diciembre 14, 2024

Paseos Diarios, o no tanto. Fotos del año en curso, 2024

Anterior crónica de tema similar: Va de gansos y patos, y una flor... 30/11/23   https://paqquita.blogspot.com/2023/11/va-de-gansos-y-patos-y-una-flor.html

1.- Balsa temporal 21/1/2024. Fuera de imagen, a dcha., el Hospital Univ. de Getafe


2.- Pato blanco c/mancha marrón, inusual en lago. El otro: hembra de azulón. 11/3/24


3.- Balsa temporal, rodeada de flores, en terreno de trigales. 11/3/2024
 

4.- Pato de tonos marrones, que se ha hecho habitual. 12/3/2024


5.- Aquí con pato azulón.


6.- Dos gansos acicalándose. 12/3/2024


7.- Ahora, un ganso blanco.


8.- Cotorras en solar. 19/3/2024





9.- Pequeño montón de polvo  del desierto, traído por la calima. 25/3/2024




10.- Dejando el parque. 4/4/2024


11.- Pata y dos de sus patitos. 30/4/2024


12.- Con toda la prole. 30/4/2024


13.- Rosas, de color rosa, de olor. 30/4/2024. Origen: rosal asilvestrado.


14 y 15.- En el parque. 30/4/2024





16.- Tres gansos / ocas.


17.- Abedules del Parque de Polvoranca.


18.- Árbol: melia / Melia azedarach, en El Bercial. 14/5/2024


19.- Jugando béisbol y espectadores. 2/6/2024


20.- Tierra de trigales. Al fondo: Cuerda Larga (Sierra de Guadarrama) 3/6


21.- Dos  patos callejeando.  4/6/24


22.- Pintura mural en centro deportivp municipal, frente al Hospital Univ. 4/6/2024


23.- Pisando en la cinta, equilibrismo. 2024.9.4

24 y 25.- Abubilla, fotografiada en la distancia, con móvil. 2024.9.5


26.- Imagen similar a la de foto 20. 2024.9.7


27.- Pato con cresta. 2024.9.17 


28.- Tres patos diferentes. Mismo día.


29.- Dos patos negros. d.d.


30.- Son tres patos negros.


31.- Garcetas / Bubulcus ibis en los campos. Foto fatal. 2024/10/13


32.- Patos diversos. 2024.10.15... entre ellos: pato con moño y una oca blanca y otra del Nilo (patas rosas)


33.- Juego de béisbol 2024.10.13 También en junio.


 34.- Chumbera junto a la Avenida de Valladolid. 2024.10.13


35.- Entre ellos: pato con moño. Les echo zanahoria, recomendada. 2024.10.22


36.- Torre de Bomberos de Getafe. Texto: Ayuso y Novillo quieren acabar con los Bomberos. Rezad por Nosotros. 2024.10.24


37.- Tractor trabajando los campos de trigales. 2024.11.4. Foto de móvil en la distancia


38.- Setas en paralelo a la Avenida de Valladolid. Leganés 2024.11.4


39.- Gato residente en solar de El Bercial, 2024.11.26


40.- Cinco gansos de paseo. 2024.11.5


41.- Patos, incluído el del moño, y dos gansos del Nilo. 2024.11.12


42.- Estos dos gansos del Nilo / Alopochen aegyptiaca


43.- Y un tercero.

44.- Dos setas junto a rosal asilvestrado del Bercial. 26/11
















45.- Otras dos distintas, mismo lugar.

46.- Rosas del mismo día, de un rosal asilvestrado.

PAQUITA

diciembre 13, 2024

CTXT. Carta a la comunidad 381 | Adriana T: El más radical de los propósitos: intentar ser feliz en Internet

 30/11/2024

Querida comunidad contextataria:

 

Dudé sobre si debía contarles esto, porque suelo leer los correos que nos mandan a la redacción y conozco lo que la mayoría de ustedes piensan acerca de las redes sociales. Que son una pérdida de tiempo, un truco carroñero para financiar a la ultraderecha, un invento diabólico para robarte el alma y de paso cincuenta puntos de cociente intelectual, un galimatías incomprensible, etcétera. Aun así, voy a correr el riesgo de contarles lo que me bulle por la mente estos días, y les pido disculpas de antemano por hacerlo.

 

        A mí me gustaba mucho Twitter. No, no hace falta que me miren enarcando la ceja. No tiene nada de malo. Empecé a usar esa red del demonio hace trece años, y supongo que le debo parte de lo que soy ahora. Twitter me permitió encontrar a gente que pensaba, no exactamente lo mismo que yo, sino algo muchísimo mejor: cosas que yo todavía ni me había planteado pensar. Twitter me ayudó a ensanchar la mirada, a acercarme a un montón de realidades que desconocía y a repensarlo todo. Hice amistades y enemistades apasionadas, e incluso terminé encontrando un trabajo, ya ven. Mi manera de usar Twitter era abierta, expansiva y muy poco seria. Le concedo mucho más valor a ver germinar y evolucionar las ideas que a defenderlas a balazos desde lo alto de una colina. Me gusta pensar en voz alta, hacerme preguntas, reírme y también mostrar eso que la gente mezquina a veces percibe como debilidades, es decir: reconocer que intuyes una idea, pero todavía se encuentra en el horizonte desdibujada y neblinosa, y necesitas que alguien más te ayude a alcanzarla. Twitter para mí era un lugar de encuentro entre pensamientos inacabados tratando de iluminarse unos a otros, una permanente charla entre amigos que podía o no conducir a alguna parte. Me hacía feliz y era mi casa.

 

        En algún momento dejó de serlo. No sé bien cuándo ni cómo. Les he preguntado a otros usuarios, y nadie se pone de acuerdo en cuál fue el origen. Sé que hace casi seis años tuve que empezar a usar el famoso candado, una funcionalidad de esta red social que impide ser leída o retuiteada por cualquiera, una suerte de escudo digital. Lo hice porque el acoso y la violencia verbal que tenía que soportar allí se habían vuelto inmanejables. No puedes mostrarte abiertamente con tus dudas, tu ingenuidad y tus vacilaciones frente a trolls y haters que solo quieren hundirte en la miseria. Parecía que solo me quedaba abandonar las redes y callarme, o volverme una cínica amargada y dedicar varias horas diarias de mi escaso tiempo libre a bloquear a sinvergüenzas y responder a los insultos. Ninguna de esas opciones me pareció aceptable.

 

        Sin embargo, lo verdaderamente triste es que todas asumimos sin mayor cuestionamiento que ese era el precio a pagar por ser mujeres o por sostener un discurso progresista y existir en Internet: el de recibir violencia a diario. Habrán escuchado más de una vez esa analogía tan gastada de la rana hervida: si se introduce repentinamente a una rana en una olla con agua hirviendo, la rana saltará y se salvará, pero si metemos al pobre anfibio en agua tibia y vamos subiendo la temperatura lentamente, no percibirá el peligro y se cocerá hasta la muerte.

 

        Tuve una de mis epifanías hace unas semanas, cuando la red social Bluesky empezó a despegar por la migración masiva de usuarios que se produjo tras ganar Trump las elecciones en EEUU. Yo, que como buena early adopter llevaba ya un año ahí escribiendo a mis anchas sin nadie que me tosiera, me puse en guardia y di por hecho que, al aumentar el número de usuarios, no tardaría en volver a recibir insultos como antaño (no existe la funcionalidad del candado en Bluesky). Sin embargo, no ocurrió así, porque la red posee, al menos de momento, mecanismos de moderación bastante poderosos que no me entretendré ahora en detallar. El caso es que los trolls no consiguen hacer carrera allí. Fíjate, me dije admirada a mí misma. Resulta que sí es posible ser una mujer en Internet sin terminar volviéndote majareta. Resulta que mis asunciones sobre la inevitabilidad de los trolls y los insultos habían sido un error. Resulta que me había acostumbrado paulatinamente a la violencia como algo consustancial a mi presencia en Internet. Resulta que no soy más que una pobre rana engañada y hervida.

 

        Hemos normalizado la violencia en todas partes. No solo en Internet. Internet es simplemente una réplica –un poco grotesca a veces, sí– de la vida analógica. Esta misma semana un juez tuvo la audacia de hacer en público un comentario clasista, machista y repulsivo contra la exministra Irene Montero por haber trabajado como cajera mientras estudiaba. Yo, que he pasado muchísimos años de mi vida laboral transitando por trabajos precarios y poco prestigiosos, soy muy consciente del desprecio venenoso y visceral que despertamos las cuidadoras, las cajeras y las dependientas de comercios, a veces incluso entre personas teóricamente progresistas. Aunque nunca he dejado de denunciarlo, ya me he resignado a ese desprecio. Y no solo a eso.

 

        Nos hemos resignado a la violencia que reciben las mujeres por el simple hecho de serlo, a la persecución política y el acoso judicial que sufren las formaciones mínimamente progresistas, al fascismo omnipresente en horario de máxima audiencia, a los trolls y las estafas de Internet, al neoliberalismo rabioso que arrasa con el planeta y con nuestras vidas, o a que algo tan sagrado como la vivienda se haya convertido en un instrumento de especulación en manos de gente horrible. No sé si en algún momento en el pasado pudimos chapotear a gusto en el agua tibia, pero una cosa sí es segura: hace ya tiempo que el agua no está tibia sino hirviendo. Nos estamos cociendo y nos hemos resignado a ello.

 

        No tengo un final redondo ni una conclusión poderosa para esta carta, ya les dije que me gusta ir soltando lo que pienso y ver qué pasa después. Pero les diré que, tras descubrir que es posible, he empezado a hacerme el firme propósito de intentar ser feliz en Internet. No como una promesa ingenua e infantil, porque sé que no basta con proponerse las cosas para que simplemente sucedan, sino más bien como un recordatorio radical de que no quiero volver a pasar por alto la violencia y dejarme hervir. Por lo que he podido hablar con otros usuarios de las redes, me consta que no soy la única. Fuera de Internet, en eso que algunos insisten equivocadamente en llamar “la vida real”, nos encontramos atravesando otra vez un periodo muy oscuro, de derechización progresiva y cuestionamiento de casi todos los derechos humanos, especialmente los de las mujeres y las minorías. Pienso que, quizá, dejar de normalizar el odio y la violencia en las redes sociales podría ayudar a percatarnos, por contraste, de lo anormal que es la violencia que sufrimos en otros ámbitos. Por soñar que no quede. En cualquier caso, qué horrible fue resignarse.

 

        Un abrazo y gracias infinitas por el apoyo que nos permite mantener viva esta revista,  

Adriana T.



diciembre 12, 2024

La caña común, invasora que destruye los bosques de ribera y su protección ante avenidas

 22/11/2024 - VALÈNCIA (EFE/Ana Tuñas).


La caña común (Arundo donax) se encuentra en el listado de las cien 
especies exóticas invasoras (EEI) más peligrosas del mundo de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN) y, aunque lleva 
siglos entre nosotros, ha saltado a los titulares tras las devastadoras inundaciones de Valencia y Albacete.

Sin embargo, los expertos llevan años alertando de la necesidad de eliminar esta especie por su impacto en los bosques de ribera, a los que roba su espacio y que, entre otras cosas, son fundamentales para minimizar los daños por avenidas de agua, según el Jefe del Servicio de Estudios Medioambientales de la Comisaría de Aguas de la Confederación Hidrográfica del Segura, Eduardo Lafuente.

Se cultivaba para su uso en construcción o agricultura

Originaria de Asia, la caña está muy extendida por todo el arco mediterráneo y el sur de España, donde llegó hace siglos. Hasta hace unas décadas era muy apreciada y cultivada, pues, cuando aún no existían los plásticos, tenía muchas aplicaciones como material de construcción o agrícola.

Su expansión se mantenía más o menos controlada cuando tenía un aprovechamiento, pero ahora que ya no tiene uso, se ha extendido de manera descontrolada, ha explicado a EFEVerde.

Además, el mal estado de los ecosistemas de ribera, maltratados por los cambios del uso del suelo, la eliminación de vegetación nativa o la entrada de contaminantes, ha llevado a que haya grandes extensiones de ríos, arroyos y ramblas donde solo hay caña. Cuanto más degradado está un ecosistema, más fácil lo tienen las invasoras para colonizarlos, ha recordado el experto.

Muy inflamable

Entre los impactos de esta invasora está que consume mucha agua para sostener su elevado ritmo de crecimiento: entre 3 y 4 centímetros al día (alcanzan unos 6 metros). Hay estudios que indican que su consumo de agua es entre 3 y 10 veces superior al del bosque de ribera.

Además, es muy inflamable, por lo que intentar erradicarla mediante quemas es muy peligroso y contraproducente, pues el fuego "lo quema todo" y lo primero en rebrotar serán las propias cañas por su resistencia (aguantan salinidad, contaminación...).

Por otra parte, donde hay cañas apenas hay especies animales, sobre todo aves, aunque también afecta a peces, reptiles y anfibios.

Sin bosques, el suelo viaja con el agua

Está extendida en miles de kilómetros de cauce y cuando vienen las avenidas de agua se arranca la parte aérea, mientras que el rizoma sigue dentro de la tierra. Esa parte que se desprende, en casos puntuales, puede generar "tapones" en alguna infraestructura mal diseñada.

Sin embargo, lo verdaderamente problemático es que la invasión da cañas ha eliminado los bosques de ribera y con ello los muchos y cuantificables beneficios ecosistémicos que prestan.

Entre esos beneficios, que los bosques fijan, agarran mucho mejor el suelo, evitando que cuando hay una avenida con el agua viajen piedras y otros materiales sólidos y en suspensión, que son los que causan estragos en infraestructuras, viviendas, etc.

Por contra, la vegetación nativa, especialmente en barrancos que por lo general están secos, está adaptada a las crecidas y resiste al arrastre de la avenida. Ayudan a frenar la velocidad del agua y para gran cantidad de restos que puedan venir aguas arriba, reduciendo el riesgo de inundación.

El experto ha lamentado que se haya difundido el bulo de que si esas cañas no se han quitado es porque los ecologistas "no quieren que se toquen las plantas", puesto que, en el caso de las EEI, es justo lo contrario y es algo en lo que "todos estamos de acuerdo".

También se ha confundido mantener limpios ríos y barrancos de residuos con eliminar de ellos toda vegetación. Un río limpio por definición es un río sin basura, no sin vegetación, ha afirmado.

Eliminarla es caro y llevará décadas

Quitar las cañas es extremadamente caro, no sólo porque se encuentra muy extendida, sino por su gran capacidad para reproducirse.

Los principales factores que limitan su expansión son que algo le haga sombra (que haya vegetación que compita con ella) y las heladas, que tienen que ser muy fuertes y persistentes, según Lafuente, que ha advertido de que el aumento de las temperaturas y la pérdida de masas forestales bosques de ribera facilitará su expansión.

En todo caso, una vez que reducida la caña, es importante plantar rápidamente en el lugar especies típicas de ribera como: sauces, chopos, olmos, álamos, fresnos, adelfas, balandres o taráis, entre otras, para que "le hagan sombra".