julio 29, 2018

Iessecundaria: Solo ante el peligro

https://iessecundaria.wordpress.com/2010/11/09/solo-ante-el-peligro/

Lleva muchos años en la docencia, quienes le conocemos sabemos de su compromiso con el alumnado y la enseñanza, uno de esos profesionales cómodos para los equipos directivos y solidario con los compañeros, siempre dispuesto a aceptar lo que le toque, ajeno a intrigas, mangoneos y politiquilla de sala de profesores, pendiente únicamente de cumplir con su trabajo lo mejor que sabe y puede. No se le conocen problemas con el alumnado, más allá de los conflictos típicos que se producen en el aula, con los que cualquiera de nosotros lidiamos cada dia.
Me llamó a poco de iniciado el curso, quería hablarme de los grupos que le habían tocado este año. Necesitaba compartir con alguien su preocupación y su temor a que las cosas no le fueran bien. Después de hablar por teléfono en varias ocasiones, quedamos a tomar un café el domingo por la mañana, hace un par de semanas.

El relato de sus primeros días de curso se parecía muy poco a lo que cualquiera hubiera imaginado como normal en una relación entre alumnos y profesores. Su desesperación era grande porque, a pesar del tiempo transcurrido, consideraba que todavía no había podido hacer nada de lo que había previsto con dos de los grupos que llevaba. Me aseguró que se refería a un nada literal, y, lo que era peor, le había resultado imposible establecer con sus alumnos un acuerdo de mínimos que permitiera que la clase se desarrollara en un ambiente medianamente soportable, si no de trabajo, sí de relación y respeto.
Aunque sé que no necesitaba consejos que él mismo podría ofrecerme a mí, decidí sugerirle actuaciones concretas que en alguna ocasión me habían dado buen resultado ante situaciones similares a las que me contaba.  Para mi relativa sorpresa, y debo decir que absoluta desesperación, a cada una de mis propuestas respondía con un lacónico “ya lo he intentado, y nada” que me dejaba bastante desarmado, y con la horrible sensación de servirle de muy poco.
La situación a la que me refiero ya la concéis: alumnado difícil, repetidores en algunos casos, con graves situaciones familiares en otros, sin la más mínima competencia social, obligados a asistir a clase por imperativo legal, sin interés por aprender lo que se les enseña, desmotivados, enfadados con la parte del mundo que imaginan culpable de su situación, que acuden al aula sin material, etc.
Una de mis sugerencias fue  que hablara con el jefe de estudios, con el orientador, con el tutor, que se apoyara en el equipo educativo, en sus compañeros de departamento, que les pidiera ayuda para buscar la manera de intervenir en el grupo, que socializara el problema, que alguien entendiera que la cuestión no le afectaba sólo a él, sino al centro en su conjunto. También aquí, su respuesta fue la misma: “ya lo he intentado, y nada”.
Nos despedimos y, cuando se iba, recordé aquella idea de Fullan y Hargreaves a la que he hecho referencia en alguna otra ocasión: “lo más doloroso no es tener problemas, sino encontrarse solo ante ellos”. ¿No os parece lamentable que un compañero pueda sentirse solo ante el peligro, sin nadie que le eche una mano ante una dificultad extrema, en un instituto de más de cien profesores?

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