noviembre 25, 2017

Recuperar la España vacía, de Juantxo López de Uralde

Camino A Gaia ·  28/9/2017
Algunos apuntes sobre cosas que hacer para revertir el proceso de despoblación rural. Añadiría una redistribución en la propiedad de la tierra, un aumento de la conciencia colapsista, dar un paso en la restauración de habitats ahora limitado a la conservación y algunas cosas mas.
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«Si no se adoptan medidas efectivas, en 20 años muchas áreas de España estarán completamente despobladas»
«Los abundantes fondos europeos recibidos para el desarrollo rural se han gastado en infraestructuras: en el ladrillo»
Juantxo López de Uralde 28 septiembre 2017 http://ethic.es/2017/09/despoblacion-espana/

despoblacion
Amplias zonas de nuestro país están azotadas por la despoblación: un 13% del territorio nacional es oficialmente desierto, con una densidad de población por debajo de ocho habitantes por km2, y tremendamente envejecida. Si no se adoptan medidas efectivas, en 20 años muchas de estas zonas estarán completamente despobladas.
Sin duda, esta situación tiene consecuencias a todos los niveles, y es necesario adoptar las medidas necesarias para tratar de corregirla. La lucha contra la despoblación puede ser efectiva. Hay países como Escocia o Finlandia que, con situaciones similares, han conseguido dar la vuelta a esta situación en regiones con problemática similar como Laponia o las Highlands. Teniendo en cuenta los resultados de los programas llevados a cabo en esos países, es imprescindible aprender de ellos; de las acciones que se están tomando allí y que han conseguido resultados. En las Hignlands escocesas, por ejemplo, gracias a las medidas adoptadas se ha conseguido la vuelta a niveles de población de hace 30 años.
Lo cierto, sin embargo, es que a pesar de la cantidad de recursos que se han invertido en España, las prácticas aquí no han sido efectivas. Una vez más, los abundantes fondos europeos recibidos para el desarrollo rural se han gastado fundamentalmente en la construcción de infraestructuras, en el ladrillo; estrategia que no ha servido para fijar población, vista la situación actual.
Desde nuestro punto de vista, es necesario en primer lugar diseñar medidas a largo plazo y con un enfoque integral. Para el diseño de esas medidas es imprescindible un proceso participativo en el que participen las personas que todavía habitan en esas zonas, contando con administraciones, emprendedores, comunidades rurales y universidades, centros de investigación e instituciones educativas, para el diseño y ejecución de las acciones propuestas. Es imprescindible un proceso de abajo-arriba. Asimismo, abogamos por apoyar la labor de muchos colectivos que están trabajando intensamente y desde hace años por revitalizar el mundo rural.

En este sentido, creemos en la innovación como una herramienta fundamental para la recuperación de la actividad en los pueblos, teniendo en cuenta que muchas de las ocupaciones tradicionales han perdido su lugar en la sociedad actual. Es también imprescindible la introducción de medidas fiscales, que han sido muy efectivas en otros países.
Otro elemento clave es la llegada de internet rápido a todos los rincones de España, algo que todavía está muy lejos de ocurrir.
Abogamos también por impulsar medidas, algunas de las cuales hemos propuesto en el Congreso. Por ejemplo, no entendemos que las actividades a promover en el mundo rural se restrinjan al mundo de la caza y la pesca, habiendo múltiples actividades posibles, muchas de ellas de gran seguimiento en el mundo actual, como el senderismo, la ornitología, el montañismo, actividades acuáticas de ocio como el kayak o el rafting. De la misma manera, no sólo existe el regadío en agricultura. Hay otras prácticas como la ganadería extensiva o la agricultura ecológica, mucho más intensivas en generación de empleo y fijación de población.
Necesitamos recuperar nuestro espacio rural, nuestros pueblos y las gentes que viven en ellos, no porque sean el patio de recreo de las ciudades, sino porque son una parte vital para nuestro país.

Juantxo López de Uralde es coportavoz de Equo y miembro del Consejo Editorial de Ethic.
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OTRO ASUNTO en Perroflautas del Mundo:
Un atentado contra una mezquita en Egipto causa al menos 235 muertos 


No hubo ruptura y tenemos esta España, de Suso de Toro

 

 

Tristeza creativa, de Piergiorgio M. Sandri

noviembre 24, 2017

Poema: Capadocia, de Antonio Gómez Hueso

Antonio Gómez Hueso  ·  24/9/2017 .   CAPADOCIA
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Fantasmas pétreos emboscados,
ejército ignimbrítico, bosque geológico,
esbeltas chimeneas de hadas,
¡ni en sueños podría imaginarte!
La luna contigo se ha emparentado.
Bendita erosión magmática
que horada, moldea y pule.
Bendita irrupción de conos basálticos,
albos, amarillos, grises y rojos,
rosáceos en los destellos del amanecer.
Bendito santo panal de existencias anónimas,
perdidas entre los siglos y el olvido.
Bendito misterio el de los monasterios,
donde el recogimiento espiritual implícito está.
Capadocia desmiente que la roca sea inane,
Capadocia santifica iglesias rupestres,
Capadocia alumbra una vida interestelar.
Estratigráfico,
me cobijaré por siempre
en tu resplandeciente oscuridad.

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OTRO ASUNTO en Perroflautas del Mundo: Pilar Manjón, sobre su acoso en redes sociales: "Me mandaban imágenes de los cadáveres destrozados" 

 

 

Rita Segato “Una falla del pensamiento feminista es creer que la violencia de género es un problema de hombres y mujeres”


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Rita Segato es doctora en Antropología e investigadora. Es, probablemente, una de las pensadoras feministas más lúcidas de esta época. Y tal vez de todas las épocas. nuevatribuna.es - 23 de Septiembre de 2017 http://www.nuevatribuna.es/articulo/sociedad/falla-pensamiento-feminista-creer-violencia-genero-problema-hombres-mujeres/20170921093249143554.html

Ha escrito innumerables trabajos a partir de su investigación con violadores en la penitenciaría de Brasilia, como perito antropológico y de género en el histórico juicio de Guatemala en el que se juzgó y condenó por primera vez a miembros del Ejército por los delitos de esclavitud sexual y doméstica contra mujeres mayas de la etnia q’eqchi, y fue convocada a Ciudad Juárez a exponer su interpretación en torno a los cientos de femicidios perpetrados en esa ciudad. Su currículum es largo e impresionante.

Más allá de todo prejuicio escandalizador, Segato ha propuesto una mirada profunda sobre la violencia letal sobre las mujeres, entendiendo a los femicidios como una problemática que trasciende a  los géneros para convertirse en un síntoma, o mejor dicho, en una expresión de una sociedad que necesita de una “pedagogía de la crueldad” para destruir y anular la compasión, la empatía, los vínculos y el arraigo local y comunitario. Es decir todos esos elementos que se convierten en obstáculo en un capitalismo “de rapiña”, que depende de esa pedagogía de la crueldad para aleccionar. Es, en ese sentido, que el ejercicio de la crueldad sobre el cuerpo de las mujeres, pero que también se extiende a crímenes homofóbicos o trans, todas esas violencias “no son otra cosa que el disciplinamiento que las fuerzas patriarcales imponen a todos los que habitamos ese margen de la política, de crímenes del patriarcado colonial moderno de alta intensidad, contra todo lo que lo desestabiliza” (*). En esos cuerpos se escribe el mensaje aleccionador que ese capitalismo patriarcal de alta intensidad necesita imponer a toda la sociedad.
No es tarea sencilla entrevistar a Rita, que es una especie de torbellino, capaz de enlazar con extrema claridad y sutileza los argumentos más complejos. Se toma su tiempo para responder, analiza cada pregunta, la desgrana, profundiza y vuelve a empezar con una vuelta de tuerca sobre cada concepto. Tiene su propio ritmo y seguirlo puede ser un desafío.
- En el marco del alarmante crecimiento de los casos de violencia de género, ¿podría profundizar en el concepto que desarrolló de que la violencia letal sobre la mujer es un síntoma de la sociedad?
- Desigualdad de género, control sobre el cuerpo de la mujer, desde mi perspectiva, hay otras feministas que no coinciden, acompañan la historia de la humanidad. Sólo que, contrariamente a lo que pensamos y a eso que yo llamo prejuicio positivo con relación a la modernidad, imaginamos que la humanidad camina en la dirección contraria. Pero los datos no confirman eso, al contrario, van en aumento. Entonces tenemos que entender cuáles son las circunstancias contextuales e históricas. Una de las dificultades, de las fallas del pensamiento feminista es creer que el problema de la violencia de género es un problema de los hombres y las mujeres. Y en algunos casos, hasta de un hombre y una mujer. Y yo creo que es un síntoma de la historia, de las vicisitudes por la que pasa la sociedad. Y ahí pongo el tema de la precariedad de la vida. La vida se ha vuelto inmensamente precaria, y el hombre, que por su mandato de masculinidad, tiene la obligación de ser fuerte, de ser el potente, no puede más y tiene muchas dificultades para poder serlo. Y esas dificultades no tienen que ver como dicen por ahí, porque está afectado por el empoderamiento de las mujeres, que es un argumento que se viene utilizando mucho, que las mujeres se han empoderado y que los hombres se han debilitado por ello y por lo tanto reaccionan así… No. Lo que debilita a los hombres, lo que los precariza y los transforma en sujetos impotentes es la falta de empleo, la inseguridad en el empleo cuando lo tienen, la precariedad de todos los vínculos, el desarraigo de varias formas, el desarraigo de un medio comunitario, familiar, local… en fin, el mundo se mueve de una manera que no pueden controlar y los deja en una situación de precariedad, pero no como consecuencia del empoderamiento de las mujeres, sino como una consecuencia de la precarización de la vida, de la economía, de no poder educarse más, leer más, tener acceso a diversas formas de bienestar. Y eso también va en dirección de otra cosa que vengo afirmando: que hay formas de agresión entre varones que son también violencia de género. Yo afirmo que los varones son las primeras víctimas del mandato de masculinidad. Con esto no estoy queriendo decir que son víctimas de las mujeres, y quiero dejarlo bien en claro porque se me ha entendido de una manera equivocada muchas veces. Estoy diciendo que son víctimas de un mandato de masculinidad y una estructura jerárquica como es la estructura de la masculinidad. Son víctimas de otros hombres, no de las mujeres. Y esto también quiero dejarlo en claro, no es que el hombre se volvió impotente porque las mujeres se potencian, sino que se volvió impotente porque la vida se volvió precaria y los deja impotentes.
- Muchas mujeres reciben esta violencia como algo normal. ¿Por qué?
- Por eso, sobre todo en España, al principio, cuando en las primeras campañas por los derechos de la mujer empezaron a aparecer estas mujeres golpeadas en la televisión, fue muy fuerte y causó mucho impacto. Plantear que la violencia doméstica es un crimen creo que fue el mayor avance de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw), es decir, que algo que es una costumbre puede ser un crimen. Es dificilísimo sobre todo en el campo del derecho dar ese paso, porque el derecho es como la santificación de todo lo que es la costumbre como ley. Pero la Cedaw dice: esta costumbre es un crimen, no puede ser transformada en ley. En ese caso de la violencia doméstica, de las violaciones domésticas se ha marchado en el camino de comprender que es un crimen. Ahora, lo que nos da a nosotros una pauta, una luz para entender mejor todo ese tema, es que cuando hay un óbito, cuando aparece un cuerpo, un asesinato de mujer nunca fue natural, ni antes ni ahora ni nunca. Y ahí vemos que hay una dificultad del derecho y del Estado en ganar terreno en este campo. Porque, sin ninguna duda, están en aumentando cada vez los feminicidios, ese verdadero genocidio de mujeres que estamos viviendo, de varias formas. Y eso lo sabemos porque ya hay más de 10 años de estadísticas en la mayor parte de los países.  Y además el avance en lo legal y lo forense respalda esta afirmación.
- Usted plantea que la violación es un acto disciplinador, un crimen de poder. ¿Qué se juega el agresor sexual en esos casos?
- Bueno, ese concepto es de altísima complejidad. Le cuesta mucho a la sociedad comprender a qué apunto. Mucha gente de bien, muy moral, saltó contra esto e intenta rápidamente diferenciarse de ese sujeto que considera anómalo, criminal, inmoral, en fin todo lo malo que se deposita en ese sujeto, en ese chivo expiatorio que es el agresor… y los otros hombres se salvan y dicen yo no soy eso. Yo eso lo pongo bajo un signo de interrogación. Yo creo que aquel último gesto que es un crimen, es producto de una cantidad de gestos menores que están en la vida cotidiana y que no son crímenes, pero son agresiones también. Y que hacen un caldo de cultivo para causar este último grado de agresión que sí está tipificado como crimen… pero que jamás se sucedería si la sociedad no fuera como es. Se sucedería en un psicópata, pero la mayor cantidad de violaciones y de agresiones sexuales a mujeres no son hechas por psicópatas, sino por personas que están en una sociedad que practica la agresión de género de mil formas pero que no podrán nunca ser tipificadas como crímenes. Por eso mi argumento no es un argumento antipunitivista de la forma clásica, en el sentido de que no se debe punir o sentenciar. Sí tiene que haber leyes y sentencias que sólo algunas veces llegan a materializarse. Pero en nuestros países sobre todo, en el mundo entero, pero especialmente en América Latina, de todos los ataques contra la vida, no solamente los de género sino de todos en general, los que llegan a una sentencia son una proporción mínima.  La eficacia material del derecho es ficcional, es un sistema de creencias, creemos que el derecho lleva a una condena. Pero claro que tiene que existir, el derecho, todo el sistema legal, el justo proceso y la punición. Lo que yo digo es que la punición, la sentencia no va a resolver el problema, porque el problema se resuelve allá abajo, donde está la gran cantidad de agresiones que no son crímenes, pero que van formando la normalidad de la agresión. Ninguno tomaría ese camino si no existiera ese caldo de cultivo.
- ¿Y por qué algunos hombres toman ese camino y otros no? Porque si es un problema social ¿no afectaría a todos por igual?
- Y bueno, porque somos todos diferentes… yo no te puedo responder eso. Lo que sí te puedo asegurar es que los índices serían muchos menores si atacáramos la base, o sea, el hábito, las prácticas habituales. Tampoco hablo de una cultura de la violación, porque se habla mucho de eso, sobre todo en Brasil. Se habla mucho de una cultura violadora. Está bien, pero cuidado con la culturalización, porque el culturalismo, en el abordaje de estos temas, le da un marco de “normalidad”, de costumbre. Como se hace con el racismo por ejemplo… es una costumbre. Yo tengo mucho miedo a esas palabras que terminan normalizando estas cuestiones.
- En relación a este tema, sobre que la violación es un crimen de poder, disciplinador, eso ¿se juega de la misma manera en el caso de los abusos de menores? Ya que generalmente los niños son abusados en su mayoría en las relaciones intrafamiliares o por integrantes de sus círculos cercanos, ¿se puede hacer una misma lectura o es distinto el análisis?
- Yo creo que es un análisis distinto, porque ahí si entra la libido de una forma en que yo no creo que entra en las violaciones de mujeres. Yo no he investigado mucho ese tema, lo que sí puedo decir al respecto es que el agresor, el violador, el asediador en la casa lo hace porque puede. Porque también existe una idea de la paternidad que proviene de una genealogía muy antigua, que es el pater familias, como es en el Derecho Romano, que no era como lo concebimos hoy, como un padre, una relación parental. Sino que el padre era el propietario de la mujer, de los hijos y de los esclavos, todos en el mismo nivel. Entonces eso que ya no es más así, pero que en la genealogía de la familia, como la entendemos, persiste… la familia occidental, no la familia indígena. Pero sí la familia occidental, que tiene por debajo en sus orígenes la idea de la dueñidad del padre. Entonces, eso aun está muy patente. Tengo estudiantes que han trabajado este tema. Por ejemplo, el caso de un pastor evangélico que violaba a todas sus hijas, y lo que sale de ese estudio es que el hombre, en su interpretación, era dueño de esos cuerpos. Eso es algo que no está más en la ley, pero sí en la costumbre. Y el violador también es alguien que tiene que mostrarse dueño, en control de los cuerpos. Entonces el violador doméstico es alguien que accede a esos cuerpos porque considera que le pertenecen. Y el violador de calle es alguien que tiene que demostrar a sus pares, a los otros, a sus compinches, que es capaz. Son variantes de lo mismo, que es la posesión masculina como dueña, como necesariamente potente, como dueño de la vida.
- En su experiencia, ¿el violador se puede recuperar de alguna forma, con la cárcel o con algún tratamiento?
- Nunca vi un trabajo de reflexión, no lo podemos saber porque el trabajo que debemos hacer en la sociedad que es primero entender y luego reflexionar nunca fue hecho. Sólo después de hacer el trabajo que está pendiente todavía de hacer en el sistema penitenciario, podemos llegar a ese punto. No hay elementos suficientes. No estoy hablando de psicópatas. Porque, a diferencia de lo que dicen los diarios, la mayor parte de las agresiones sexuales no son perpetradas por psicópatas. Los mayores perpetradores son sujetos ansiosos por demostrar que son hombres. Si no se comprende qué papel tiene la violación y la masacre de mujeres en el mundo actual, no vamos a encontrar soluciones.
Quedan pendientes tantos temas… hablar, por ejemplo, sobre el papel de los medios que, según sus propias palabras, colaboran con exhibir públicamente la agresión a las mujeres hasta el hartazgo, haciendo de la victimización de las mujeres un espectáculo de fin de tarde o después de misa, reproduciendo hasta el hartazgo los detalles más morbosos y funcionando así como el “brazo ideológico de la estrategia de la crueldad”….  Esos y tantos otros. Será en otra oportunidad. La estaremos esperando.

*Extracto del libro “La guerra contra las mujeres”, de Rita Segato.
Por Florencia Vizzi y Alejandra Ojeda Garnero para el portal agenciadenoticias.org

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OTRO ASUNTO en Perroflautas del Mundo:  Caminata del Silencio. 25 Nov. 19h. 30´ Pza. Constitución Málaga

 

 

Refuerzos en el metro por el 'black friday' mientras rechazan hacerlo por las restricciones al tráfico en periodos de alta contaminación.

 

 

 

Mi violación, de Ruth Toledano

Yo cuento mi experiencia personal para dar testimonio de que nadie tiene la potestad de determinar cómo han de ser el comportamiento y la vida de una mujer libre, ni antes ni después de una violación
Manada feminista contra el cuestionamiento de la víctima de una violación en grupo en los Sanfermines.
Manada feminista contra el cuestionamiento de la víctima de una violación en grupo en los Sanfermines.

Un tío al que acababa de conocer me violó en su casa. Era un piso en la Ronda de Atocha de Madrid. No recuerdo el número de la calle. El edificio, más o menos: podría ser ese o el de al lado, no he llegado a distinguirlo cuando he pasado después por allí. Ni siquiera recuerdo la cara de él. Y, sin embargo, la cara de él fue lo primero que cambió las cosas aquella mañana.
Conocí a aquel tipo en un bar, de noche, tomando copas. Él era joven, encantador y atractivo. Yo también. Nos gustamos y seguimos juntos por ahí. Después, decidimos irnos a su casa. Yo iba, obviamente, a acostarme con él. Al entrar ya era de día y el salón (uno de esos salones perfectamente impersonales que suelen tener algunos hombres) estaba inundado de luz.
En milésimas de segundo supe que pasaba algo. La cara de él se había transformado por completo. Lo que antes era amable y sonriente se convirtió en duro y amenazante. Yo casi no había tenido tiempo de identificar ese cambio, pero cuando me miró fijamente sentí miedo. Eran la mirada y el gesto de alguien que podía, acaso buscaba, hacerme daño. Se acercó al equipo de música y puso algo muy alto, demasiado alto. Cuando estaba de espaldas vi, de reojo, que había dejado puestas por dentro las llaves de la entrada a la casa. Yo ya había decidido que quería irme. Seguía de pie en medio de ese salón, sin moverme. Aquella música sonaba demasiado alta. Al volverse hacia mí se lo dije. Que me iba a ir. Quizá le dije que estaba cansada o que tenía algo que hacer, no sé. Me miró de tal forma que pensé que podía matarme. Empezó a llamarme puta, cerda, guarra, palabras así.
No sé cuántas veces le dije que quería irme. Puede que no muchas, para que no se pusiera más agresivo. Cuando vi que se acercaba a la puerta de entrada, daba la vuelta a la cerradura y se guardaba las llaves en el bolsillo, supe que yo iba a sufrir y que acaso podía morir de una manera horrible. Entonces decidí dejarme hacer. Aguanté sus insultos, que le excitaban, como si realmente no me importaran. Aguanté la fuerza excesiva de sus brazos, como si formara parte del juego sexual que yo había ido a jugar. Entré en su habitación, entré en su cama. Su cara me producía tanto terror que lo demás era lo de menos. No dejé de pensar que de un momento a otro iba a empezar a estrangularme, a asfixiarme con la almohada, a machacarme la cabeza con algo. Hasta que se quedó dormido.
Creo que lo peor fue esperar tumbada junto a él a estar segura de que su sueño era profundo. Incorporarme con una lentitud casi imposible. Recoger mi ropa. Sacar del bolsillo de su pantalón las llaves de la casa y que no sonaran, apretándolas fuerte con el puño, sin dejar de mirarle por si se movía. Cruzar el salón y llegar a la puerta con un sigilo casi inverosímil. El corazón se me salía. Probar qué llave, el ruido de meterla, el ruido del cerrojo, salir al descansillo sin dejar de mirar atrás, el ruido de la puerta al cerrarla, correr escaleras abajo, vestirme al mismo tiempo, llegar al portal sin respiración, salir a la calle. Un sol violento que era mi salvación.
No denuncié a aquel tío que me violó. Ni siquiera se lo conté a nadie. Hoy lo haría. De esto hace más de veinte años y las mujeres aún no éramos manada. Me fui a mi casa, sola, sintiendo miedo y asco, pero también con un gran alivio por haberme librado de algo mucho peor.
Si yo hubiera ido aquella mañana a una comisaria solo habría tenido mi palabra contra la de él. No me había pegado, no había señales de violencia en mi cuerpo, no me había forzado sexualmente. Podía haber muchos testigos que nos hubieran visto juntos aquella noche, divirtiéndonos por ahí, risueños, coqueteando, a lo mejor nos besamos en un taxi. Podía haber testigos que me hubieran visto entrar con él en su portal, coger el ascensor, pasar voluntariamente a su casa. Yo, que ni siquiera lloraba, tendría que haber convencido a policías, peritos y jueces de que aquel tipo me violó. Convencerles de que había querido irme con él pero, en un determinado momento, cuando él se transformó, yo le había dicho no. Hacerles entender que no es no.
Después de ser violada sin resistirme en un piso de la Ronda de Atocha de Madrid mi vida siguió siendo en apariencia exactamente igual que antes. Si en los días, semanas y meses posteriores me hubiera espiado un detective habría visto a una mujer joven yendo a trabajar, saliendo con sus amigos, celebrando cumpleaños, haciendo un viaje si se presentaba la ocasión, tomando copas, bailando, paseando al sol. Habría visto a una mujer joven que reía, se divertía, disfrutaba de la vida y seguía siendo libre.
Seguro que yo entonces ni siquiera tenía tanta conciencia sobre lo que me había pasado como la que tengo ahora. A fin de cuentas a las mujeres siempre nos han pasado cosas así, como si fueran gajes del oficio de serlo: a la mayoría nos ha enseñado la polla un tío en el autobús al volver del colegio; a la mayoría los tíos nos han tocado el culo sin permiso, nos han aprisionado contra una pared, nos han magreado las tetas cuando bebimos de más, nos han acosado en los entornos profesionales, nos han hecho falsas promesas de trabajo para disimular su única intención, nos han incomodado con sus comentarios, sus miradas, sus alusiones sexuales. La mayoría de las mujeres nos hemos tenido que quitar a muchos tíos de encima, a veces, literalmente, a empujones. Nos han tenido acostumbradas. Así que es posible que yo misma, de alguna manera, considerara entonces mi violación como un episodio de riesgo, como algo que te podía pasar si estabas en el lugar equivocado y dabas con el tío equivocado. Nos tenían acostumbradas.
Ahora, sin embargo, mientras escribía la primera parte de esta columna, la que describe mi violación, se me ha puesto mal cuerpo. El pulso se me ha desbocado y he sentido escalofríos. De hecho, me he mareado un poco. Después de muchos años he recreado aquel miedo y lo he vuelto a sentir. No me había pasado desde entonces, quizá porque nunca lo había escrito. A algunas personas les he contado alguna vez lo que viví, pero sin emociones, casi como si lo hubiera vivido otra persona, un episodio meramente ilustrativo de las circunstancias en las que una mujer puede ser violada.
Si hoy lo cuento aquí es porque una chica de 18 años está siendo cuestionada tras haber denunciado una violación, grupal para más inri. Uno de los abogados de los tíos a los que ella señala como sus violadores ha intoxicado a medios de comunicación y tertulianos, a la opinión pública, para que juzguen el comportamiento de ella previo a la agresión, su ánimo posterior, su vida privada después de la violencia. Yo cuento mi experiencia personal para dar testimonio de que nadie tiene la potestad de determinar cómo han de ser el comportamiento y la vida de una mujer libre, ni antes ni después de una violación. Y la cuento además para ilustrar el hilo de pánico que puede unir violación y sexo consentido. Yo consentí que un tío me violara. Preferí ser violada a ser descuartizada.
Después, durante mucho tiempo, he creído que mi violación no había afectado a mi vida posterior: he seguido haciendo lo que me ha dado la gana, he entrado y salido cuando me ha apetecido, he viajado por donde he querido, he ligado, he amado, he conocido a mucha gente, me he divertido con muchas personas desconocidas. Una mujer libre. De hecho, he llegado a preguntarme por qué una tía como yo vuelve la cabeza cuando va sola por calles solitarias y oscuras, por qué hago como que voy hablando con el móvil, por qué tengo tanto miedo al entrar de madrugada en mi portal, por qué soy incapaz de cruzar un parque de noche o de dormir en el campo si no estoy acompañada. Me he preguntado por qué no es más valiente una mujer como yo. El otro día, en la concentración ante el Ministerio de Justicia, mi manada, la manada feminista, coreó la respuesta: no queremos ser valientes, queremos ser libres.

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OTRO ASUNTO en Perroflautas del Mundo: 13.500 mujeres denuncian violencia machista cada mes 

 

 

El Supremo confirma la condena al Ayuntamiento de Boadilla por acoso laboral a la denunciante de 'Gürtel'

 

 

#MANADA, de German Cano

German Cano ·  18/11/2017  #MANADA
"Si no hay dolor, no hay juego". Según cuentan las crónicas más o menos amarillas que circulan estos días, este es el lema que se tatuó José Ángel Prenda en su cuerpo. También su amigo, Alfonso Jesús Cabezuelo, soldado de la Unidad Militar de Emergencia (UME) destinado en la base sevillana de Morón de la Frontera lleva tatuado en su pie derecho a un lobo aullando y la frase "El poder del lobo reside en la manada".
Leemos estos días muchos comentarios sobre lo sucedido en Pamplona, muchos, ciertamente, irrelevantes, sensacionalistas, pero me parece importante recordar aquellos que invitan, a raíz de lo sucedido, a cuestionarnos como hombres dentro de una estructura socio-cultural que está encima de de nosotros, con nuestros defectos y virtudes individuales respecto a la interiorización patriarcal.
No es difícil reconocer en las conversaciones de la “manada” sobre sexo, salpicadas de zafio machismo, testosterona acomplejada, culto al gimnasio y complicidad futbolera, al neofascismo cotidiano del macho contemporáneo. Una identidad forjada por el sentido sacrificial del dolor, el analfabetismo emocional -amistades que curiosamente refuerzan la falta de empatía respecto a la diferencia (obsérvese el comentario de uno de ellos respecto a discapacitados mentales)- y el refuerzo grupal para la transgresión. "Estas vacaciones son la prueba de fuego para ser un lobo", se decían entre sí antes de viajar a los Sanfermines con los resultados ya conocidos.
¿Estas desgracias humanas son hombres-hombres o son hombres incapaces de mantener cierta posición masculina ante las nuevas transformaciones culturales socioculturales protagonizadas por las mujeres? ¿Estas actitudes son propias de hombres que solo son hombres o de hombres que ya no saben ser hombres ante la presencia cada vez más ofensiva para ellos de las mujeres? ¿Hombres que intentan compensar su crisis de identidad sobrereaccionando a través de esta relación patológica con el dolor, la indiferencia a la sensibilidad y el odio a la vulnerabilidad? No estoy seguro de responder a esto, sobre todo si me analizo desde el psicoanálisis y desde mi deseo sexual como hombre.
"Si no hay dolor, no hay juego". Si no hay sacrificio, no merece la pena. Primero se sacrifica en el gimnasio la grasa, la flacidez, la debilidad (también las neuronas). Luego, la grasa, la debilidad, la flacidez a sacrificar se busca en los otros (significativo que buscasen a "las gordas"). Allá donde hay búsqueda del dolor tiene que desaparecer lo femenino, hay que violarlo. En un mundo donde hay hombres que entienden que lo peor que puede pasar es la flacidez, la debilidad de la carne, no hay futuro para nadie. Esa cultura que fomenta "lobos" es, efectivamente, estructural, va más allá de los individuos, porque conforma algo así como nuestro "inconsciente social" cotidiano. Esa cultura seguirá estando ahí después del juicio. Si los hombres no luchamos contra ella tampoco habrá hombres que valgan la pena.

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OTRO ASUNTO en Perroflautas del Mundo: Injusticia epistémica: la víctima lo es dos veces, la primera por la agresión, la segunda porque su voz no se considera como testimonio, de Fernando Broncano R

 

 

Petición de Apoyos al Manifiesto Social/

 

 

 

noviembre 23, 2017

¿Parques Nacionales o parques temáticos? Estercolero por herencia, de César Palacios


César Palacios -periodista experto en medio ambiente-, 20minutos.es, 17/10/2017 http://www.20minutos.es/opiniones/cesar-javier-palacios-tribuna-parques-nacionales-parques-tematicos-3161696/

Este verano la hemos petado. España recibió hasta agosto 57,3 millones de turistas extranjeros, casi un 10% más que en 2016. Bienvenido, mister Marshall. Pero, en lugar de seguir tocando campanas, a muchos estas cifras les empiezan a tocar las narices. Turismofobia lo llaman. El problema empieza a extenderse como preocupante reacción social a la masificación turística de algunas ciudades. ¿Qué hacer para impedirlo? En Baleares, que recibió 2,4 millones de turistas extranjeros estivales, un 2,6% más, pretenden reducir estas cifras. Decrecer en verano y aumentar en invierno para poner fin a la temporalidad. Cambiar cantidad por calidad. No quieren ser el destino turístico con más visitantes del mundo, sino el de mayor calidad de vida. Quieren desarrollo sostenible. La aplicación de un impuesto turístico (ecotasa) va en esa línea. Parecido problema se da en los espacios naturales. Allí la biodiversidad también sufre turismofobia hacia un número creciente y excesivo de visitantes que acaban con la tranquilidad de lugares extremadamente frágiles donde se refugian seres vivos muy amenazados. En apenas 15 años el turismo de naturaleza ha aumentado en España un 30%, algo muy positivo para nuestro depauperado mundo rural, pero desconocemos los límites. Sólo en los 15 Parques Nacionales son casi 15 millones de visitantes anuales. Se han convertido en grandes atracciones turísticas. Todo el mundo quiere visitarlos y eso también es muy bueno. Pero somos muchos. Demasiados. Por eso sus gestores hacen cabriolas para compatibilizar la conservación de los recursos naturales con la difusión de sus valores, asegurando al mismo tiempo su disfrute. Algo así como la cuadratura del círculo porque, de momento, no está previsto cobrar ecotasa o entrada en ellos. Lo que sí hay son cupos máximos, como los 250 diarios para entrar en autobuses todoterreno a Doñana, los 200 para poder coronar la cima del Teide, los 50 permisos de fondeo en Cabrera o los 2.000 al día del Parque Nacional de las Islas Atlánticas (Pontevedra). Se dice fácil, pero cumplirlo es más complicado. En las Cíes, la presión de los miles de turistas que quieren visitarlas y la avaricia de las navieras ha permitido este verano la llegada de miles de personas más por encima de las cifras autorizadas. Durante los meses de julio y agosto recibieron el impacto de más de 130.000 visitantes y casi 50.000 campistas, además de los cientos de trayectos de las embarcaciones que fondean o navegan de un lado a otro de la ría de Vigo. Pero difícilmente se puede organizar esta marabunta cuando llevan 15 años esperando la aprobación de un Plan Rector de Uso y Gestión. Plan que debería incorporar un estudio fiable respecto a la capacidad de carga que pueden asumir estos ecosistemas marinos y terrestres sin degradarse. Porque no nos engañemos. Lo de los 2.000 al día está calculado poco más que a ojo, sin una base científica fiable. No quieren ser el destino turístico más visitado, sino el de mayor calidad de vida. Lo mismo ocurre en el Parque Natural de Lobos, diminuta isla localizada entre Fuerteventura y Lanzarote. Una maravilla que también está muriendo de éxito. En teoría solo pueden visitarla 200 personas diarias, pero como nadie controla el acceso este verano recibió a más de 2.000. Para tratar de solucionar el problema, en lugar de mejorar la gestión se quiere aumentar el límite máximo a 700 personas, cifra igualmente decidida sin estudios científicos y que, como se temen los ecologistas, tan solo permitirá que en lugar de 2.000 puedan llegar 7.000, 10.000 o todos los que las barcas y zódiac-taxis sean capaces de transportar para destrozo de este delicado volcán en medio del Atlántico. Ni te imaginas las toneladas de basura que se sacan de allí cada poco, el pisoteo y ruido sufrido en unos valiosos espacios que entre todos hemos decidido conservar para disfrute de esas generaciones que aún no han nacido. Me temo que les vamos a dejar un estercolero por herencia.

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