Publicado en el blog de Rafa León el sábado 2 de junio.
El etnoturismo y las identidades de cinco estrellas Mario Roberto Morales
La Insignia. Guatemala, junio del 2007.
Cuando mi ingenuidad se vio sorprendida por el descubrimiento de que era el incentivo de los dineros para financiar proyectos etnicistas lo que movía los mayismos que campean por Guatemala, y cuando esa misma ingenuidad volvió a pasmarse al descubrir que el turismo es la forma como las identidades mayas recién construidas se concretizan, hice lo que cualquier intelectual ingenuo hace ante una situación semejante: me fui a buscar una bibliografía sobre la recién descubierta relación: turismo-identidad-cooperación internacional. ¡Y la hallé! Claro que mi ingenuidad de pronto se vio privilegiada por tener acceso desde la computadora de mi casa a los ficheros electrónicos de una de las mejores bibliotecas estadounidenses sobre América Latina: la Biblioteca Hillman de la Universidad de Pittsburgh. Y basta de comerciales, para ir al grano.
De nuevo mi ingenuidad -inveterada e inseparable de mi timidez- se conmovió al descubrir que existe una bibliografía -no muy abundante, por cierto- que abiertamente aborda asuntos de la cooperación internacional en relación con el turismo y con la promoción de identidades marginales que puedan interesar a los conglomerados turísticos del Primer Mundo. Estas identidades, además, se plantean abiertamente como un espectáculo que debe formar parte de paquetes turísticos más amplios que incluyen la ecología y algunos placeres ligados al consumismo de cinco estrellas. Sin duda resulta sorprendente para alguien interesado en la elucidación de las identidades culturales de un país multilingüe, descubrir que existen fondos destinados a financiar el desarrollo de lo que podemos llamar el etnoturismo, y que para desarrollar este rubro, primero se deben promover las identidades otras y los rituales y costumbres que habrán de constituir el atractivo turístico, en el marco de otros rubros de esta industria como el ecoturismo, el turismo sexual (gay o straight), etc.
La lucidez pragmática de estos planteamientos siguen azotando la ingenuidad del intelectual tercermundista que con dificultad ha logrado dejar atrás las idealidades antropológicas de los setenta, cuando todos hablaban de "rescatar la identidad" y de descubrir "nuestras raíces", como si las raíces y la identidad estuvieran enterradas debajo de la pirámide del Gran Jaguar o de la iglesia de la Merced en Antigua. Porque ahora resulta que, como parte del desarrollo y fomento de identidades construidas para el etnoturismo, se debe asimismo desarrollar movimientos reivindicativos de la diferencia étnica y cultural en los países del Tercer Mundo, a fin de que el playground se ensanche y el síndrome de Disneyworld no se circunscriba a ciudades chatas como Orlando, en Florida, sino que de verdad Disneyworld sea, como su nombre lo indica, un mundo de Disney. La disneyización del mundo, que viene de la mano de la macdonalización de la gastronomía, la reebokización de nuestros pasos perdidos y, en fin, de la uniformización de la cultura y el gusto, consiste precisamente en convertir absolutamente todo en espectáculo y en simulacro. Más en simulacro que en espectáculo.
Lo penoso de este asunto es que el fenómeno deje de verse como un asunto de mercado, de márketing, y se vea como un problema que implica el melodrama de la reivindicación histórica. Y es que el involucramiento de los derechos humanos violados de los grupos marginales que ahora están en el centro del interés etnoturístico, tiñe a todo este operativo mercantil de un pathos que, sin dejar de ser parte del etnoturismo, sacude a las buenas conciencias y las lleva a pensar que el simulacro es the real thing. Claro que todos sabemos a estas alturas del consumo que the real thing no es otra cosa que Coca Cola, otro simulacro de la chispa de la vida, y que ya pasó la época de las verdades estables para ceder lugar a este tiempo de las medias verdades relativas de la posmodernidad. Valga todo esto para decir que la cuestión étnica debe ser replanteada y estudiarse como un problema de mercado y como un estudio de la diversidad de los consumos masificados que articulan identidades turísticas. Lo que equivale a decir que nunca hemos sido más iguales que ahora. Y no salgo de mi asombro ingenuo.
Más: en la página de Pierre Miró http://www.elpobrecitoveedor.net/
Ya viene el verano
Oye papá: este año no volveremos a ir de vacaciones a aquel pueblecito ¿verdad? Porque el año pasado me aburrí como una ostra con tanta montaña y con tanto animal apestoso (Lengua y literatura. 1º de Bachillerato. Vicens Vives)*
“El hielo cruje y se estremece como un ser vivo”. ¿Alguna referencia al calentamiento global? Nones. Se trata del inicio de la propaganda de un viaje… a la Patagonia. En estas fechas, las agencias de viajes empiezan a inundarnos de folletos a todo color con sus ofertas para todos los gustos. Ayer, concretamente, recibo uno que vende viajes exóticos a los lugares más recónditos, atractivos e imposibles para el común de los mortales. Eso sí, los anuncia bajo la pátina del mayor y más exclusivo de los lujos: “Tras la estela de Magallanes, navegando en un selecto y confortable crucero”; “El lujo también existe en los entornos naturales más extremos”.
Proponen viajar a la isla de Pascua (viaje al silencio); a Guatemala (nada se dice del lugar que ocupa el país en el ranking mundial de riqueza/pobreza), donde los “alojamientos con encanto más singulares” permitirán que “los primeros rayos de sol entren por las rendijas de la cabaña sobre la arena”; a Sudáfrica, con safaris y sofisticados lodges ubicados en las reservas privadas de animales y lujosas travesías en tren con “un refrescante final en las playas de Mozambique”; a Namibia (¿se conocen los indicadores de desarrollo humano del PNUD?), donde habrá desplazamientos en avioneta y alojamientos de absoluto refinamiento “en la inmensa sabana de Damaraland, una tribu ancestral nos da la bienvenida al más remoto pasado” y “los himba parecen no anhelar nuestra agitada existencia, sólo nos miran sonrientes desde su primitiva libertad”; a Bután, allá por el Himalaya, en donde “desde el silencio del hotel se intuye el valle bajo la niebla”; a China, Vietnam, Camboya, México…
Esta gente, frente al turismo de masas propone el turismo de élites, tan insostenibles ambos y basados en la distancia y el transporte. Como dicen los ecologistas, “sería clave presentar las alteraciones y destrozos que el turismo masificado ha supuesto en los destinos turísticos: destrucción de ecosistemas naturales, territorios arrasados por construcciones de baja ocupación, elevados consumos de energía y agua, construcción de infraestructuras urbanísticas y de transporte, efecto de las masas crecientes de automóviles y de aviones desplazándose simultáneamente, además de la concentración de capital y las fuertes inversiones que exige la actual industria del turismo”*.
Como sería interesante, también, “descubrir el efecto del turismo en los modos de vida y culturas minoritarias visitadas, que se contagian de las expectativas y modos del mundo occidental, alteran en ocasiones su producción y sus economías autosuficientes y cambian la valoración de sus modos autóctonos de hacer (adaptados al medio) y el concepto de buena vida […] El tratamiento del turismo refuerza el etnocentrismo, dada la imagen que se ofrece de otras culturas no occidentales, imagen que oscila entre el exotismo, la consideración de retraso y la compasión por la pobreza”*.
El mundo es un gran parque temático en el que nos prometen emociones fuertes, espectáculos grandiosos, distracción sin límites, bienestar al por mayor… ¿Qué leches les importa a agencias de viajes, viajeros y globalizadores esa cosa esotérica de la sostenibilidad? Que se producen consumos desmedidos de agua y energía, o se destruyen litorales, o se degradan ecosistemas, o desaparecen modos de vida tradicionales… ¿A quién le preocupa esto? ¿No es acaso incontrovertible que el viajero sólo busca diversión y se la sopla el conocimiento y comprensión de culturas que puedan aportarle algo?
—* Educación y Ecología. Ecologistas en Acción. Editorial Popular, 2007.
Pierre Miró escribió este post el 8/6/2007 a las 8:02 am y está archivado en Viajes.
1 comentario:
Que digo yo que hay viajes más para lucirse que para aprender.
Una pena.
Besos
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