enero 11, 2025

Paseo semanal por CTXT, por Diego Delgado: Navidad genocida

 26/12/2024

Querida comunidad contextataria:

 

Son fechas extrañas, estas. La tradición y una especie de imposición social de felicidad no pueden más que generar disonancia en un momento absolutamente dominado por la precariedad y el horror. En este contexto, además, muchas personas atraviesan un duelo por ausencia de la foto familiar, de amistades o, directamente, por haber rechazado formar parte de esta performance colectiva en la que fingimos no ser pobres ni soportar dinámicas de abuso en nuestra familia ni estar exhaustas por nuestros trabajos. Sirva el inicio de este paseo para mandar un abrazo a todas ellas.

 

En CTXT no queremos ignorar que el mundo sigue siendo un lugar cruel, porque en Gaza sigue perpetrándose un genocidio que toda la comunidad internacional ampara. Desde allí, Oren Ziv da voz a víctimas de los centros de detención israelíes, donde se tortura –a veces hasta la muerte– a civiles inocentes.



Netanyahu no asistirá al homenaje a las víctimas del Holocausto en Polonia. Quiere evitar ser detenido, de acuerdo con la orden de arresto que pesa sobre él por crímenes de guerra y de lesa humanidad. La paradoja habla por sí misma y, según Gideon Levy, hace que “ya no se pueda alegar que la comparación [entre Auschwitz y Gaza] sea absurda”.

 

EEUU destaca en la lista de cómplices necesarios del genocidio israelí, y personas como el politólogo Stephen M. Walt llevan muchos años advirtiendo sobre la influencia del lobby israelí en el gobierno norteamericano. En esta entrevista de Sebastiaan Faber, el catedrático de Harvard habla sobre Chomsky, la férrea ortodoxia del pensamiento político en EEUU y nos invita al optimismo: “Si la administración de Trump acaba siendo un circo y causando muchos problemas, habrá un espacio para los demócratas”.

 

Esta entrevista de Elena de Sus a Jaume Suau Martínez, doctor en Comunicación, es perfecta para afrontar esas reuniones navideñas en las que el cuñado de turno se empeña en demostrar que tiene amplias las tragaderas de bulos: “La mayor parte de la desinformación que se distribuye por ahí está más vinculada a posiciones de derecha o de extrema derecha”, sostiene.


Precisamente el incremento de esa desinformación ultra a raíz de la catástrofe de la dana es el tema de la última columna de Antón Losada. El fango político es el hábitat natural de las extremas derechas, y por ello nos pide no contribuir a la expansión del lodo: “Continuar dejándose arrastrar solo conduce a la melancolía, el hartazgo y la derrota; por ese orden”.

Nuria Alabao ha publicado esta semana la primera entrega sobre la “internacional antigénero”, un concepto que abarca la “nueva ola de activismo ultraconservador” que centra su odio en “cuestiones de género y sexualidad”. El análisis, muy esclarecedor, multiplica su interés si se lee en conjunto con el artículo de Guillermo Martínez sobre la investigación que ha dado lugar al libro Lo viril y lo viscoso. Alteridades, fantasmas y héroes en el primer franquismo. Su autor sostiene, según Martínez, que “las derechas alternativas surgidas en todo el mundo en los últimos años rinden un mismo culto a esta masculinidad tradicional” de la que hacía gala el franquismo.

 

Tenemos nuevo episodio de ‘El Contextador’ de Carlos H. de Frutos. En esta ocasión, sobre la crisis inmobiliaria que sacude el país. No se nos ocurre nadie mejor que Jaime Palomera para hablar de ello; antropólogo y director del área de vivienda en IDRA, considera que vivimos “un cambio de época” en el que “la sociedad de propietarios se está resquebrajando”.

 

“El callejero de la ciudad de Madrid tiene un fuerte tufo castrense”. Sí, ya sé que no hace falta que diga quién ha escrito esta frase, pero quizá hay algún rezagado que todavía no ha leído ninguna entrega de ‘Madrí, zona de obras’ –aprovecho para recordar que hemos editado un libro homónimo precioso con ilustraciones de Mauro Entrialgo–. Ricardo Aguilera nos pasea por las calles de los generales Torrijos, Díaz-Porlier, Pardiñas y Mola.

 

Vamos con el habitual cierre cultural. Naief Yehya siempre nos trae textos interesantes, y esta semana no ha sido una excepción. Al calor de la lectura de No soy un robot, de Juan Villoro, Yehya escribe sobre “el ‘nuevo tipo de colonialismo’ digital basado en el control de datos, tanto a nivel individual como nacional y mundial: el capitalismo de la vigilancia”.

 

Villoro le da gran relevancia a los libros y la literatura en esa lucha contra la robotización, pero la realidad es que el sistema neoliberal está arrasando con el sector editorial. Lo cuenta Rubén A. Arribas en un artículo muy explicativo: “La misma lógica capitalista que se aplica a la venta de latas de sardinas, teléfonos móviles o productos bancarios se aplica a las novelas, cuentos, poemarios o ensayos”.

 

A Margot Rot le ha entusiasmado No todo el mundo, de Marta Jiménez Serrano, tanto que ha decidido escribir una de sus cartas a su amiga Alejandra inspirada en el libro, del que dice que es “una radiografía estupenda del deseo en la pareja cisheterosexual”.

 

Hasta aquí el último paseo del 2024. Es un orgullo tremendo seguir ejerciendo el periodismo libre un año más, mil gracias por permitirlo con vuestro apoyo. Os deseo unos felices días de parte de todo el equipo, y que el 2025 nos traiga salud y calma.

 

Un abrazo,   Diego Delgado


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PERROFLAUTAS DEL MUNDO:   CTXT. “Tengo las manos paralizadas por la tortura”, de Oren Ziv (+972 Magazine)



Ilustración del día: El defraudador confeso Por Pedripol 

 


FIRMA PARA EXIGIR EL CESE DE MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ


enero 10, 2025

Álvaro y Arán. Cima de Peñalara y Laguna Grande, 3/1/2025

 11.30 Estoy en Cotos con Arán.  Haremos Peñalara por la normal (plan) o circular a la Laguna por el Zabala (cambio de plan). Llevo el Spot. Besos


1.- Ruta normal al Peñalara. Cerca de Dos Hermanas.

2.- Vista en sentido contrario. Al frente: Peña Citores. A izda.: instalaciones de Valdesquí.

👆 Cima con bastante viento (Sólo vídeo)

15:01, 3/1/2025  GEMA: Pues parece que han hecho cima!!!!!

 Arán se ha subido el Peñalara!  A ver si tiene foto de cima

15:20 ANA: Que fuerte el Chiquitín!

16:04  Pone que a 15:53 estaban en el último punto... bueno es difícil calcular... depende del ritmo de Arán, si se quiere parar etc etc... pero vaya que ya les queda todo bajada y llaneo nada de subida... quiza estén antes en el coche incluso

GEMA: Vale, gracias Ana

16:09  ANA: Estoy venga a mirar la ruta para dibujar exactamente lo que van a hacer

Van a bajar a la Laguna Grande, y luego cogerán el camino de vuelta... 

Yo creo que sobre las 17:30/18h en el coche


3.- Ruta a la Laguna Grande. Ésta al fondo.


4.- En el camino: el refugio Zabala.


5.- La Laguna Grande


6.- La misma, parece congelada.Agua helada en las paredes.


7.- Fuente a la vuelta, no recuerdo el nombre.

 17:42 ANA: Hora de llegada 17:35

 17:53 GEMA : Se van a tomar un caldito a venta arias

Nuevo record de Arancito!  Besos campeones!!

8.- 18:08  ALVARO: Premio

GEMA: El caldito.de mi niño

Ana: y de chocolate nada? que bueno es este niño por favor!!

ALVARO: 2 curiosidades que no recordaba del Puerto de Cotos:


9.- Escultura en libro.

10.- Este árbol.

ALVARO: En Navacerrada había un mercadillo y hemos comprado un croissant de choco pero no hemos encontrado donde acompañarlo con una leche caliente 

11.- El mercadillo mencionado.

PAQUITA

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PERROFLAUTAS DEL MUNDO:  CTXT. De Auschwitz a Gaza, con escala en La Haya Nunca habrá campos de exterminio en Gaza, pero aun así las comparaciones empiezan a clamar desde debajo de los escombros y de las fosas comunes Por Gideon Levy (Haaretz) 



La tierra prometida Por J. R. Mora





enero 09, 2025

CTXT. Carta a la comunidad 380 | Gerardo Tecé: Cambiamos de farola

 23/11/2024

Querida suscriptora, querido suscriptor:

 

Los ricos tienen agendas de contactos. Los pobres contactamos en farolas. Limpio casas. Cuido enfermos. Doy clases de Matemáticas. Suscríbase a este medio. Las farolas de CTXT y de tantos otros medios sin acceso a los teléfonos de políticos y empresarios que reparten el pastel mediático son las redes sociales. De eso vengo a hablarte en esta carta. Como sabrás, la red social que vio nacer este proyecto periodístico que está a punto de cumplir diez años fue Twitter. Allí nos conocimos, probablemente, allí interactuamos y allí decidiste que tal vez merecía la pena apoyar un medio pequeñito y libre como este. Una década después muchas cosas han cambiado en aquella gran farola que, con el tiempo, se fue llenando de carteles repletos de odio y mentiras hasta terminar enterrando cualquier otro mensaje. Twitter, ya lo sabemos todos, cayó en las manos de un multimillonario obsesionado con hacer de aquel lugar de encuentro un gigantesco altavoz de la ideología ultraderechista. En CTXT hemos debatido mucho sobre qué hacer con ese engendro ahora llamado X en el que el algoritmo es un poderoso militante en favor de la causa reaccionaria. Algunos, como yo, defendimos –y seguimos defendiendo– que si cuando los nazis entran a un lugar el resto abandona el sitio, ganan los nazis. Defendí durante meses mi postura firme de que no podíamos abandonar el engendro de Elon Musk porque los pobres necesitamos espacios, los que sean, en los que colgar nuestros carteles ofreciéndonos a limpiar, enseñar, cuidar o hacer periodismo. No podemos irnos, repetí internamente una y otra vez, porque no hay alternativa a esto que tenemos ahora y que no nos gusta. Pero en una semana todo esto ha cambiado. Todo indica que comienza a existir esa nueva farola.

 

        Se llama Bluesky y no es perfecta. Sigue perteneciendo a fondos de inversión privados de los que poco se conoce, sigue sin ser una plaza pública sino un espacio que tiene dueños que el día de mañana podrían volver a ordenarle a ese perro de presa llamado algoritmo que muerda a quien resulte molesto para la línea ideológica de la propiedad. Lo sabemos, lo aceptamos y te anunciamos a ti, querido suscriptor, querida suscriptora, que desde este momento Bluesky será nuestra principal apuesta de comunicación en redes. Esa farola en la que pegaremos nuestros carteles saludándote, compartiendo nuestro trabajo, reflexionando sobre los asuntos de actualidad y desafíos a medio y largo plazo. En solo una semana ha comenzado lo que hace un mes parecía imposible: un gran éxodo en el que un millón de personas al día se abren cuenta en esta nueva red social huyendo del insoportable hedor a odio y bulos que en Twitter ha provocado la ultraderecha gracias a un algoritmo manipulado –lo confirman algunos estudios– y al uso de miles de bots dedicados a sembrar desinformación. Es decir, trumpismo puro. Tras meses hablando de desafección informativa, en solo una semana en Bluesky hemos descubierto que no había una gran dimisión de lectores saturados por la actualidad, o que no solo era eso. Había también una gran manipulación en las tripas de esta red social que provocaba que nuestras piezas, contrarias a los postulados ultraderechistas, fueran escondidas a muchos usuarios. En esta semana muchos de vosotros nos habéis dicho en Bluesky que ahora volvemos a aparecer en vuestro muro informativo, cosa que en Twitter hacía tiempo que no os sucedía. En solo unos días hemos podido comprobar cómo las lecturas a nuestras piezas han aumentado gracias a la nueva red social, un indicio más de que el juego anterior estaba amañado. Un dato que os parecerá tan sorprendente como a nosotros es que, a nivel interacción a nuestras publicaciones, los poco más de 19.000 seguidores que CTXT tiene en Bluesky en el momento de escribir esta carta generan un impacto mayor que el de los más de 230.000 seguidores que tenemos en Twitter –me niego a llamarlo X–.

 

        Cifras que nos hablan de una gran manipulación y que nos llevan a apostar por mudarnos a un lugar mejor, más sano, menos tramposo. Un sitio en el que el contexto, el análisis, el debate sosegado y los artículos en los que se trata al lector como un ser inteligente tengan el espacio necesario que se nos había robado en la farola anterior. No es que Bluesky sea una plataforma de izquierdas, ni mucho menos, es que simplemente no privilegia los bulos, los mensajes racistas, machistas u homófobos frente al resto de contenidos que quedan sepultados, que es lo que hace Twitter.

 

        Después de un intenso debate interno, debate que abrimos a nuestros lectores hace algunos meses –mucho antes de que medios como The Guardian, en Reino Unido, o La Vanguardia, en España, decidieran salirse de Twitter porque cuando no necesitas farolas todo es más sencillo–, apostamos hoy por Bluesky como ese ecosistema en el que, ahora sí, comienza a haber una comunidad lo suficientemente grande y participativa como para que la mudanza sea posible. Una cosa no quita la otra y de momento no cerraremos la embajada en Mordor.

 

        Sabemos que este debate sobre redes sociales, que para nosotras es hablar de nuestro pan, puede resultar elitista para algunas personas. Cuando la gente llega a casa por la noche reventada de trabajar, sentarse en el sofá y poner Antena 3 no es un acto necesariamente ideológico, sino una rutina de quien no tiene tiempo ni fuerza para plantearse mucho más. Para mucha gente la manipulación mediática no es un problema prioritario cuando uno tiene asuntos más urgentes que resolver. Con Twitter pasa lo mismo, es ya casi una rutina para mucha gente y esa red social sigue siendo nuestra tercera fuente de lecturas a pesar de las zancadillas algorítmicas. Es por esta gente –y esto es una opinión personal no consensuada con mis compañeros de CTXT– por quienes debemos seguir dando la batalla de algún modo en ese lodazal. No podemos permitir que quienes dejen caer su cuerpo y mente agotados en el sofá por la noche, al mirar el móvil queden únicamente expuestos a mensajes de odio y bulos sin mayor resistencia. Aunque el tablero esté inclinado, aunque las publicaciones de CTXT se oculten entre tanta desinformación, seguiremos estando en Twitter señalando y denunciando las trampas. Como digo, es sólo una opinión personal desde el sesgo de tener una comunidad tan grande en Twitter como poco cariño por las cifras y ganas de encontrar un sitio donde leernos merezca la pena.

 

        Para terminar esto, que empieza a parecerse peligrosamente a un discurso en vez de una carta, quiero daros las gracias una vez más por seguir ahí y animaros, a quienes uséis las redes sociales, a seguirnos en Bluesky. Como andamos de mudanza y con todas las cajas apiladas, dejo por aquí una pequeña guía para que no nos perdamos de vista entre una farola y otra. Os dejo mi usuario en Bluesky (gerardotc.bsky.social) y abajo las cuentas de CTXT y de muchos de mis compañeros. Para que, un poco más acá o allá, nos sigamos teniendo cerca. 

 

CTXT: @ctxt.es

 

El Ministerio (sección cultural): ministerioctxt.bsky.social

Miguel Mora: mikelemora.bsky.social

Vanesa Jiménez: vjimenez.bsky.social

Mónica Andrade: monica-andrade.bsky.social

Guillem Martínez: guillemmartinez.bsky.social

Xosé Manuel Pereiro: sihomesi.bsky.social

Nuria Alabao: nuriaalabao.bsky.social

Pedripol: pedripol.bsky.social

Adriana T: bukuku.bsky.social

Elena de Sus: elenadesus.bsky.social

Diego Delgado: diegodelgom.bsky.social

Adriana M: adrianamoraandrade.bsky.social

Álex Blasco: jalobg.bsky.social

Liliana David: mujeretc.bsky.social

La Colchonería: lacolchoneria.bsky.social

Déborah García: soysauuce.bsky.social

Carlos H. de Frutos: carloshdefrutos.bsky.social  

Gerardo Tecé

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PERROFLAUTAS DEL MUNDO:   Esto era el “milagro económico español”


 

enero 08, 2025

Dignitos y Coleando. CTXT: el making-of, de Gerardo Tecé

Gerardo Tecé 8/12/2024

 Cuando dentro de 40 años el periodismo finalmente se vaya al carajo, algunos nostálgicos de lo que en otro tiempo fue el oficio más hermoso del mundo buscarán de madrugada en la deep web información sobre qué era aquello de CTXT

Redacción de Ctxt (Madrid).


En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Esta pieza forma parte del libro CTXT, una utopía en marcha, en el que sesenta y siete firmas hablan sobre los primeros diez años de funcionamiento de la revista y su contexto político. Se puede comprar aquí.

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CTXT cumple diez años. Siendo ateo, reconozco que es un milagro. Díganme si no, qué palabra utilizarían para describir un proyecto periodístico basado en un modelo de negocio para echarse a reír. Oye, ¿y si, en plena época del muro de pago, damos todos nuestros contenidos en abierto? ¿Y si, en la era del clickbait, nosotros escapamos de titulares que buscan el clic fácil? Lo que pasó a continuación te sorprenderá: aquí seguimos una década después. Pobres, pero dignitos y coleando. Si tiene usted este libro entre sus manos algo de culpa habrá tenido en que hayamos llegado a este aniversario. A esta celebración en la que el cuerpo nos pide hablar de las maravillas de este medio de comunicación que entre todos hemos sostenido en el tiempo. De la calidad de sus artículos y del prestigio de los autores, de sus enfoques originales y sus análisis sosegados que aportan colesterol del bueno. De la cobertura que le damos a quienes menos voz tienen. De los compañeros de trabajo que tantas veces durante estos años han sido más familia que compañeros cuando las cosas venían mal dadas, o de una comunidad de lectores y suscriptores absolutamente anormal. Porque anormal es que financien este medio sin pedir nada a cambio, sin grandes ventajas sobre quienes nos leen sin pagar. Anormal es que, cuando nos equivocamos y mandamos un libro de más a sus casas, nos escriban para avisarnos del error y decirnos que ellos se hacen cargo de los gastos de devolución para que no desviemos un solo euro de nuestro objetivo: hacer periodismo. Cosas así pasan a menudo en CTXT y en esta celebración podríamos hablarles de lo que nos emocionan estos detalles y de mil cosas empalagosas. Pero yo, que respeto extremadamente al lector, sé bien que, cuando a uno lo invitan a un aniversario como este, no quiere ver las fotos acarameladas del viaje de novios, sino escuchar jugosos trapos sucios. Y allá vamos.

Cuando dentro de 40 años el periodismo finalmente se vaya al carajo, el número de clics logrados defina la verdad y Vito Quiles reciba el merecido premio Pulitzer, algunos nostálgicos de lo que en otro tiempo fue el oficio más hermoso del mundo buscarán de madrugada en la deep web información sobre qué era aquello de CTXT, ese proyecto romántico por vocación, anticapitalista por definición y de servicio público por convicción. Estoy aquí para evitar que lo idealicen. Para decirles que en CTXT no todo era tan bonito como parecía. Que en la redacción de CTXT no se escuchaba de fondo música clásica mientras se trabajaba, sino chillidos desquiciados si fallaba una ocasión clara el Atleti. En esta revista que tanto presume de valores democráticos, si alguno de sus periodistas se atreviera a confesarse madridista es probable que mañana mismo sufriera un despido inmediato que, para colmo, sería justificado como procedente. No ha pasado nunca porque directamente no hay periodistas del Real Madrid en CTXT. Miento. Creo que hay uno, pero el pobre evita hablar de fútbol del mismo modo que el negro de Vox evita recordar que viene de África.

Deben saber los estudiosos del futuro que este medio que ha hecho bandera de sus análisis reposados tiene como director a un señor con aspecto de embajador en París al que hay que sujetar entre cuatro cuando se calienta en redes sociales, cosa que sucede a menudo. Tras no pocas experiencias traumáticas en las que llegó a posar su dedo sobre el botón nuclear, se le han llegado a quitar las claves de la cuenta oficial de Twitter de esta revista. Prohibirle al director de un medio acceder a las redes oficiales del medio es, con total seguridad, un escenario inédito en el periodismo mundial. ¿Creen que todo es pasión por el análisis político y social? Eso es porque nunca han presenciado cómo un lunes por la mañana las editoras máximas de esta revista, guardianas de los estándares de calidad, se cortan las venas al grito de “yo no puedo con otro análisis de señoro, me quiero matar”. En CTXT cualquier mañana puede suceder que alguien avise de que la revista está caída porque nuestros servidores no son los de Amazon que digamos. ¿Se pone en marcha nuestro equipo de informáticos? Qué va. Una de las directoras adjuntas, que es periodista, pero también hackerpor algún motivo que nadie conoce y ella no cuenta, se pone a toquetear cosas indescifrables para un ingeniero informático y soluciona el problema con la misma facilidad con la que se podría tomar una cervecita en la playa de la Caleta. Y a otra cosa. Vivos de milagro, como decíamos.

En el día a día de esta revista, las conversaciones acerca de los artículos que van a ser publicados con rigor de BBC y elegancia de New Yorker se entremezclan con tengo que recoger al niño del colegio, espérate que tengo una gotera o se me ha roto el aire acondicionado. No es serio. Como no lo es que el nombre de ese grupo de Whatsapp de CTXT en el que se toman las decisiones editoriales jamás de los jamases se llame “Redacción CTXT”, sino que haya tenido una larga lista de nombres absurdos entre los que se encuentra –tome asiento, seguidor del periodismo de calidad– “Pollería Loreto”. Esto ha sucedido. Hemos debatido internamente sobre el auge del fascismo, los conflictos en el seno del feminismo o la urgencia climática bajo las siglas “Pollería Loreto” como si tal cosa. Si alguna vez un miembro de las cloacas del Estado utilizó el espionaje informático para seguir de cerca nuestras actividades subversivas, el día que vio que el principal flujo de información de esta revista circulaba por Whatsapp bajo el epígrafe “Pollería Loreto” se pidió la baja por depresión.

Para CTXT la visión de los jóvenes es una prioridad informativa. Al fin y al cabo son ellos quienes tendrán que gestionar lo que venga. Por ello buscamos continuamente la entrada de savia nueva en la revista. Dicho así suena bonito, pero, ¿y si les digo que en una reciente reunión entre esta revista y una de esas jóvenes periodistas dispuestas a aportar su prisma, el perro adjunto a dirección, un terrible caniche de unos 30 centímetros de altura, le asestó tremendo mordisco a esta chica ilusionada? Los problemas de la juventud son relativos. El acceso a la vivienda pierde importancia en cuanto el acceso a una vacuna antirrábica se convierte en prioritario. La periodista ya está vacunada y fuera de peligro, pero el caniche natural de Mijas, de nombre B.M.A. –lo estamos protegiendo mediante siglas para evitar la acción de la Justicia–, está sufriendo un severo castigo interno: no se le permite asistir a entrevistas de trabajo. Sí a las reuniones del Consejo Editorial formado por prestigiosos académicos que nos asesoran en asuntos clave. Con lo que fuma esa gente no apetece darles un mordisco.

El listado de trapos sucios es inmenso y los caracteres para denunciarlos son limitados. Aún así veamos el vaso medio lleno. A pesar de todos los despropósitos que ustedes acaban de conocer y muchos más que no conocen, hemos conseguido llegar hasta aquí. Gracias por acompañarnos. Han sido diez años estupendos y ojalá cumplamos juntos, como mínimo, diez más. Gracias por cuidarnos tanto y por querernos como somos: imperfectos, pero –creemos– buena gente.

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PERROFLAUTAS DEL MUNDO:  La Alianza de Intelectuales Antifascistas: cuando alfabetizar a los soldados significaba ganar otra guerra  



García de Paredes, la saga de arquitectos homenajeada por dar forma (y dignidad) al urbanismo del sur de Madrid 



enero 07, 2025

CTXT. Carta a la comunidad 384 I Diego Delgado: La crisis de la vivienda no son solo cifras

 21/12/2024

Querida comunidad contextataria:

 

Hoy, para mí, mientras escribo esto, es miércoles 18 de diciembre de 2024. Estoy sentado en una sala con las paredes completamente blancas, vacías salvo por un aparato de aire acondicionado, también blanco y situado algo más de un metro por encima de mi cabeza. La máquina lleva varias horas funcionando sin descanso, su boca abierta en una mueca de sorpresa inmóvil, con el objetivo de caldear este puñado de metros cuadrados que espero poder llamar «mi casa» lo antes posible. A mi izquierda, lo primero que enfocan mis ojos más allá de la pantalla es una escoba, un recogedor con algunos restos de plástico protector de muebles y un cubo con su fregona. Sigo. Dos trozos de cartón, en el suelo, flanquean una caja precintada y llena de libros, que tiene encima una tote bag verde con letras amarillas que dicen «Alpha Decay», también llena de libros. Lo siguiente ya empieza a ser una masa marrón indistinguible que amenaza con tragárselo todo: trozos de cartón colocados encima de cajas de cartón porque dentro no caben, ya están llenas de cartón.

       

        A mi derecha, una maleta grande con una maleta más pequeña encima, ambas cerradas; tres cajas de cartón llenas de ropa y con la parte superior abierta. Rasgada, en realidad. Las solapas, algunas enteras, otras no tanto, apuntan hacia el techo, también lo hacen los trozos de precinto que siguen ahí aferrados. Apuntan hacia el techo, digo, como gritándome que qué demonios hago escribiendo con este tono, que por qué no estoy celebrando: ya tenías pan y trabajo, solo te faltaba eso, ¡mira!, que ya está, es el techo, tu techo.

       

        Ayer, para mí, mientras escribo esto, fue martes 17 de diciembre de 2024. Honestamente, no sé si la fecha quedará registrada de alguna forma en mi memoria. Seguramente no. Pero el martes 17 de diciembre de 2024 fue el día en el que, con 29 años, una carrera, un máster y más de una década de actividad laboral, guardé en cajas una parte importantísima de mi vida y la deposité fuera de la casa en la que llevo viviendo desde que nací. Y fue un día raro, difícil. Hoy también lo está siendo.

       

        Las solapas de las cajas y los trozos de precinto siguen ahí, a mi derecha, desesperadas porque no entienden a qué viene tanta desazón. Como solapas de caja y trozos de precinto que son, su capacidad de reflexión queda muy limitada: entienden que hay un problema grave con la vivienda, que los precios son criminales y que el número de víctimas es abrumador. Pero para ellas, yo ya he salido de ese montante de afectadas por la crisis inmobiliaria. El problema, en mi caso, ha quedado solucionado: ¡mira el techo, está justo encima de ti! Hay personas que se diferencian poco de las solapas de caja y los trozos de precinto.

       

        Reducir la crisis de vivienda a unas cuantas cifras, por esclarecedoras y necesarias que sean, es un error que conduce a infravalorar el alcance del asunto, que es dramático. La diferencia entre tener un hogar propio y no tenerlo es abismal y no puede estar más lejos de una simple transacción nominal del grupo «no tiene casa propia» al grupo «sí tiene casa propia».

       

        Sería cínico ignorar que este mero cambio de categoría significa muchísimo para algunas personas. Tener una dirección a la que asociar tu identidad a ojos del Estado es una especie de derecho raíz del que dependen otros muchos, prácticamente todos los esenciales para la vida. Sin acceso a un domicilio, cualquier persona es prácticamente invisible para las instituciones que deberían encargarse de velar por su bienestar. Pensemos, por ejemplo, en los migrantes en situación irregular, cuya realidad es especialmente sangrante por la vulnerabilidad añadida que acarrea.

       

        Sin embargo, hoy me gustaría centrarme en aquellas personas que cuentan con el privilegio de un hogar compartido –familiar, en muchos casos, aunque no necesariamente– pero no pueden salir de él porque no tienen los recursos para comprar o alquilar su propia casa.

       

        Quien opine que independizarse es un capricho o un lujo que «hay que ganarse» muy probablemente no tenga ni idea de lo que es verse privado de la posibilidad de construir una existencia propia, autónoma. De lo que esa situación repercute en términos de salud mental y hasta qué punto desgasta las relaciones –de nuevo, familiares o del tipo que sean– en el seno de la vivienda compartida. Las razones son múltiples, algunas tan evidentes como la necesidad de intimidad conforme los hijos e hijas van creciendo y poniendo en pie sus vidas. Se puede pensar, por ejemplo, en la opresión que sufren personas LGTBIQ+ cuyos convivientes no aceptan su identidad de género u orientación sexual.

       

        También ocurre fuera de lo materno/paternofilial. Cuántas parejas, cuántas amistades terminan destrozadas por haberse visto abocadas a una convivencia para la que no estaban preparadas, pero que se presentaba como la única vía de acceso a una vivienda. Y peor. Cuántas víctimas de relaciones de maltrato siguen durmiendo con sus agresores. Cuántas van a ser asesinadas solo porque no pudieron irse antes de esa casa.

       

        Cuanto más se alarga la cohabitación forzada, más profundas son las marcas que deja en los cuerpos y las mentes de quienes la soportan. Existe aquí, además, un sesgo de clase insoslayable, puesto que el tamaño de la vivienda es un factor diferencial a la hora de agudizar los problemas derivados de la falta de independencia habitacional. Esos malestares seguirán presentes cuando, por fin, se dé el paso de «no tiene casa propia» a «sí tiene casa propia», pero no quedarán recogidos en las cifras de personas afectadas por la mercantilización de la vivienda.

       

        No me quiero olvidar de las madres, las tías, las abuelas. Incluso las novias o las amigas en muchos casos lamentables. Aquellas que, aparte de todo lo demás, soportan el peso de las tareas de reproducción de la vida de personas con las que no querrían estar conviviendo.

       

        Sé que esta carta empezó siendo personal y ha terminado con una reflexión teórica bastante abstracta. Disculpad el cambio de tono, pero no quería caer en la pornografía emocional ni en el exceso de dramatismo al respecto de una situación, la mía, de absoluto privilegio. Tengo la suerte de no encajar del todo en ninguno de esos supuestos que he ido enumerando, aunque eso no me ha librado de las consecuencias de la convivencia obligada.

       

        El caso es que hoy, para mí, mientras escribo esto, es miércoles 18 de diciembre de 2024, y en vez de celebrar que por fin tengo un lugar en el que desarrollar mi vida fuera del seno familiar, estoy hurgándome en las heridas provocadas durante estos últimos años de frustración por no poder construir una vida propia, de asfixia ante la imposibilidad de satisfacer esa pulsión de avance hacia otras etapas vitales. No me cabe duda de que el mío no es un caso excepcional, porque la crisis de vivienda no son solo cifras. Es muchísimo más.

       

        No puedo cerrar esta carta sin darte las gracias a ti. Por apoyar un periodismo que no relativiza la crisis de vivienda, por formar parte de la lucha contra la mercantilización que nos roba la vida y por permitirme estar rodeado de cajas en un puñado de metros cuadrados que, estoy seguro, pronto serán «mi casa». 

Diego Delgado

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PERROFLAUTAS DEL MUNDO:   El poema dramático de Pablo Fidalgo sobre los abusos en su colegio de Vigo: “Mi infancia es un jardín lleno de basura”