Fernando Broncano R 17/2/2015 pág. fb
Por fin estoy leyendo "La fiera" de Ben Clark. Me enorgullezco de pocas cosas, una de ellas, de haber conocido, admirado y poder haber leído a quien es la voz ya clásica de la nueva generación. Hay poetas que saben interpretar el tiempo (en inglés y en español) y nos lo hacen ver a todos. Ben es uno de ellos:
QUIZÁ
Cuando no había labores y la gente caminaba
de norte a sur huyendo de un dios niño
salvaje, cuando con pocas
palabras era fácil hacer fuego,
debió de existir por fuerza un hombre bruto
el primero de todos los que habrían
de poblar los pasillos con nuevas mansedumbres
Debía de parecerse algo a mí,
quizá
mirando hacia la luz del horizonte
y caminando solo.
Yo no sé si él llegó a intuir entonces
el increíble número no nato
de cuerpos y kilómetros que aún
faltaban todavía
Y si hubiera contemplado el vasto horror incumplido,
todo el dolor que podría evitarse
si abrazara aquel niño dios del norte,
si quieto fuera fósil, roca, nada.
Si tuviera delante guerras y noches ciegas
y llantos y niñas serias vestidas con uniforme;
un ejército de miércoles sin fin marchando hacia atrás,
hundiéndose en su pecho
susurrando los nombres de los muertos
que nunca nacerían si él muriera.
Si este abuelo imposible pudiera verlo todo
y en un instante lúcido
pudiera vislumbrarte aquí sentada,
fruto extraño de la sucia deriva de milenios,
quizá le pareciera todo bueno.
de norte a sur huyendo de un dios niño
salvaje, cuando con pocas
palabras era fácil hacer fuego,
debió de existir por fuerza un hombre bruto
el primero de todos los que habrían
de poblar los pasillos con nuevas mansedumbres
Debía de parecerse algo a mí,
quizá
mirando hacia la luz del horizonte
y caminando solo.
Yo no sé si él llegó a intuir entonces
el increíble número no nato
de cuerpos y kilómetros que aún
faltaban todavía
Y si hubiera contemplado el vasto horror incumplido,
todo el dolor que podría evitarse
si abrazara aquel niño dios del norte,
si quieto fuera fósil, roca, nada.
Si tuviera delante guerras y noches ciegas
y llantos y niñas serias vestidas con uniforme;
un ejército de miércoles sin fin marchando hacia atrás,
hundiéndose en su pecho
susurrando los nombres de los muertos
que nunca nacerían si él muriera.
Si este abuelo imposible pudiera verlo todo
y en un instante lúcido
pudiera vislumbrarte aquí sentada,
fruto extraño de la sucia deriva de milenios,
quizá le pareciera todo bueno.
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