a principios de los años setenta, más de veinte años después de la fundación del Estado de Israel. El despojo palestino y limpieza étnica por parte de las organizaciones sionistas y luego por parte del Estado de Israel comenzaron décadas antes de la expansión colonial que significó en 1967 la Guerra de los Seis Días. Pero los atentados a civiles israelíes solo comenzaron a ser una práctica de la resistencia palestina a partir de la ocupación de Cisjordania y de Gaza, hecho que consolidó el colonialismo israelí y le dio una realidad particularmente cruenta en esos territorios: una minoría ocupante que se atribuyó el derecho de gobernar a una población nativa y mayoritaria, juzgarla, administrarla, encarcelarla, bombardearla, invadirla progresivamente con colonos, despojarla de sus tierras, humillarla, destruir cualquier posibilidad de desarrollo económico, de infraestructura, de futuro.

(...) En el año 2007 estuve en Israel en el aniversario 40 de la ocupación y participé en la capital israelí, Tel Aviv, de una manifestación contra la política colonial de Israel en esa efeméride significativa por las cuatro décadas redondas. Éramos menos de 200 personas. El alma de la sociedad israelí no ha dejado de pudrirse. Pude registrar viaje tras viaje el racismo creciente y transversal de los israelíes para referirse a los palestinos. No los llamaron ‘animales humanos’ ahora tras el ataque de Hamas. Los vienen llamando así, en las calles, hace décadas, y los vienen tratando como tales. (...)