Llevo
tantos días llorando a mares que Oliverio Girondo tendría que escribir
un nuevo poema para encerrar en él tanto desamparo. He llorado tanto que
el agua y la sal son los unicos elementos que ahora mismo me componen. A
casi nadie le gustan las lloronas. Todos huyen de la gente que llora. Y
por qué llorará esta loca, se preguntarán algunos, de qué tendrá
queja...Y es que tras cinco décadas de llantos aún me quedan lágrimas
para tantos desasosiegos, para tantas decepciones,
para tantos proyectos malheridos, para tantas pérdidas propias y
ajenas, para tanta injusticia, para tanta impotencia... En la cultura de
la felicidad impostada la tristeza es un mal a erradicar, una molestia.
Es mejor no victimizarse, no reconocer tu descalabro. Sonreír a la
cámara y esconder tus miserias. Ir al médico, tomar pastillas, encontrar
la dosis para que no te duela el mundo. Seguir formando parte del
engranaje y aceptar. Aceptar los silencios, los abrazos no dados, los
fracasos. Y reconocer que nunca debiste soñar un sueño que no te
pertenecía.
©Marisa Peña
PD. Es un texto metafórico y no
literal, pero hay en él un camino que lleva directo a una verdad, a mi
verdad. Por si a alguien le interesara...
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