(Publicado por BIPOLAR el sábado 2 de mayo de 2009 en su blog no digas que fue un sueño. Datos personales: 42 años, Géminis y Caballo, Sector: Educación, Profesión: Aguantadora y Ubicación: Burgos.
Otro enfoque al penoso asunto "periodísitico" de los culos de dos "primeras damas"... como las llaman en los "medios". PAQUITA) serpientenilo.blogspot.com/
La doncella entró en el dormitorio y corrió las cortinas abrazándolas hacia los lados con los cordones dorados. Entreabrió la ventana y el agradable frescor de la mañana inundó la cámara. Sonrío mientras me incorporaba y me acomodó un par de cojines bordados con hilos de oro a la espalda para que me apoyara. Estiró la colcha de mi cama y me colocó sobre las piernas la bandeja con el desayuno. Una taza de té, un zumo de naranja, una rebanada de pan integral tostada, un par de huevos revueltos y medio tomate con sal. A las ocho en punto el sistema de aspersores inició el riego de los jardines que admiraba desde el ventanal de mi dormitorio. La fragancia a hierba recién cortada y el ruido de la cortadora de césped impregnaron el monólogo de mi secretaria, que dio lectura como un papagayo a mi apretada agenda.
Mientras ella seguía ajustando con palabras un programa exhaustivo, aticé la teína del agua teñida que humeaba, trasladándome su vapor al puro de mi padre que porfió durante las largas tardes de mi adolescencia -entre bocanadas de humo- que yo carecería de futuro por mi desidia para labrarme un porvenir. Sin embargo, su futuro fue mucho más corto por su afición a los cigarros de mala calidad. Justo el día de su funeral, tuvo lugar un suceso que modificó mi idea sobre el mundo. Al lado del cementerio donde estaba produciéndose el sepelio de mi padre, había un prado con abundante pasto fresco por lo que los granjeros solían dejar al ganado bovino a su albedrío para que retozaran y se procuraran alimento. Las esquilas de las vacas captaron mi atención que se distrajo de las oraciones y parabienes sobre el finado y las paladas de tierra que caían sobre el féretro. No podía apartar la mirada de las reses, sus colgantes metálicos y el semental cercano a ellas. El animal merodeó a las hembras olisqueando sus traseros. Y después de una revisión prolongada de sus huestes, se inclinó por las nalgas más firmes y tersas de la manada, montando a la hembra más joven ante la indiferencia del resto. El párroco me dio el recordatorio fúnebre de mi padre y me palmeo la espalda acompañándome en el sentimiento. Me conminó a visitarle si me encontraba desamparada para ocuparme en algún empleo. Él sugirió que mi rostro era dulce y me abriría las puertas de la vida. Sin embargo, yo había aprendido la lección más importante de mi vida. El toro no se había fijado en la cara sino en el culo y eso es lo que yo sería a partir de entonces.
Con un masaje extendí la leche corporal sobre mi cuerpo recién duchado. La doncella, desplegó varios trajes de alta costura sobre la cama. Escogí el vestido de chantún de intenso negro azulado de dos piezas ceñidas, cuello de cisne, sin mangas y falda de tubo con abertura en ambos muslos. Zapatos y bolso de mano forrados a juego. Un chal de gasa chiffón, la melena recogida en un moño y unas perlitas minúsculas prendidas de los lóbulos de mis orejas para realzar el cuello.
Mi marido entró por la puerta. Acarició con intensidad mis glúteos aprobando con el brillo de sus ojos el escaparate ofertado. Absorbió la fragancia que desprendía mi cuerpo y luego me colgó de su brazo para acudir al primer acto de un día que se presentaba colmado de sonidos metálicos de cencerros.
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