octubre 12, 2024

CTXT. Chile. “Fue sorprendente la frialdad con la que me habló de los crímenes en los que había participado”. Por Ritama Muñoz-Rojas

 Ritama Muñoz-Rojas 12/09/2024

Verónica Estay es la sobrina de ‘El Fanta’, un antiguo líder del Partido Comunista que terminó vendido a la dictadura chilena. Fue el detonador del Caso Degollados, que acabó en el secuestro, tortura y muerte de tres dirigentes del PC

Verónica Estay Stange, escritora, profesora y miembro del colectivo Historias Desobedientes. / Imagen cedida


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Verónica Estay es la sobrina de Miguel Estay, El Fanta, condenado a cadena perpetua en Chile, fallecido en 2021 por covid y conocido sobre todo por su participación en el Caso Degollados, uno de los más espeluznantes y crueles episodios ocurridos durante la dictadura de Pinochet que conmocionó a todo el país. La historia de Miguel Estay resulta también sobrecogedora cuando uno se entera de que fue un destacado miembro del Partido Comunista en Chile, detenido y torturado en los primeros años de la dictadura, y luego delator y miembro de la policía secreta de Pinochet, de uno de los grupos ejecutores de torturas, desapariciones o asesinatos de los opositores. 

Sin embargo, lo destacable de esta conversación no es la biografía del genocida que daría para una serie de éxito basada en hechos reales, sino el coraje, la voluntad, la decisión y la preparación emocional e intelectual de una joven hija de exiliados chilenos en México que, en contra de la voluntad de sus padres, decide viajar para conocer a su tío, ya preso, y plantarle cara, interpelarle. Se preparó a fondo ese encuentro, al que llegó con conocimientos sobre los mecanismos que usan los genocidas para destruir la verdad y colocar la suya; tiró del psicoanálisis, estudió el clivaje, la historia de su país. En esta entrevista nos habla de ese proceso, del encuentro con El Fanta y de episodios que marcaron la historia de Chile por su crueldad y que han salpicado a su apellido. Nos habla de lo más difícil de manejar en un genocida, que es el lado humano. 

Verónica Estay, de 44 años, es doctora en literatura francesa, y profesora en la Universidad París Cité, ciudad en la que reside desde hace veinte años. Ahora forma parte del colectivo Historias Desobedientes, el movimiento integrado por hijas, nietas, sobrinas, familiares de perpetradores que participaron en la represión y aniquilación de los opositores en regímenes dictatoriales del siglo pasado. 

¿Por qué es importante que los familiares de genocidas, como usted, denuncien públicamente?

Me parece importante en varios niveles. Hay un nivel pragmático, en el que poco podemos incidir, porque tiene que ver con los procesos judiciales en curso y, en este caso, los compañeros y compañeras que tienen información y pueden contribuir dando sus testimonios lo están haciendo, como en Argentina, a pesar de la prohibición de que los familiares denuncien a sus propios familiares. En Chile, algunos compañeros han hecho documentales que muestran la imagen de los perpetradores que son familia y que pueden ser usados en los juicios. Pero en esa dimensión es difícil contribuir mucho más. Luego existe un campo simbólico, que no es menor, en el que Historias Desobedientes, los descendientes de perpetradores, podemos hacer mucho. Theodor W. Adorno decía que para entender las raíces del mal tenemos que indagar en los perpetradores, que no sirve de nada buscarlas en las víctimas, porque nada pueden aportar al respecto. Adorno dice que hay que conocer el mecanismo que lleva a los perpetradores a cometer los crímenes, para poder entenderlo e, idealmente, prevenir; porque si no se entiende, no se puede prevenir. Creo que, dado que los perpetradores pocas veces hablan con la verdad de sus propios mecanismos, somos los hijos o los familiares los que podemos ser una puerta de acceso muy importante para entender esos mecanismos y prevenirlos en el futuro. Si se entiende lo que lleva a un hombre en determinadas circunstancias a implicarse en el crimen, quizá se pueda prevenir centrándonos en la educación; justamente, el ensayo de Adorno se llama Educar después de Auschwitz.

También tiene que ver con el plano simbólico: una reparación que pasa por el contacto de persona a persona con las víctimas. Puesto que, por lo menos en Chile, el trabajo de reparación está lejos de haber sido suficiente, el hecho de encontrarnos con las víctimas de nuestros familiares o con otras víctimas resulta reparador, en primer lugar, para ellas, pero también para el país. Hablo de una reparación desde abajo, una reparación que viene no solo de lo civil, sino de lo humano. Desde luego, no reemplaza la reparación que debería proceder del Estado, pero es una reparación humana que, en algunos casos, puede ser muy profunda. Creo que en estos momentos de una deriva que va hacia el auge de la extrema derecha podemos servir como advertencia y como prevención, permitiendo la comprensión de todo lo que conduce a un sistema totalitario y cómo ese sistema puede ir implicando a las personas. 

Cuéntenos su historia como familiar de un genocida

Yo nací en México cuatro años después de que mis padres llegaran como exiliados políticos. Mi familia es de Chile. Mis padres eran militantes de las juventudes comunistas, de la Unidad Popular de Salvador Allende. Mi abuelo era el director del hospital Psiquiátrico de Santiago, de ideas progresistas, aunque no militaba, pero desde el principio le dijeron que estaba en una lista negra, así que decidió y logró salir del país, irse a México. Mis padres se quedaron, cayeron presos y, cuando les soltaron, también se fueron a México. 

El hermano de mi padre, mi tío, también era militante del Partido Comunista y con un grado de responsabilidad más importante que el de mis padres; era alguien que trabajaba activamente contra la dictadura, y fue el primero de la familia en caer. Después cayeron mis padres que, al cabo de pocos meses, salieron libres. Pero mi tío, bajo tortura, empezó a colaborar; y como tenía mucha información por su rango en el partido, denunció a todos sus compañeros del Partido Comunista; fue por eso por lo que cayó la cúpula del partido. Y, a partir de ahí, siguió colaborando voluntariamente con la dictadura de Pinochet, hasta el punto de que en 1985 participó en lo que se conoce como el Caso Degollados [el secuestro, tortura y asesinato de los militantes comunistas Manuel Guerrero, José Manuel Parada y Santiago Nattino].

En esa colaboración con la dictadura, ¿participó siempre como civil?

Sí, él colaboraba como civil, siempre fue civil, pero participaba en labores militares de inteligencia. Pasó a formar parte del Comando Conjunto, que es un grupo menos conocido que la Dina. La Dina y el Comando Conjunto constituían la policía secreta de Pinochet [ejecutoras de secuestros, desapariciones, torturas y asesinatos] El Comando Conjunto, que era un grupo casi secreto, estaba bajo las órdenes de Gustavo Li, de la fuerza aérea y miembro de la Junta Militar. 

¿Cuáles eran las funciones que llevaba a cabo su tío, El Fanta, en el grupo represivo?

Por lo que yo he leído, hacía análisis, configuró todo el organigrama del Partido Comunista para tenerlos controlados. Él participaba en labores tácticas. Después del Caso Degollados, pasa a ser prófugo y huye a Paraguay. Cuando llega la democracia a Chile [1990], se entrega porque está acorralado. Se entrega, da testimonio, declara que él no ha participado en nada, que del Caso Degollados se enteró por la radio. Pero poco a poco se fue demostrando su responsabilidad y se le condenó a cadena perpetua a mediados del 95.

¿Usted conoció a su tío?

Conocerlo íntimamente, no, porque yo estaba al otro lado del mundo. Conocía de su existencia por relatos de mis padres, nadie de mi familia quiso volver a verlo, solo lo intentó mi abuelo, pero murió antes. Era como un tabú en la familia, Pero yo sí quise conocerlo y fui a verlo a la cárcel. Así que, estrictamente hablando, sí le conocí. Es algo que mi padre no me va a perdonar, pero sí, fui a la cárcel a hablar con él.

Háblenos de ese encuentro

Fue un encuentro particular. Fui con su hija, mi prima. Ella ha señalado a su padre también, pero lo quiere mucho. Fue un buen padre para ella, una de las figuras más importantes de su vida. Ella vive con esa contradicción que tienen muchos desobedientes, pero en este caso es tremenda. Gracias a ella pude contactar esa cita en el penal de Punta Peuco. Fue un encuentro difícil. Yo me había planteado lo que yo llamaba “mi marco ético”, que era bastante endeble, pero que consistía en algo así como no ser buena persona con él, hacerle todas las preguntas que me parecieran necesarias, sin tapujos ni miramientos; ése era mi planteamiento. Pero al final, lo que me resultó más difícil fue manejar la cuestión de la empatía. Conversé sobre ello con una militante que tuvo la oportunidad de entrevistar a su torturador cuando él ya estaba preso, porque quería intentar conseguir información sobre desapariciones; esa conversación me ayudó mucho. Ella me preguntó “¿Qué es lo que más temes?”. Y lo que más temía no era lo que todo el mundo me decía: que era un monstruo, que me iba a atacar, acosar. No, lo que más me preocupaba era encontrarme con el ser humano, entrar en empatía con él. Porque si entro en empatía, me pongo en su lugar; y si no entro en empatía, también me pongo en su lugar, porque los únicos que no tienen empatía son ellos. Entonces mi amiga me dijo que frente a eso no hay respuesta, y que uno es libre de sentir lo que quiera y que eso no te convierte en alguien menos comprometido.

Llegué frente a mi tío algo más tranquila por esa conversación y, efectivamente, eso que me temía fue lo más difícil. Cuando llegué, él estaba en la biblioteca, y me tendió los brazos. Hay que explicar que ese penal es como un hotel, no un hotel de cinco estrellas, claro, pero no tiene nada que ver con una prisión [en el penal Punta Peuco cumplen su pena miembros de las Fuerzas Armadas y exagentes del Estado, condenados por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura militar de Pinochet]. Me tendió los brazos y ése fue el primer momento difícil. Él estaba realmente emocionado, por eso confrontarme con esta faceta humana suya fue muy, muy difícil. Luego, todas las preguntas que tenía que hacerle resultaron un intercambio muy tenso; traté de acorralarlo, pero él repitió la versión que había dado a todos los medios de comunicación. Cuando traté de abordar el tema de su responsabilidad, me dijo que hasta el último momento no supo adónde conducía el trabajo de inteligencia que hacía, que no sabía que esas personas estaban desapareciendo, lo cual me pareció una mentira. Me dijo que nunca vio torturas, que no participó en interrogatorios, lo cual también es mentira. Parece que él no torturó directamente, pero que estaba presente confirmando las informaciones que daban los detenidos, eso sí se sabe. 

Le pregunté por el Caso Degollados: “Cuando participaste en el Caso Degollados, ¿no sabías lo que iban a hacer?”. Me dijo que sí, pero que ahí no había tenido opción porque lo hacía, o le mataban. Utilizaba en sus respuestas estrategias que yo ya conocía, porque llevaba tiempo preparándome y trabajando sobre estos temas, incluso había escrito un artículo sobre el negacionismo, y pude ir identificando, una a una, las estrategias negacionistas que existen en torno a los crímenes de lesa humanidad. Es decir, la mentira deliberada, la banalización y la justificación. Al final, haciendo una lectura retrospectiva del encuentro, lo que más me sorprendió fue el contraste entre la calidez y la emoción tremenda que manifestó al conocerme, porque yo era su sobrina y me preguntó cómo estaba su hermano, su hermana, toda esa parte tan a flor de piel, esa expresión de afecto; y, por la otra, la frialdad con la que me habló de todo lo demás, incluidos los crímenes en los que había participado. Y entendí que eso forma parte de los mecanismos de defensa de los criminales, porque necesitan cortarse de los afectos en ciertas zonas de su personalidad para poder hacer frente al horror que ellos mismos provocaron. Eso es un mecanismo que el psicoanálisis llama clivaje, y que se produce también en las víctimas, por ejemplo, las mujeres que han sido violadas dicen que estaban fuera de su cuerpo, que no sentían nada, que lo veían desde fuera. Y esto también pasa con los torturadores, que son los victimarios. Está, por un lado, la frialdad, hablando de temas tremendos, y por otro lado, las zonas blandas de un ser humano.

Ha leído que, en algún momento, usted llegó a ocultar su apellido.

Yo nunca viví en Chile. A los 9 años fui sola, porque mis padres no podían entrar en el país, para conocer a mis abuelas. Luego volví a los 12 y, al cabo de los años, ya adulta y conociendo toda esta historia, decidí regresar. Cada vez que me encontraba con alguien en el medio en el que yo me desenvuelvo, que es de izquierdas, y entablaba una conversación, me preguntaba si debía decir quién era yo, en qué momento decirlo, cómo decirlo. Había un poco de vergüenza, como una especie de culpa alimentada por ciertas reacciones; porque es verdad que uno carga con un estigma, sobre todo con un apellido así. Por ejemplo, una vez, en una cena alguien mencionó mi apellido y una persona se levantó de la mesa y se fue. Por tanto, no es una vergüenza imaginaria, porque hay reacciones así, y se entiende. Incluso llegó un momento en que necesitaba tanto decirlo, como cuando se libera un secreto, y se lo contaba a quien fuera y en los momentos menos oportunos, “hola me llamo Verónica y soy sobrina del Fanta…”.

Porque se podría decir que su tío fue una persona conocida como genocida.

Sí. En los ambientes politizados, su caso es muy conocido. Sobre todo porque el Caso Degollados, en el que participó, fue emblemático; en primer lugar, por su brutalidad, y también porque se trataba de tres profesores, con todo el aura que tiene el oficio de profesor, y por el momento en que se cometió. De hecho, ese crimen se hizo para amedrentar a la gente, ése fue el propósito. El Caso Degollados se ha convertido en un hito, igual que el Caso Quemados, en el que se quemó vivos a dos jóvenes. Son casos muy, muy conocidos.

Cómo se entera usted de que tiene un tío que es un genocida. 

Yo siempre lo supe, ni siquiera tengo recuerdo del momento en que me lo contaron, así que debió ser cuando yo era muy pequeña. Supongo que me lo contaron con palabras que una niña puede entender. Pero una cosa es saberlo y otra tomar conciencia, y eso fue todo un proceso, que comenzó cuando llegué a la edad adulta. Ahí empecé a indagar sobre la historia de mi familia, mi propia historia y pude dimensionar la magnitud del crimen, y lo que representaba mi apellido.

En ese proceso hay una persona muy importante, no solo para abordar su historia familiar, también para la historia de la represión en Chile. Háblenos de Andrés Valenzuela. 

Sí, totalmente. Es el que protagoniza mi último libro, De papudo al infierno. Fue un joven soldado de bajo rango al que le tocó hacer el servicio militar en la dictadura y, poco a poco, le fueron involucrando en crímenes, fue participando en los secuestros. Nunca estuvo en un puesto de responsabilidad, pero se fue implicando hasta llegar a formar parte del Comando Conjunto, en el que fue compañero de mi tío y carcelero de la prisión en la que estuvieron detenidos mis padres. En 1984, entra en algo así como una crisis de conciencia, y decide entregarle toda la información de la que disponía a una periodista que se llama Mónica González; eso fue una bomba. A partir de ese momento, él estaba dispuesto a desertar, a que lo mataran, estaba dispuesto a morir, no quería vivir más. Pero la Vicaría de la Solidaridad, que era un organismo que apoyaba a las víctimas y que formaba parte de la resistencia, decidió sacarlo del país porque era un testigo valiosísimo; había hecho lo que nadie había hecho hasta entonces, entregar toda la información y luego, desertar. Por su testimonio, se pudo conocer el destino de varios detenidos desaparecidos, identificar a los más altos responsables del Comando Conjunto, incluso conocer la existencia de ese comando que hasta entonces era secreto. La Vicaría de la Solidaridad lo saca entonces de Chile y lo mandan a Francia.

Pero el asunto es que la periodista escribe un artículo con esa información y, antes de publicarlo, se lo pasa a Manuel Guerrero y a José Manuel Parada, que van a ser los degollados. Ellos, que también estaban en la resistencia, comienzan a investigar sobre el Comando Conjunto. Al mismo tiempo, el artículo de Mónica González aparece publicado en Venezuela, sin que la periodista diera su aval. Un mensajero lo había sacado del país para proteger la información, la periodista le había dado instrucciones de que ella diría cuándo publicarlo y enviarlo al New York Times o un periódico de relevancia internacional. Pero un periodista irresponsable se adelantó y lo publicó en el Diario de Caracas, sin que las personas que estaban investigando pudieran ponerse a resguardo. El Comando Conjunto entonces se movilizó para capturar a las personas que estaban manejando toda esa información y dieron con Parada y Guerrero y con un publicista, Santiago Nattino, que son los degollados. 

Mi historia de familia se cruza con Andrés Valenzuela; fue colega de mi tío criminal, guardia de la prisión en la que estuvieron mis padres y, además, la información que él dio, indirectamente, dio lugar al Caso Degollados. Obviamente, para él es un hecho terrible que se agrega a la culpa con la que ya carga. En 2019 lo contacté por Facebook, me respondió y decidí viajar a entrevistarlo al sur de Francia. En principio, porque quería saber todas las versiones, soy una curiosa. Quería saber cómo fue la relación con mi tío, la historia de mis padres. Conversamos largamente y, en un momento dado, me dijo que quería escribir, dar su último testimonio y quería que lo escribiera yo. En dos años hicimos más de cincuenta horas de entrevistas, escribí el libro que, finalmente, son sus memorias. Lo llamé autobiografía pero es una autobiografía escrita por otra persona. Es un personaje muy interesante, muy difícil de situar en el bien o en el mal plenamente. Él reconoce su responsabilidad, si bien nunca tuvo un cargo de responsabilidad, fue un soldado de bajo rango; dio testimonios muy útiles e importantes y aquí, en Francia, se hizo amigo de algunos de sus detenidos, de las personas que custodiaba que estaban exilados aquí.

Para escribir este libro investigué por mi cuenta para cotejar que todo lo que me decía era cierto, no digo la verdad, pero sí su verdad. Y concluí, como han hecho muchos abogados, que todo lo que decía era cierto. 

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PERROFLAUTAS DEL MUNDO:   Pueblos Vivos Cuenca. Indignación en Cuenca por esta comparativa 



octubre 11, 2024

Hartas, de Lucía Taboada

 Lucía Taboada   9/9/2024



9 sept 2024 — No solo vosotras estáis HARTAS @TaboadaLucia. También muchos hombres estamos HARTOS d los machistas y violadores q se creen q las mujeres ...

No solo vosotras estáis HARTAS @TaboadaLucia. También muchos hombres estamos HARTOS d los machistas y violadores q se creen q las mujeres ...

X    9 sept 2024 — 


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"Confesión de un terrorista" poema de Mahmud Darwish

 Diego León Socorro   11/9/2024

"Confesión de un terrorista" es un poema de Mahmud Darwish, el poeta nacional palestino, fallecido en el año 2008.

“Ocuparon mi país,
expulsaron a mi pueblo,
anularon mi identidad.
Y me llamaron terrorista.
Confiscaron mi propiedad,
arrancaron mis cosechas,
demolieron mi casa.
Y me llamaron terrorista.
Legislaron leyes fascistas,
instauraron el apartheid.
Destruyeron, dividieron, humillaron.
Y me llamaron terrorista.
Asesinaron mis alegrías,
secuestraron mis esperanzas,
esposaron mis sueños.
Y cuando rechacé todas las barbaries
y decidí defenderme, ellos…
¡Mataron un terrorista!”

octubre 10, 2024

Paseo semanal por CTXT, por Elena de Sus: Walkie-talkies que explotan y redes que se deshacen

 20/9/2024


Querida comunidad de CTXT:

 Esta semana la actualidad ha estado marcada por los ataques de Israel en Líbano. Una operación israelí hizo explotar primero los buscas y después los walkie talkies utilizados por militantes de Hezbolá en sus manos, causando al menos 34 muertos y cerca de 3.500 heridos. Desde Beirut, Marta Maroto explica el pánico que ha causado este acto terrorista con centenares de explosiones en la sociedad libanesa. 

 

Además, Ruwaida Kamal Amer y Mahmoud Mushtaha relatan para +972 Magazine la lluvia de misiles israelíes que cayó la noche del 10 de septiembre sobre Al-Mawasi, la última supuesta “zona segura” de Gaza, dejando más de 150 muertos.

 

Y en nuestro observatorio social nos hacemos eco de un informe de Save The Children que señala que en 2022, antes del inicio del conflicto actual, un 84% de los niños de Gaza declaró sufrir miedo, un 80% ansiedad, un 77% tristeza y el 78% tenía síntomas de estar experimentando un duelo.

 

Por estos lares, el Gobierno de Pedro Sánchez ha aprobado su tan cacareado “plan de reforma democrática” para los medios de comunicación. “Incluye cincuenta medidas. La mayoría son tan genéricas que es difícil estar a favor o en contra. Aun así, la oposición ya ha anunciado que se opondrá a todas” dice Joaquín Urías en este análisis.

 

Mientras tanto, el PP ha dejado atrás la cuestión de la amnistía en vistas a un posible pacto con Junts, como observa Gerardo Tecé: “El líder de los populares les dice a los suyos que la prioridad ya no es salvar España, sino los precios del alquiler y esas cosas. Y, claro, el desconcierto es máximo. Tecé también ha escrito sobre el reciente barómetro del CIS que coloca la inmigración como la primera preocupación de la población española: “Como es sabido por todo el mundo el español debe ser toreado para que no se extinga. La última faena ha sido extraordinaria”, opina.

 

Antón Losada, por su parte, ha escrito sobre la torpeza del PP al acusar al Gobierno de complicidad con el chavismo en el acoso a Edmundo González, una información que el propio líder opositor venezolano ha desmentido. “Para la derecha y la ultraderecha españolas, Venezuela solo es un barrio de Madrid”, concluye.


Desde Buenos Aires, Inés Hayes nos trae la dura historia de Zoraida Martín, torturada por la dictadura argentina que espera justicia en un proceso abierto por crímenes de lesa humanidad.

 

Nosotras continuamos deshojando la margarita sobre si irnos o quedarnos en la red social antes conocida como Twitter. Esta semana toca que Miguel Espigado, usuario de Mastodon, nos tire de las orejas: “Es inevitable preguntarse si quienes dirigen el juego de CTXT no ven nublado su juicio por el muy estudiado poder adictivo de X”, suelta…

 

En nuestra sección de culturas, tenemos dos piezas sobre el poeta alemán Michael Krüger, con motivo de la publicación en España de un volumen que recopila su obra poética de los últimos 50 años. A Esther Peñas, Krüger le dijo, entre otras cosas, que “todo el mundo sabe que Dios cometió un gran error al crear el mundo en siete días” y a Cecilia Dreymüller le habló de la vida que lleva en su refugio junto al lago Starnberg, en Baviera, tranquilo pero todavía atento a la actualidad.

 

Y en el apartado deportivo, esta redacción colchonera (bueno, y cadista) está de celebración por la victoria del Atleti en su primer partido de Champions de esta temporada. Aquí la crónica de Ricardo Uribarri.

 

Este fin de semana verán la luz artículos sobre el aumento del nivel del mar y sus consecuencias para nuestras costas y sobre la terrible historia de la niña prodigio Hildegart Rodríguez. Atentos a ello.

 

Como siempre, recomendamos echar un vistazo a nuestra portada para descubrir otras historias que pueden ser de su interés, y les recordamos que pueden seguirnos en TelegramFacebookMastodonTikTokBlueskyWhatsApp y YouTube. 

 

Elena de Sus

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PERROFLAUTAS DEL MUNDO:  El Gobierno libanés dice que los buscas pertenecían a un cargamento reciente y acusa a Israel de las explosiones



Marcel Barrena recupera el valor de la lucha vecinal en 'El 47', de BEGOÑA PIÑA



octubre 09, 2024

CTXT. Nieves Concostrina / Periodista “La información ya no importa; ahora hay que ‘comunicar’, aunque sea mentira”. Por Miguel Ángel Ortega Lucas

 Miguel Ángel Ortega Lucas 18/09/2024

La periodista Nieves Concostrina. / Jesús Pozo

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La periodista Nieves Concostrina (Madrid, 1961) ha desarrollado cierta alergia por las entrevistas. No por las que tenga que hacer ella como parte de su trabajo, sino por las que intentan hacerle a ella. “No quiero entrevistas porque no es el periodismo que a mí me enseñaron y el que yo ejercí; lo de poner un titular para el clickbait”: esa dinámica, consistente en buscar un señuelo fácil para que el usuario de internet pinche en la “noticia”, con el único fin de engordar la audiencia, ergo el negocio, del sitio web en cuestión. “Basta con ese titular que provoca el clic para que no importe el resto de la entrevista, porque es el titular lo que sale en redes. Con lo cual, cuando me encuentro después de una entrevista un titular, y perdona, de mierda, que busca sólo el clic, pues luego termino por decir que no… Y de imagen ni hablar. Parece que nadie sabe hacer periodismo ni podcast sin una cámara delante”.

Concostrina acabó quemada por el desvalijo que algunos siguen haciendo en redes sociales –troceándola a conveniencia– de cierta entrevista en vídeo que concedió hace un año a un periodista francés amigo suyo. En ésta, y como es su costumbre (más bien su naturaleza), opinó de todo lo que creyó conveniente sobre la España de ayer y de hoy, pasando por francos, borbones y primeras comuniones. Pero cabe decir que su repercusión fue tan amplia por lo raro, casi exótico, que supone toparse con un discurso tan radical y diáfano sobre ciertos temas (y personas). Nieves Concostrina, después de toda una vida en el oficio, y de conocer el paño desde dentro, no tiene miedo ni reparo alguno en opinar sin filtro de todo. Ayuda a esto un carácter diríase incapacitado para fingir, y un temperamento inflamable ante las cosas que considera injustas, incoherentes o falsarias. De ahí que la admiren o aborrezcan sin muchas medias tintas, y que más de uno se lleve las manos a la cabeza por lo que dice –y le dejan decir– en el espacio de divulgación y crítica histórica, Acontece que no es poco, que emite a diario en el programa vespertino de la Cadena SER, La ventana, dirigido por Carles Francino.

Concostrina ha firmado asimismo, con su personal sello interpretativo, una decena de libros sobre historia, y tiene en su poder un Micrófono de Oro y un Premio Ondas. Quien esto firma la buscó para hablar sobre el estado del periodismo, sin saber que era algo así como poner una pica en Flandes… (Quizás ayudara que uno prefiere el término “conversación”, y no “entrevista”, para denominar a estos viejos artefactos del oficio.)

–¿Cuánto tiempo tiene para hablar?
–Pues depende.
–Depende de si se aburre, ¿no…?
–Efectivamente –ríe.

Al acabar la conversación, mucho más larga de lo que auguraba el contacto inicial, remacha: “Y ahora a esperar el disgusto”. Esperemos que no haya ninguno.

Algunos nos sentimos en un territorio cada vez más acotado, por habernos educado para un tipo de periodismo que parece ser ya la excepción y no la regla.

Por eso me niego a hacer entrevistas. Yo en una conversación hablo, y en las conversaciones por escrito pierdes todo control porque se saca cualquier frase de contexto y la gente no lee la entrevista; se queda con esa frase. Y eso me harta. Aquel periodista [del mencionado vídeo], un francés amigo mío que trabaja en Charlie Hebdo, me hizo una entrevista en profundidad y muy seria para su canal; un profesional del copón. Le dije: “Samir, va a pasar esto”. Lo de la gente que se aprovecha del trabajo de los demás, replicándolo constantemente porque les da no sé cuántos retuits… Haz tu puto trabajo, y deja de aprovecharte del ajeno. Lo que más me gusta son las entrevistas en radio, porque sale lo que dices, no lo que nadie ponga en un papel.

Se está dando una frivolización creciente, mezcla de incapacidad, irresponsabilidad y ganas de figurar a cualquier precio. No sé si está de acuerdo con esto, y con la sensación de que pareciera responder a un plan para que seamos cada vez más ignorantes, pendientes de tonterías y no de lo que importa de verdad.

Claro que creo que hay un plan, pero no porque haya cinco tíos en torno a una mesa para hacerlo. Es un plan asumido por todo el mundo, del que participamos todos, y que damos por hecho. Porque hasta cuando dices: “Hay un plan para que la gente no sepa historia”, te salen cuatro historiadores gilipollas diciendo no sé qué, porque aquí cada cual entiende lo que quiere… Yo he tenido ataques de todos, todos los frentes, y hace tres años que puse candado a la cuenta de Twitter [ahora ‘X’]. A mí me llaman de la tele cada dos por tres para ir a hablar, y mi respuesta desde hace cuatro o cinco años es: “No, gracias, estoy centrada en otra cosa”. Y te dicen: “Pagamos muy bien”. Pero es que no estamos hablando de dinero sino de profesionalidad. De un programa me llamaron para ir a “hablar de lo que surja”. ¿Y si no tengo ni idea, qué hago? “Hombre”, me responden, “siempre se puede decir algo”. Digo: “Claro: se pueden decir gilipolleces”. Y así tenéis llena una hora en vez de hacer vuestro trabajo. En tal caso, buscad a alguien que entienda del tema, pero no tengáis a cuatro diciendo estupideces. Tendrás que hablar, según el tema, con un psicólogo, o un perito; con la gente implicada en el tema, que es lo que han hecho los periodistas siempre. No tener a cuatro pavos sentados en una mesa para hablar de lo que no saben.

Creo recordar que hubo una vez, en el programa de la SER de Iñaki Gabilondo, un participante que dijo no poder opinar de cierto tema por no estar cualificado. Gabilondo exclamó, como si fuera la noticia del día: “¡Paren las máquinas: un tertuliano afirma no saber de algo!”

Claro: ¿cómo vas a opinar de lo que no sabes? Eso tiene que hacerlo gente que sepa hacerlo… Y hay una cosa que me repugna mucho, que son los periodistas que hacen publicidad. Me parece la mayor irresponsabilidad. Un periodista que hace publicidad indica que está dispuesto a hacer lo que sea por dinero.

Es que algunos parecen vender noticias igual que venden seguros.

Exactamente. Por eso un periodista no debe hacerlo. Porque si sale una, por ejemplo, diciendo que la Central Lechera Asturiana es la mejor a cambio de dinero, podrá también decir otras cosas a cambio de dinero… Por eso, cosa que anuncian algunos, la borro de la cesta de la compra.

¿Cómo era el oficio que buscaba hacer cuando empezó?

Nunca he visto el periodismo como un sacerdocio, como decía un amigo mío. Esto es un curro, un trabajo que te gusta hacer igual que se elige cualquier otra cosa. Cuando estaba en la facultad –donde no me enseñaron nada; pero nada es absolutamente nada…–, como a la vez trabajaba en el periódico, no llevaba ningún ideal. Entré en prácticas a los 18 años en Diario 16; era un pava de 18 años como éramos todos a esa edad. Llegué y me fui formando. Tenía redactor jefe, subjefe y jefa de sección; hacía mis informaciones y pasaban un control. Me decían: “Esto no; esto no; esto así… ¿A cuánta gente has preguntado, cuántas fuentes tienes? ¿Dos? Intenta que sean tres…”. Mi pluma siempre fue un poco irónica o sarcástica, como quieras llamarla, pero cuando hago información no se nota quién está detrás. Luego están las crónicas, los reportajes, donde sale la pluma del autor. Pero me considero simplemente periodista, sin ningún ideal. El periodista debe estar ahí vigilando el poder, no a su servicio; por supuesto, nunca pagado por nadie que no sea su propio medio; y agarrándose a eso que existe aún y que se llama cláusula de conciencia, para no firmar nada que sabes que es mentira.

Menciona cosas que antes se daban más o menos por hechas y que ya parecen unicornios.

Es que el periodismo está absolutamente deteriorado en general. Sigue habiendo periodistas buenísimos, pero no se les oye. Y algunos a los que sí se puede oír se les alza a categoría de héroes, cuando no lo son: sólo están haciendo lo que tienen que hacer. Y luego está el corporativismo, que me da mucho asco en todos los sitios, pero más en éste porque es el que me afecta: el silencio, el callar… Lo del silencio me ha parecido vergonzoso desde que me enteré, siendo muy jovencita, de que el rey Juan Carlos tenía amantes y todos callaban. Todos los grandes periodistas sabían que era un sinvergüenza y un chulo, pero era el rey.

Se pudiera entender que tocar ciertas teclas fuera difícil por entonces, pero luego está ser un cortesano. Y salir diciendo la verdad cuando ya es cómodo y seguro decirla, como han hecho algunos sobre Juan Carlos de Borbón en documentales recientes.

Pero se les nota siempre porque ahora son cortesanos con [el actual rey] Felipe. Son los mismos; se detectan enseguida. Los mismos progres que se dicen republicanos y que, cuando les invitan al besamanos del 12 de Octubre en el Palacio de la Zarzuela, pierden el culo por pisar moqueta, y son súbditos haciendo fila como idiotas con tres mil más por dar la mano a “Su Majestad”.

Es algo pasmoso en muchos periodistas: ese babear en cuanto se ven cerca de los que tienen nombre y salen en la tele, aunque sea el maestro armero… En mi facultad, hace ya veinte años, había quienes aspiraban, no a hacer periodismo, sino a “salir en la tele”.

De hecho, a mi marido, el periodista Jesús Pozo, le invitaron a una charla en una facultad, y preguntó: “¿Cuántos queréis trabajar en la tele?” La mayoría levantaron la mano. ¿Por qué? “Porque se gana mucho dinero”. Pero es que eso no es ser periodista… Y no he conseguido leer en ningún lado, ni que nadie me dé ninguna explicación a esto: ¿por qué las facultades de Ciencias de la Información han pasado a ser de la Comunicación?… Ahí está la clave: que la información ya no importa; ahora hay que “comunicar”. Comunicar lo que sea, sea mentira o sea verdad. Antes había que informar. Ahora hay que “comunicar”. ¿Comunicar qué? ¿Mierda?

Y en muchos casos miedo. Que es lo que el poder usa constantemente para tenernos controlados.

Claro, meterte miedo. A mí me pregunta mucha gente si me da miedo decir las cosas que digo. Pero no se puede avanzar con una población tan acojonada. Pregúntate tú por qué eres cobarde, no por qué no tengo yo miedo, porque lo que está pasando es gracias a ti. Levanta la cara, haz algo. A lo mejor me dan una hostia un día, como me decía mi madre, pero hago lo que creo que debo hacer. Y si tengo las pruebas de que los reyes son unos sinvergüenzas, pues lo digo, porque está demostrado. Y no tienen una sola defensa. Ellos lo único que quieren es ‘virgencita, que me quede como estoy’. El rey lo único que quiere es seguir ahí, con su mujer, que ya ni se aguantan… Mismo proceso que sus padres. Vuelve a repetirse la historia.

Es un enigma lo de la reina actual. Esa mujer que vivía presuntamente “por la noticia”, y que luego está dispuesta a convertirse en esfinge.

De buena periodista no tenía nada, porque ha mentido. Sabe perfectamente que todo lo que nos contaron de ella por televisión era absolutamente falso. La empezaron a pasear, llevándola en helicóptero a los principales focos de información [del Telediario de TVE] para que la gente se fuera haciendo a ella. Una persona que era republicana, atea, que acaba casada con un príncipe, besando los anillos de los obispos… Tócate los cojones. Ésos son mis principios, y si no te gustan, tengo otros… Y quienes siguen esa mentira, pues que hagan lo que quieran. Pero yo diré lo que creo que debo decir, y donde puedo decirlo. Todo lo que puedo decir en la radio lo digo porque está Carles Francino.

Otro punto clave. Los directores o jefes de los medios eran, tradicionalmente, el muro de contención entre la redacción y el consejo de administración; o sea, entre el periodismo y las conveniencias empresariales. No sé hasta qué punto sigue siendo así.

Alguno hay, defendiendo que ‘esto se hace así porque es la verdad’. Pero ahora mismo en las redacciones, aparte de que no se está formando al personal, ocurre algo, y es la excusa de que “no tenemos gente”. Las redacciones están bajo mínimos y el redactor no hace su trabajo. El redactor, en las radios en general, no sale a buscar información a la calle. Y es vergonzoso; que esté simplemente recogiendo los audios que desde los ayuntamientos y las comunidades les mandan los propios interesados, a través de sus gabinetes de prensa. Los políticos hacen sus declaraciones, esos cortes de audio los mandan a todas las radios, y ya está; qué bien: tú [el periodista] calzas la declaración, y listo. Pero es que, a la mayoría, esas declaraciones nos importan una mierda. A mí me interesa lo que protesten en un barrio por no sé qué, lo que pasa en la escuela en no sé dónde… Pero claro, eso da mucho trabajo porque tienes que salir de la redacción a recoger cosas. Es mucho más cómodo no mover el culo y no haber hecho más en todo el día que sacar noticias de agencia. Y escuchas boletines informativos sin ningún criterio, que dices: ¿pero a quién se le ha ocurrido abrir un boletín con esto?… ¿Todavía no se han enterado de que si alguien de un partido político se tira un pedo es para que se lo recojan? Hace falta ser muy estúpido en esta profesión para abrir un boletín con la última salvajada que ha dicho uno de Vox: es que la ha dicho para que la saques, idiota.

Hacen la propaganda gratis a los políticos, cuando debiera ser al revés, ¿no?: tendrían que ir los políticos detrás de los periodistas, rogándoles que les saquen lo que quieren decir, si es que tienen algo relevante que decir.

Claro. Pero en esto voy a decir que la mayoría de los políticos son buenos. Lo que pasa es que la política está contaminada para hacer creer a la gente que todo es una mierda, sobre todo por una derecha nazi. Cuando la política es fundamental. Debiéramos agradecer que haya gente ahí pasándolas muy putas, porque yo no estaría dispuesta a meterme en política. Eso es muy difícil; tiene que quitar el sueño, al político que de verdad se parte la cara por hacer las cosas bien, en ayuntamientos, en comunidades, en el gobierno central…, darse continuamente contra un muro. Yo defenderé siempre la política, y creo que la mayoría de los políticos son buenos, pero hay un porcentaje que se lo carga todo.

Otro de los problemas es que la gente vea en ellos a una especie de actores malos, impostados, siguiendo el guion de lo que les interesa decir.

Y sobre todo que tenemos unos dirigentes que no están preparados ni intelectualmente. Qué vergüenza tener un Feijóo, que es un ignorante. La portavoz del gobierno dijo hace poco una idiotez sobre la ley mordaza, porque no tenía ni idea de lo que hablaba. Pero también los hay preparados. Y en cualquier caso son absolutamente necesarios, porque la política es todo. La política es la sanidad, es la educación, es el asfaltado de las calles… Hasta que funcione o no un semáforo, o que te pongan un bolardo en la puerta de tu casa.

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CTXT. ATENCIÓN PRIMARIA. Que paren la queja, que yo me bajo, de Óscar C. Cano