Alberto Reig Tapia
El historiador Alberto Reig narra en el último capítulo de la serie de 'Público' sobre la Guerra Civil la revancha de Francisco Franco contra los leales al Gobierno democrático a través de la represión.
Las imágenes de la Corporación Hearst durante la contienda española para los noticieros que se emitían en los cines de Estados Unidos también plasmaron la entrada en Madrid del dictador.
“¡No pasarán!”, gritó Dolores Ibárruri, La Pasionaria, diputada y dirigente del Partido Comunista de España en un célebre discurso pronunciado el 19 de julio de 1936 llamando a la resistencia republicana ante el golpe de Estado que acababa de producirse.
Y los golpistas no pasaron.
Madrid y los sucesivos Gobiernos del Frente Popular resistieron durante tres años las diversas acometidas fascistas para tomar la capital. Si Madrid caía, previsiblemente se desmoronaría toda la resistencia de la República y se acabaría la guerra. Hay que destacar que España fue el único país con Vietnam que resistió un golpe de Estado durante tanto tiempo.
Pero, finalmente, el 28 de marzo de 1939, el victorioso Ejército franquista entraba en Madrid ante una República agotada y abandonada a su suerte por las melifluas democracias liberales. Hambreada la población y sin recursos, las fuerzas de ocupación no encontraron la menor resistencia.
El panorama que se abría para el conjunto de los españoles, incluyendo a los vencedores, salvo aquellos bien instalados en los círculos de poder, no podía ser otro que el de sangre, sudor y lágrimas, evocando el famoso: Blood, toil, tears and sweat, que el premier británico Winston Churchill pronunciara ante la Cámara de los Comunes anunciando el prolongado período de lucha y sacrificio que se le abría a su país ante la Segunda Guerra Mundial.
Posguerra
En el caso español sería el de una durísima posguerra: sangre y lágrimas a raudales y no menos sudor y sacrificio para los vencidos. La Ley de Responsabilidades Políticas que se apresuró a promulgar el vengativo y rencoroso Franco (9 de febrero de 1939), antes, pues, de que concluyera la guerra misma, mostraba sin lugar a dudas la gran represión que iba a caer sobre las espaldas de los vencidos, aplicada ignominiosamente con carácter retroactivo despreciando los principios fundamentales del Derecho. Los panfletos lanzados sobre Madrid anunciando que “nada tenían que temer quienes no tuvieran las manos manchadas de sangre” y que “la España de Franco los acogería con los brazos abiertos” eran una pérfida y cruel mentira.
Celia Gámez, famosa vedette a la que se le atribuyeron entre sus numerosos amores los de Alfonso XIII y el general Millán-Astray, se proclamó “facciosa” con orgullo popularizando el célebre chotis, “Ya hemos pasao”, que contestaba con sorna y crueldad el grito de resistencia de Pasionaria: “¡No pasarán!, decían los marxistas.¡No pasarán!, gritaban por las calles. ¡No pasarán!, se oía a todas horas por plazas y plazuelas con voces miserables. ¡No pasarán! (…) ¡Ya hemos pasao!, decimos los facciosos. ¡Ya hemos pasao!, gritamos los rebeldes.¡Ya hemos pasao!, y estamos en el Prado, mirando frente a frente a la señá Cibeles. ¡Ya hemos pasao!”
Resistir hasta la II Guerra Mundial
El golpe de Estado del coronel Segismundo Casado, que desató una guerra interna dentro del Madrid republicano contra los negrinistas (los partidarios de la política de resistencia del doctor Juan Negrín, presidente del Gobierno) estaban dispuestos a resistir a toda costa confiando en que estallara la inminente guerra mundial y poder unir su suerte a la de las potencias aliadas contra el nazi-fascismo, pero el resto de las fuerzas republicanas estaban dispuestas a negociar la paz con Franco cuanto antes, lo que facilitó el avance final de su ejército y la ocupación de Madrid.
Desde su Cuartel General, el Generalísimo Franco, dio el último parte de guerra en términos bien conocidos: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado. Burgos, 1º de Abril de 1939. Año de la Victoria".
El parte, fue rápidamente llevado a los Estudios de Radio Nacional de España, fue leído a las 22:30 horas, por el actor y locutor Fernando Fernández de Córdoba, con rabia incontenida y una entonación grandilocuente inherente al engolamiento propio de la propaganda del Régimen que entonces se inauguraba.
Sin embargo, no puede decirse que técnicamente la Guerra Civil concluyera definitivamente ese día, pues hubo muchos combatientes republicanos que se negaron a entregar las armas y se constituyeron en guerrilla (los famosos maquis). Hubo conatos de resistencia durante muchos años de la posguerra. Pero como quienes se resistían eran milicianos y no formaban parte de un ejército regular, Franco los consideró como simples terroristas o bandoleros a los que se aplicaba muchas veces sin mayores remilgos la “ley de fugas”, eufemismo con el que se asesinaba sobre el terreno, a los maquis que caían en manos de la Guardia Civil, aunque se hubieran rendido.
De hecho, el estado de guerra no se levantó hasta 1948 para poder aplastar a la guerrilla con todos los medios militares disponibles al margen de cualquier simulacro jurídico.
Es, pues, evidente que la Guerra Civil no terminó el 1º de abril de 1939, como anunciaba grandilocuente y contradictoriamente el famoso último parte de guerra firmado por Franco, que transformaba la coletilla de Tercer Año Triunfal con que concluía dicho parte en Año de la Victoria.
La menor voluntad de una paz verdadera
La Guerra Civil no terminó entonces por la sencilla razón de que en ese mismo momento no hubo la menor voluntad de verdadera paz, sino espíritu de revancha y borrachera de victoria. El mismísimo Franco no dejó de recordarlo día tras día. "¡La guerra no ha terminado!", remachaba en todos y cada uno de los numerosos discursos que empezó a pronunciar tras el cese de hostilidades a lo largo y ancho de la geografía nacional. Y Radio Nacional de España no dejaba de intimidar a los vencidos y excitar a los vencedores a la delación de los “rojos” tronando por sus micrófonos: "¡Españoles, alerta! La sangre de los que cayeron por la Patria no consiente el olvido ni la traición. ¡Españoles, alerta!". La depuración fue exhaustiva. “¿Quién es masón?”, era la miserable pregunta del vencedor quien se respondía asimismo “el que me precede en el escalafón”.
La entrada de las fuerzas ocupantes fue recibida por sus partidarios con un irreprimible júbilo, brazo en alto y gritos de exaltación patriótica a Franco, la Falange y sus aliados. Una Madrid en ruinas, con muros agujereados por los impactos de las balas, con ardorosos picapedreros destrozando la nomenclatura frente populista del callejero, y con señales inequívocas del hambre que padecían sus pobladores, recibía como el maná los panes que repartían desde camionetas los vencedores. Los vencidos y derrotados mostraban en sus rostros compungidos el temor del aciago destino que les esperaba apenas soportable por la ingenua esperanza de que Franco decretara una ansiada amnistía que jamás promulgó.
Como le dijo el coronel Beigbeder al general Franco, “España era suya y podría esculpirla a su entera voluntad”. Así lo proclamó el propio caudillo anunciando el establecimiento de un Estado totalitario a imagen y semejanza de los países aliados, la Alemania nazi y la Italia fascista, que tanto habían contribuido a la victoria de Franco.
Comenzó un prolongado “llanto y crujir de dientes” para todo aquel que no mostrara su adhesión inquebrantable a Franco
Comenzó un prolongado “llanto y crujir de dientes” para todo aquel que no mostrara su adhesión inquebrantable a Franco y al nuevo Régimen, como amenazaba su propia propaganda. La población reclusa al acabar la guerra según el primer informe penitenciario consignó 114.958 prisioneros, de los cuales 92.477 eran reclusos políticos y 22.481 fueron considerados delincuentes comunes, pero en realidad fueron muchos más. Pasaron la frontera de Francia 500.000 republicanos aproximadamente, aunque pronto regresaron cerca de la mitad. El cómputo total de ajusticiados y muertos por inanición y falta de atención médica ha sido establecida por los especialistas en cerca de 150.000.
Bendición papal a Franco y su régimen
Sucesivamente, Franco y el Nuevo Estado fueron reconocidos no ya por Italia y Alemania, sino por las potencias occidentales, Francia, el Reino Unido, los EE.UU… incluyendo la bendición apostólica del nuevo Papa, Pío XII.
El 19 de mayo de 1939 se celebró el magno desfile de la Victoria con la símbólica entrada oficial de Franco en la capital, y bajo su presidencia desfilaron más de 100.000 hombres de todas las armas durante cinco horas. Asímismo, Franco se autoconcedió la gran Cruz Laureada de San Fernando que tanto ansió que le fuera concedida sin conseguirlo y, ahora, al fin, él mismo se la adjudicó por la fuerza de las armas.
La historia del terror y represión franquista para con sus compatriotas republicanos derrotados y humillados no tiene parangón en la historia de España y aún no puede considerarse cerrada ni políica ni historiográficamente.
De acuerdo con la legalidad internacional que establece la ONU, fueron indiscutibles la ilegalidad e ilegitimidad del régimen franquista. El eufemísticamente llamado Alzamiento Nacional, fue un golpe de Estado contra el gobierno legítimo de la República que vulneró el orden jurídico vigente.
Los generales sublevados no tenían competencias para declarar unilateralmente el estado de guerra que desencadenó el enfrentamiento civil. La Resolución, Res.39 (I) adoptada por unanimidad de la Asamblea General de Naciones Unidas el 9 de febrero de 1946 consideró que el régimen de Franco fue impuesto por la fuerza al pueblo español y no lo representaba. Y, de acuerdo con los Principios de la propia ONU, el franquismo cometió crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Aún hoy, de acuerdo con la Resolución, Res.1996/119 de 2 de octubre de 1997, en España siguen sin cumplirse en relación con las víctimas y sus familiares de la represión franquista, el derecho a saber, el derecho a la justicia y el derecho a obtener reparación.
Aquel 1º de abril de 1939 inauguró la llamada Era de Franco que se prolongó por casi cuarenta años y cuyos rescoldos aún no se han extinguido del todo, como muestra claramente la férrea enemiga desatada por las derechas españolas contra toda ley de Memoria Histórica que pretenda clausurar definitivamente el profundo desgarro material y moral que produjo la Guerra Civil española.
*Alberto Reig Tapia (Madrid, 1949), historiador y catedrático jubilado de Ciencia Política, se especializó en la política española contemporánea. Es autor de numerosas obras y monografías sobre la España del siglo XX.
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