diciembre 23, 2013

Responsables de prensa, ¿periodistas o guardaespaldas?, de Juan Tortosa

- Señor Rajoy, en mi aula somos 38 alumnos y estamos un poco apretados, ¿usted cree que con esto de la reforma en la educación corremos el riesgo de ser todavía más?
- Cuando yo estudiaba en Pontevedraéramos 40, le contesta el presidente, pero cuando tengamos dinero seréis menos.
La escena tiene lugar en palacio de laMoncloa durante una conversación de escolares con el principal inquilino del edificio. El chaval, dado el buen rollo que parece haber en el ambiente, pretende hacer otra pregunta, esta vez sobre la privatización de la sanidad.
- Pero la periodista no me dejó, le contaba el chico el pasado miércoles a Javier Casal durante la desconexión madrileña de “La Ventana“, en la Cadena Ser. Me dijo que esas cosas no me interesaban a mí.
- ¿Y tú estabas interesado?, le pregunta Casal
- Claro, yo estoy muy preocupado por lo que me pueda pasar si me pongo enfermo.
Escena dos: Guinea Ecuatorial. Rueda de prensa de dos veinteañeros, un vasco y un catalán, jugadores de la selección española de fútbol. Se les pregunta qué les parece jugar en un país sin libertades donde gobierna un dictador. Interviene la “periodista” del departamento de Comunicación de la Federación:
- Ellos no están aquí para hablar de esas cosas
Se arma el guirigay en la sala de prensa. Ante la insistencia de quien preguntó, los jóvenes Bartra y Llorente acaban soltando una atropellada respuesta intentando salirse por la tangente, lo que les cuesta que haya incluso quien los ponga a parir.
En las dos escenas, presuntos/as periodistas hacen lo contrario de lo que se supone que tendrían que hacer si realmente son periodistas. En Moncloa cortan a un chaval de instituto que le pregunta al presidente por la sanidad y en Guinea discuten con profesionales que preguntan a jugadores de fútbol sobre el país donde van a jugar. ¿Periodistas? Más bien cancerberos. El problema es que esto no sucede solamente en la Moncloa o en la Federación Española de Fútbol: periodistas que le cortan el rollo a periodistas los hay a miles. Ahora que se ha lesionado Víctor Valdés, seguro que hay algún “periodista-cancerbero” que podría competir con el bueno de Pinto para defender la portería del Barça con similar solvencia. Presuntos/as periodistas de muchos gabinetes de prensa y departamentos de comunicación harían bien en dedicarse al fútbol, al parapente o al aeromodelismo.
Yo no discuto la necesidad de ese cometido, pero para eso están los guardaespaldas, no los periodistas. Cuando un chaval, tras visitar la Moncloa, sale diciendo que una “periodista” no le ha dejado preguntarle a Rajoy por la privatización de la sanidad, vamos mal. Muy mal. Cuando, como en el caso de Bartra y Llorente, quien impide sus contestaciones a un periodista es otro periodista, algo falla.
Los periodistas que trabajan como asesores en los gabinetes de comunicación, si quieren ser llamados periodistas, tienen que comportarse como tales. Tienen que apostar por la transparencia y no por el oscurantismo. A ningún asesorado le ayuda que sus gentes de comunicación actúen de guardaespaldas. Un periodista de gabinete administra la información y, por supuesto, nadie puede esperar de él que actúe en contra de los intereses de quien le paga. Pero si se va a dedicar a entorpecer el trabajo de sus compañeros de oficio, más vale que se quite de en medio. Esa labor no la puede desempeñar alguien que se llame periodista. Que se llamen relaciones públicas, jefes de protocolo, responsables de marketing ocommunity manager, pero periodistas no.
Un periodista no puede hace lo mismo que aquel calvo alto y fornido que, como nos recuerda en su post de este domingo mi compañero Aníbal Malvar, apareció en un documental del Canal Plus francés echando el aliento y empujando a una periodista francesa para impedir que le preguntara a Felipe de Borbón por su cuñado Iñaki Urdangarín.
El periodista tiene que instruir y aleccionar a su asesorado, pero no puede ser su cancerbero. No puede hacer de guardaespaldas. Yo entiendo que el curro está muy difícil y que hay muchos periodistas que se ganan/nos ganamos la vida como podemos: a veces como agentes inmobiliarios, como camareros, o como dependientes de una carnicería. Pero cuando se dedican/nos dedicamos a estos menesteres los clientes no salen diciendo que el piso se lo ha vendido, o que la cerveza se la ha servido un “periodista” como sí contó el escolar de la Moncloa cuando salió de la visita.
Es verdad que al periodismo se dedican muchos piratas impresentables y que hay medios que denigran la dignidad de profesionales en programas y en informativos que producen vergüenza ajena. Pero eso… lo voy a dejar para otro día.

- MÁShttps://www.youtube.com/watch?v=3rmDU8wq9VUSirPetter Lily Publicado el 23/11/2013 
Un guardaespaldas del príncipe Felipe acosa a una reportera francesa 

La seguridad de los royals y el mantenimiento de la llamada "distancia regia" es esencial (...)
En las imágenes vemos unos modales impresentables del empleado de seguridad que aparece en escena, tratando a los periodistas como si fueran una ganadería de reses, impidiendo a la periodista que pregunte a Felipe El Preparao. Evidentemente no era el lugar ni el contexto para preguntarle nada al pobre Felipe, que bastante tiene con sobrellevar su castigo de por vida, ni mucho menos acerca de por qué los royals no dan explicaciones de lo que hacen y lo que gastan, pero eso se salva con tacto y con educación, simplemente no contestando a las inquisiciones de la prensa o con una indicación elegante del jefe de Protocolo o de sus ayudantes, que posteriormente y por el departamento de prensa de la Real Casa se hará patente por escrito a los responsables de su medio, con la admonición de serles retirada la acreditación si persisten en la conducta, pero jamás se puede resolver empujando o expulsando de la sala con malas formas al reportero y mucho menos empleando argumentos peregrinos y absurdos como que la Constitución española prohíbe preguntar a los royals. Además ¿qué es eso de tratar de tu a los profesionales de la información?, hay que tener un poco de elegancia por favor, sin que ello signifique falta de eficacia y contundencia a la hora de repeler agresiones.

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