febrero 13, 2010

Galicia, el roble (44.16) carballo y la industria

(Artículo remitido por mi hija. Ignoro su origen: Canción triste de Hill Street es su título original...
Buscando en internet encuentro que procede de esta página La mirada del mendigo LEMA: Más allá de mis cartones... que lo publicó en 30 de abril de 2008. PAQUITA) lamiradadelmendigo.blogspot.com/
Actualmente esmola.wordpress.com/

Cuando el genial Castelao dibujó esta viñeta, hará dentro de poco un siglo, era ya un problema viejo -no puedo copiarla-.

El roble es un árbol que tarda mucho en crecer. Precisamente por eso, su madera tiene unas excepcionales cualidades tanto como combustible, como para construcción, especialmente la construcción naval por su resistencia al agua salobre. Sus formas atormentadas eran especialmente apropiadas para las cuadernas de los barcos.

Hace ya siglos que muchos bosques del Noroeste español fueron considerados de interés estratégico para la Armada. Galicia tuvo la desgracia de tener los astilleros de Ferrol. De esta forma, los más antiguos bosques de roble carballo fueron abatidos para sostener el Imperio Español a flote.

Primero empezaron los bosques costeros, los de más fácil extracción. Luego la plaga progresó por las vías fluviales, las terrestres...

De esta forma, España esquilmó los intemporales carballales gallegos para abastecer de madera de calidad la pulsión bélica e imperialista de sus monarcas.

Por un lado el Estado cortando robles; por otro lado las expropiaciones de bienes eclesiásticos, compradas a bajo precio por nobles, que talaban la madera y la revendían a continuación; y más, una población gallega que aumentaba y presionaba al bosque buscando más tierras para el cultivo y el pastoreo.

Luego llego la modernidad, y se encontró la feraz Galicia, pelada como una gallina preparada para el caldo.

Y la modernidad sorprendió a España con el feliz reinado de la tatarabuela de nuestro monarca actual. Una reina sobria, inteligente, bienamada por su pueblo, con sentido de Estado y reconocida moralidad, buen criterio, e independencia en el juicio.

Uno de sus múltiples logros fue consumar el atentado ecológico contra Galicia: en los claros que habían dejado las sierras al servicio de la Armada, se plantarían pinos.

Tantos pinos se plantaron, de aquello hace ya dos siglos, que al pino utilizado en las repoblaciones (pinus pinaster, propio de climas mediterráneos) se le llama hoy en día piñeiro bravo o piñeiro do país. Muy probablemente para distinguirlo de la otra variedad de pino que fue usada en posteriores repoblaciones: el pino radiata, natural del Nuevo Mundo.

Con este colono anglosajón entró (para quedarse) otro, en época de la dictadura (ya había sido introducido de forma experimental con notable éxito hacía décadas): el eucalipto. Continuando la sabia política de la monarquía, el nuevo régimen convirtió a Galicia en una fuente inagotable de recursos para la industria papelera. Una la colocaron en la ría de Pontevedra. La otra, en la ría de Navia (no sólo los gallegos iban a tener el honor de recibir el progreso).

De esta forma, el aldeano gallego vio como sus viejos bosques de robles, desprestigiados robles, se convertían primero en campas rasas, luego en pujantes plantaciones de esos nuevos árboles que traía el progreso. Crecían rápidos, eficientes, prolíficos; el pino y el eucalipto eran la encarnación celulósica del ideario fascista.

Pero en las plantaciones de eucaliptos los cerdos no tenían que comer. No salían setas, no podías apacentar las vacas, ya no encontrabas la hierba que te curaba tal cosa, ni siquiera para coger leña servían.

Esos bosques eran para la industria. Todo el monte, labriegos incluidos, tenían que someterse al progreso industrial. Los designios de la cúpula fascista habían decidido que Galicia sería referente mundial en la producción de pasta de celulosa para la fabricación (en otros países) de papel tisú (el de limpiarse los mocos o el culo, y perdónenme la claridad en la exposición).

El mal estaba hecho. Los carballales hubieran tardado décadas, siglos en regenerarse, pero lo hubieran logrado. La capacidad de regeneración del roble en su tierra es tremenda. Sin embargo, al plantar especies de rápido crecimiento, formidables competidores por el agua, la tierra y el sol, al carballo no le quedaba ninguna oportunidad. Y fue progresivamente desapareciendo del paisaje gallego, arrinconado sólo en aquellas áreas apartadas donde el transporte costaría más que el mismo valor de la madera.

Acabó la dictadura, y llegaron los incendios. Pero... eso ya es otra historia.

¿Y ahora?

¿Cómo pensáis que acaba el cuento? ¿Pensáis que es un cuento con final feliz? Quizá estáis esperando que diga que en nuestros días, nos hemos dado cuenta del crimen ecológico cometido y estamos rectificando. Hoy en día, con tanta universidad por todos lados, con ordenadores por todas partes, fibra óptica tendida a lo largo y ancho de Galicia y catedráticos y doctores dando conferencias por doquier, hubiera unanimidad en reconocer que la destrucción del bosque atlántico supone un etnicidio, pues hace desaparecer el medio natural en el que se desarrolló la cultura gallega, perdiendo esta su esencia, referente y significado.

¿Parece obvio, verdad? ¿Qué es un indio de la amazonía si le quitan la selva para plantar maíz? Es un etnicidio, no hay duda. Lo es en el caso gallego.

Hay que proteger los ecosistemas autóctonos. Estamos todos de acuerdo ¿no?

Pues NO.

Lamento no disponer de más datos. Lamentablemente, el oscurantismo con que las administraciones manejan nuestro dinero sigue pareciéndose más a un absolutismo ilustrado que al gobierno de los ciudadanos que implica la democracia.

Sólo he podido encontrar un estudio exhaustivo, del periodo 96-99. Al final de este periodo, las especies empleadas en la repoblación del monte gallego eran: Coníferas = 62%. Eucaliptos = 32,69%. Apreciándose un fuerte impulso en la repoblación de caducifolias, llegando al... 5,31%.

Lo cual quiere decir que... la destrucción no sólo continúa, sino que se intensifica. Menos de un 2% de los árboles que se utilizaron para repoblar los bosques gallegos en el periodo 96/99 eran especies autóctonas.

La destrucción de los ecosistemas gallegos se consuma un gobierno tras otro. Con el nuevo gobierno post-fraguista, se aprecia un aumento de las caducifolias: roble americano. Más de lo mismo. Se repuebla muchísimo menos de lo que arde. Y se repuebla agravando el daño de los incendios. Perpetuando el daño de los incendios. Haciendo que ese daño sea irreversible, al plantar especies invasoras.

Galicia sigue siendo tierra servil sometida a los intereses de la industria. Madera barata para limpiarse el culo con ella o hacer muebles baratos con sus virutas".

Caminante dijo... 13 febrero, 2010 13:42
Soy PAQUITA, he llegado aquí buscando en Internet al autor del texto que me ha remitido hoy mismo mi hija, que a su vez lo recibiría de sabediosquien -no se lo he preguntado, estudió Ambientales, por si sirve de pista-.
El caso es que lo voy a publicar en mi página dentro de 3 horas. Supongo que no tendrás objeciones al respecto. Si estoy equivocada me lo dices y, sin problema, no lo haría. Saludos desde Madrid


1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buenas, paquita.

Para mí no es ninguna molestia, sino un orgullo que subas algo que has escrito.

No tienes que pedir permiso para ello. Mira, si te fijas en la barra lateral de mi blog (el antiguo o el nuevo), verás que aparece el símbolo de Creative Commons. Es una licencia alternativa al copyright por la cual el autor (moi même, en este caso) permite la divulgación de todo su contenido, su reelaboración, con la única premisa que no haya explotación comercial del mismo.

Hablando llano, que puedes hacer con todo lo que haya en mi blog lo que te dé la real gana, sin necesidad de pedirme permiso.

La cultura se crea compartiendo, es un edificio que levantamos entre todos (teoría constructivista del conocimiento), reelaborando la obra de otros.

Un saludo!