El 79% de los cargos de dirección y cátedras de las universidades públicas están ocupados por hombres
Las investigadoras de nuestro país cobran, de media, 9.416 euros anuales menos que ellos
Las investigadoras de nuestro país cobran, de media, 9.416 euros anuales menos que ellos
Son los resultados del informe Científicas en Cifras 2015, el último presentado por la secretaria de Estado de I+D+i, Carmen Vela, y por la directora de Unidad de Mujeres y Ciencia, Ana Puy. La desigualdad se dramatiza si hablamos de uno de los sectores más esquinados desde el inicio de la crisis económica: la inversión estatal se ha recortado en más de un tercio desde 2009. Según la última encuesta de la Universidad a Distancia de Madrid, un 73% de los jóvenes investigadores de España aseguró que pretendía emigrar al extranjero en menos de un año.
Los datos del informe de la secretaria de Estado revelan que el 79% de los cargos de dirección y cátedras de las universidades públicas están ocupados por hombres; también apuntan a que el 74% de estas instituciones ya tienen en marcha un plan de igualdad. Pero por el momento, la brecha en los órganos de Gobierno persiste: en 2015 sólo había una mujer rectora en toda España (en la Universidad de Granada), y ninguna dirigía alguno de los ocho Organismos Públicos de Investigación (OPI). En 2016, el número de rectoras ascendió a tres. Sigue siendo un porcentaje residual. Esto nos lleva a otra brecha que, hoy por hoy, parece insalvable: la salarial. Las investigadoras de nuestro país cobran, de media, 9.416 euros anuales menos, de media, que sus compañeros varones.
«Mujeres en la ciencia. ¿Dónde están?», se pregunta Beatriz Sevilla, física y comunicadora científica de Scienseed. Así lo formulaba en la jornada Sin límites, que ha celebrado La Casa Encendida de Madrid para calentar motores de cara al Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que se celebra el 11 de febrero.
En las jornadas participaron también Leni Bascones y María José Calderón, científicas del CSIC. Cristina Gómez Navarro, doctora en física; Sara Gil Casanova, licenciada en física y máster en comunicación científica; Marta Cortés Canteli, doctora en bioquímica, investigadora Miguel Servet del Centro Nacional Investigaciones Cardiovasculares; Ana Justel, doctora en Economía, y Alejandra García Frank, doctora en geología. Expusieron temas tan diversos (y necesarios) como el origen del Alzheimer, la nanotecnología, las investigaciones espaciales o el deshielo del Ártico.
«Aunque el dato del 38% en España no parezca tan grave, la realidad es que ocupan puestos menos cualificados y cobran menos. Y peor aún: la proporción de mujeres y hombres, según avanzan en la carrera profesional, va a peor. Y esto no está mejorando», prosigue Sevilla, y pone un ejemplo: «En los artículos científicos, importa la primera firma, la del autor, y la última, del supervisor. Las mujeres casi siempre aparecen entre las de en medio».
La ponente atribuye esta situación a tres causas: las expectativas sociales, los sesgos externos, y los internos. «En la primera, la mujer decide tener hijos y no puede tener la labor investigadora intensa que necesitan. Cuando las mujeres procrean, repercute en su carrera profesional, lo que no sucede en el caso de los hombres. Hay más: la carrera de investigadora incluye irse al país que le requiera para el postdoctorado».
En cuanto al sesgo propio, Sevilla dice: «Se ha inculcado desde el principio de los tiempos que a los hombres se les da mejor la ciencia. Se hizo un estudio en una universidad: antes de un examen, el profesor dijo que los hombres sabían mucho más de esa materia. Los resultados de las mujeres fueron pésimos. Se hizo el mismo examen con otros grupo sin que el profesor dijera nada antes. Y las notas estuvieron mucho más igualadas».
La física apunta a otro estudio, llamado «efecto John Jennifer», para medir el sesgo externo. «Mandaron currículos para una plaza de investigación. Todos eran idénticos, pero iban firmados. Los de los hombres se valoraron mucho mejor.
Sevilla propone soluciones: «Contratar mejor. No hace falta llegar a la paridad. Pero se debería contratar a ciegas, sin saber el sexo. También implementar bajas maternales y paternales por igual de manera obligatoria. Finalmente, programas de motivación y apoyo a las mujeres que están en ciencia. Es fundamental que nos convenzcamos nuestra capacidad para lograr la igualdad».
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