febrero 20, 2010

Miguel Hernández(34.11) la voz poética más cantada

AUTOR del texto: : Patricio Peñalver
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"Artistas de la talla de Serrat, Enrique Morente o Víctor Jara han transformado en canciones algunos de los versos más hermosos del desaparecido escritor oriolano"
Publicado en el Semanario La Verdad el 30 de diciembre de 2006

En un día de la infame y sombría posguerra moría en la prisión de Alicante, ligero de equipaje, el poeta oriolano Miguel Hernández y nos dejaba para siempre su luminoso canto. Se murió el poeta y nos quedó su poesía, dejándonos en su poética la herencia lírica más duradera de sus hondos versos para que otras generaciones al albur le pusieran con voces nuevas, los acentos modernos de nuestro tiempo.
El mejor homenaje que puede recibir el bardo es que su poesía prosiga como el rayo que no cesa relampagueando en la larga noche de todos los tiempos, aunque Miguel no era muy dado a los resplandores sin sentido. Hernández ya nos dejó su parecer al respecto, a la muerte de su amigo del alma, a quien tanto quería, en la lectura pública de unas cuartillas que realizó, ante la lápida que se descubrió el 14 de abril de 1936, en el homenaje a Ramón Sijé en la plaza de la Pía, cuando dijo: «Todos los homenajes que le hagamos se lo merece. Procuremos que éstos resulten los más duraderos y de verdad y lo menos teatrales y de relumbrón posibles. Yo sé que él aceptara los mejores y rechazará los otros: que aunque parece que a los muertos todo les da lo mismo, no es así. Y si algunos del cementerio darían las gracias, si pudieran, por verse entre mármoles y hojarasca, otros se indignarían».

Vaya en esa línea hernandiana, pues, mi pretensión en estas páginas, como obviamente no podía ser de otro modo. Y sirvan estas líneas como otro pequeño homenaje, para sumarlas a esa incesante cadena sin límites, que solfean y dan vida a los versos del poeta, una de las voces poéticas más cantadas.

Desde principios de los años 60, en los que surgía en España con rabiosa fuerza el fenómeno musical de los cantautores, como unos nuevos trovadores de juglaría al modo en el que ya lo hacía Georges Brassens y otros en Francia, comenzó a reivindicarse la poesía de Miguel Hernández cantada y musicalizada. La censura seguía haciendo de las suyas, pero ya no daba abasto. Y así sucedió que en 1968 se les colaba Paco Ibáñez por TVE de rondón interpretando la que sería su famosa canción Andaluces de Jaén, una adaptación del poema Aceituneros. Una canción que después grabaría en su famoso disco doble: Paco Ibáñez en el Olimpia de París. La voz poética de Hernández volvía a sonar limpiamente: «Andaluces de Jaén, / Aceituneros altivos, / decidme en el alma: ¿quién, / quién levantó los olivos?».

Volvía la voz de Hernández, después de haber escrito en 1937 con este poema publicado en su libro Vientos del Pueblo, cuando se encontraba en Jaén con El Altavoz del Frente en servicios de propaganda, cumpliendo con una de las labores de este organismo cultural, que no eran otras que las tareas de recitar a través de los altavoces esas poesías como armas, para que llegasen a los oídos del enemigo para que cambiaran de bando.

Esta misma canción: Andaluces de Jaén, volvería a sonar más tarde aún con más fuerza en el llamado período de la Transición española en el disco Andalucía Vive, del grupo Jarcha, esos versos: «No los levantó la nada, / ni el dinero, ni el señor, / sino la tierra callada, / el trabajo y el sudor»; retomaban un renovado vigor con los nuevos acentos corales del grupo andaluz.

Mucho antes en 1971, otro extremeño, el cantautor Pablo Guerrero, después de tener el disco Tierra preparado con poemas de Miguel Hernández no había tenido la suerte de que la censura lo pasara por alto. No ocurría lo mismo con el primer homenaje flamenco grabado que se le iba a tributar al poeta, que vendría de la mano de uno de los cantaores más preclaros y más jondo de entonces y de ahora: el granaíno Enrique Morente que grabaría su disco Homenaje flamenco a Miguel Hernández, en 1971, con siete temas por soleares, tientos, bulerías y granaína, entre los que destacan Nanas de la Cebolla y El Niño Yuntero cantado magistralmente por malagueñas: «Carne de yugo, ha nacido/ más humillado que bello,/ con el cuello perseguido/ por el yugo para el cuello».

Estos versos publicados en su libro Vientos del Pueblo en 1937 concebidos como poesía de combate no por ello, dejan de tener una belleza y una verdad deslumbrante que nos habla de la estética de los niños oprimidos, si tenemos en cuenta que más de la mitad de los españoles de entonces eran analfabetos, los destinados a ser yunteros y no por vocación eran cientos de miles: «Me duele este niño hambriento/ como una grandiosa espina,/ y su vivir ceniciento/ revuelve mi alma de encina».

Este poema también lo cantó el cantautor chileno Víctor Jara en su disco El recado de vivir en paz en 1971, así como el grupo Mocedades en su disco El color de tu mirada en 1976: «¿Quién salvará a este chiquillo/ menor que un grano de avena?/ ¿De dónde saldrá el martillo verdugo de esta cadena?».

Elegía a Ramón Sijé

Aunque definitivamente lo popularizaría en 1972 Joan Manuel Serrat en su disco titulado sencillamente, sin más: Miguel Hernández, con unos arreglos musicales rotundos y perfectos. Serrat realizó una selección de 10 poemas de los libros: Cancionero y romancero de ausencias, El rayo que no cesa y El hombre acecha, realizando una adaptación de la Elegía dedicada a Ramón Sijé, de casi seis minutos, una las elegías más hermosas del mundo, que el poeta publicaba en Revista de Occidente en 1936, y, a partir de la cuál se le reconoció la madurez al poeta. El eminente doctor Gregorio Marañón le solicitaba su amistad al tiempo que le ofrecía sus servicios médicos. Y el gran santón de la poesía, Juan Ramón Jiménez, le canonizaba al escribir en El Sol: «Verdad contra mentira, honradez contra venganza. En el último número de la Revista de Occidente publica Miguel Hernández, el extraordinario muchacho de Orihuela, una loca elegía a la muerte de su Ramón Sijé y 6 sonetos desconcertantes. Todos los amigos de la poesía pura deben buscar y leer estos poemas vivos…».

Comenzaba Serrat recitando, en Elegía: «En Orihuela, su pueblo y el mío, / se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé/ a quien tanto quería». Y terminaba el largo poema, con voz emocionada: «A las aladas almas de las rosas/ del almendro de nata te requiero/ que tenemos que hablar de muchas cosas/ compañero del alma, compañero».

Este extraordinario disco de Serrat ha dado a conocer la poesía de Miguel Hernández con savia nueva a varias generaciones de aquende y allende de nuestro Mediterráneo, resultando en el tiempo un trabajo de divulgación impagable.

Escalofriante es la interpretación de Serrat de Nanas de la Cebolla, que ya antes había musicalizado y cantado el argentino Alberto Cortez: «La cebolla es escarcha/ cerrada y pobre: / escarcha de tus días/ y de mis noches. / Hambre y cebolla: / hielo negro y escarcha grande y redonda».

Acabada la guerra, comenzarían los años de cárcel y miseria y este poema conocido como Nanas de las cebollas se lo enviaría Hernández a su esposa Josefina Manresa, el 12 de septiembre de 1939 con el siguiente texto, después de recibir una carta de ella, en la que le decía que sólo comía pan y cebolla. «Estos días -explicaba- me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día es más difícil. El olor de la cebolla que me llega hasta aquí y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando estas coplillas que le he hecho…: En la cuna del hambre/ mi niño estaba. / Con sangre de cebolla/ se amamantaba. / Pero tu sangre, / escarchada de azúcar, / cebolla y hambre».

Un poema muy sentido que ya cantara por nanas magistralmente Enrique Morente. Y que la no menos magistral bailaora María Pagés interpretó en su espectáculo del 2004 (Canciones antes de una guerra). La Pagés, sola en el escenario, con la voz de Juan Manuel Serrat, interpreta unas Nanas de la cebolla escalofriantes con su divino movimiento de manos, con su baile alado y de verdad. La bailaora convence a la vez que conmueve y como una madonna nos consuela: «Vuela niño en la doble/ luna del pecho. / El, triste de cebolla. / Tú, satisfecho. / No te derrumbes. / No sepas lo que pasa/ ni lo que ocurre”.

También son escenificados y bailados los poemas de Hernández por otras dos grandes artistas: La Tati, la llamada bailaora de Madrid, lo hace en su espectáculo Poetas del alma. Y Eva Yerbabuena, en su otro llamado A cuatro Voces.

Sin embargo, los poemas de Hernández no solamente han sido cantados y bailados, también las cuerdas de la guitarra los han punteado maravillosamente, basándose en los poemas Jornaleros, Elegía, Aceituneros o Elegía Primera, dedicada a Federico García Lorca: «Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas, / y en traje de cañón, las parameras/ donde cultiva el hombre raíces y esperanzas, / y llueve sal, y esparce calaveras». Y lo ha homenajeado una de las principales guitarras del universo flamenco, Manolo Sanlúcar, en su disco (…y regresarte a Miguel Hernández).

También lo han cantado muy flamencamente, Paco Curto en su disco: Homenaje a Miguel Hernández desde los años 60. Y Manuel Gerena en su disco del 2003, Amalgama poética de Miguel y Manuel, en el que incluye el poema Canción del esposo soldado recitado por la voz del propio Miguel Hernández: «Morena de altas torres, alta luz y ojos altos, / esposa de mi piel, gran trago de mi vida, / tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos/ de cierva concebida».

Pinitos como compositor

Puede resultar paradójico que los poemas de Miguel hayan sido cantados, bailados e interpretados por la guitarra flamenca; sin embargo, Hernández hizo sus pinitos componiendo unas canciones de flamenco que improvisó en la taberna café Sevilla, de Orihuela, escribiendo a lápiz sobre la mesa del bar en momento de farra: «Que yo no sé qué me pasa;/ si te quiero o no te quiero,/ si tu casa no es tu casa/ si hiela un querer o abrasa,/ si me matas o me muero./ Las olas del mar salino,/ las penas de mis pesares/ una se fue y otra vino…».

Por lo visto, el cantaor que le solicitó las letras fue Antonio García Espadero Niño de Fernán Nuñez. En el café Sevilla se reunían algunos aficionados al cante. Una de aquellas tardes, ahí estaban con Miguel, Carlos Fenoll y Jesús Poveda, y según cuenta Poveda: «Una noche se nos acercó el dueño, Luis Pérez Españita, un tipo que se le parecía a Charles Chaplin, pero más regordete, borrachito y simpático, y se puso a cantarnos flamenco y cuando cantaba, lloraba a lágrima viva».

En la tahona de Carlos Fenoll, vecino de Hernández en la calle de Arriba, se articuló la primera tertulia, a la que acudía Ramón Sijé. Y Carlos Fenoll, «cantaba el flamenco clásico con verdadero gusto, como un profesional, aunque no le ayudaba mucho su voz, un poco ronca. Eran sus cantos preferidos los de la minas de La Unión, las cartageneras, cante profundo, de arriero, hondo de verdad». Y muchas noches tuvo que oír esos cantes su gran amigo Hernández. Otra anécdota flamenca, es aquella que sucedió en Madrid, cuando iba Miguel con su gran amigo el escultor Víctor González Gil, que lo quería dar a conocer, y al salir de una tertulia del café Pombo, donde Ramón Gómez de la Serna tenía sus reales, Miguel entonó alegremente una seguidilla:«Y como relucen/ los andaluces…».

Por todo ello no debe sorprendernos, cuando el cantaor Manuel Gerena, a la hora de adaptar los poemas de Hernández en su último disco, nos dice: «Los versos de Miguel tienen una métrica totalmente flamenca».

Ramillete de grupos

Y a Hernández también lo cantó Camarón de la Isla, uno de los más grandes maestros, que interpretó el poema El pez más viejo del río, escrito por Miguel en la prisión de Ocaña en la estuvo desde el 29 de noviembre de 1940 hasta el 23 de junio de 1941, y que dice así: «El pez más viejo del río/ de tanta sabiduría/ como amontonó, vivía/ brillantemente sombrío. / Y el agua le sonreía».

Después de lo expuesto, podemos decir sin tibieza que Miguel Hernández es uno de los poetas del siglo XX más cantado y musicalizado. Sirva como botón de muestra un buen ramillete de grupos musicales y cantautores que lo han homenajeado discográficamente: Los Lobos, Los Juglares, Víctor Manuel y Ana Belen, y Paco Ibáñez, con el poema Vientos del Pueblo; Claroscuro, con Elegía; Olga Manzano y Manuel Picón, con el poema Cantar; Adolfo Celdrán, con diversos poemas, Luis Pastor, con Dos años; Pedro Faura, y también La Barbería del Sur con Rosario la Dinamitera; Filiu, con Las Abarcas desiertas Elisa Serna, con Las Cárceles; Silvio Rodríguez, con Elegía Segunda; Eva María Albistur, con Barco Negro y María Lavalle, con Cerca del agua; Amancio Prada, con Por una senda. Y las melodiosas voces de Joan Baez y Nana Mooskuri que cantaron las tres heridas de las que manaban todos los versos del poeta: «Llegó con tres heridas: / la del amor, / la de la muerte, / la de vida», que también cantó Serrat de manera memorable: «Con tres heridas yo: / la de la vida, / la de la muerte, / la del amor».

O otras voces más duras y reivindicativas como son las del grupo Primates de estética punk, con el poema Las Cárceles: «Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo, / van por las tenebrosas vía de los juzgados: / buscan a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen, / lo absorben, se lo tragan».

Y las del grupo Reincidentes en su disco ¿Y ahora qué?, con el poema El hambre: «Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas, / cicatrices y heridas, señales y recuerdos/ del hambre, contra tantas barrigas satisfechas: / cerdos con un origen peor que el de los cerdos». Estos dos últimos poemas, El Hambre y Las Cárceles, forman parte del libro El Hombre Acecha, que dedicó Miguel a su gran amigo Pablo Neruda: «Tú preguntas por el corazón, y yo también. Mira cuántas bocas cenicientas de rencor, hambre, muerte, pálidas de no cantar, no reír: resecas de no entregarse al beso profundo. Pero mira el pueblo que sonríe con una florida tristeza, augurando el porvenir de la alegre sustancia. El nos responderá. Y las tabernas, hoy tenebrosas como funerarias, irradiarán el resplandor más penetrante del vino y la poesía».

Murió el poeta y nos quedó la sustancia de sus poemas. Desde entonces no han dejado de ser cantados sus versos para dar un nuevo sentido y resplandor a la vida. No han caído en saco roto sus versos: «Para la libertad sangro, lucho, pervivo. / Para la libertad, mis ojos y mis manos, / como un árbol carnal, generoso y cautivo, / doy a los cirujanos».


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