marzo 20, 2007

El del asiento de al lado

Acababa de dar un largo paseo, como tantas otras veces, Castellana arriba.
Y como tantas otras veces había ido sola.
No lo hacía por gusto, no, simplemente se había quedado sin amigas.
Lo que empezó siendo un goteo acabó arrastrándolas a todas.
Primero fue Blanca, con 14 años, la seguiría Reyes, poco después, Angelines ... y a los 17 el grupo se había disuelto de manera "natural" -se habían "echado" novio-.
Bueno, del mal el menos era su consigna -una de ellas-y se marchaba por donde primero se le ocurría, en este caso fue La Castellana.
Para volver a casa utilizaba el autobús porque además de ser largo el trayecto también era inhóspito.
Se sentó y mientras miraba distraidamente por la ventana alguien se puso a su lado.
Era un chico joven, parecía poco mayor que ella, pero no llegó a mirarle a la cara. Ya se sabe ¡la verguenza!
Eso sí, no perdía detalle de lo que hacía el muchacho. Se fijó en que escribía algo en el billete recién adquirido, lo doblada unas cuantas veces y lo colocaba encajado en el respaldo del asiento delantero, y pensó ¿y si es un mensaje para mí? ... y siguió pensando ¿y si no lo es?. Con este segundo "y si" se desinfló ... ¡qué verguenza si lo cogía y resultaba un fiasco! y allí se quedó el papelito de marras ... hasta que él se bajó. Ni siquiera entonces fue capaz de mirarle a la cara. Entonces cogió el billete requetedoblado ... lo abrió ... y leyó ... el domingo que viene a la misma hora.
Él ... no apareció.

PAQUITA

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Tanto tiempo después, por fin, he logrado saber lo que ponía aquel papelito que iba dirigido a mí y que una chiquilicuatre y atrevida tuvo la osadía de robar en aquel autobús, cuando era a mí a quien iba dirigido el billetito del metro que, previamente, yo le había regalado a mi enamorado, del que nunca más supe nada. ¡Y todo por culpa de esa payasa!
Encarnita Pastor Vidal

Arroba dijo...

¡qué buen relato! loc@illa, y no menos bueno el colofón de Encarnita Pastor Vidal.

Creo que me va a durar la sonrisa toda una noche, que no es poco.

Anónimo dijo...

Bonita historia Paquita, me recuerda al relato de Salinguer "El corazón de una historia quebrada", también ocurría en un autobuas...

Besos.

Larrey dijo...

joder, Paquita ¿qué te costaba que el chico apareciera?, leeeche (que diría Bernardo) que andamos jodidos de alegrías. Por cierto, Encarna, tu comentario (disculpa el peloteo) merece un segundo relato o la fusión de ambos.

Dudu dijo...

Yo también estoy con Larrey, un final bonito y romántico. Que no se diga que los hombres no tenemos sensibilidad, je,je.
Muy bueno el relato.

Anónimo dijo...

El relato es muy bueno. El final también. No tiene porque ser un final feliz. A veces ocurre que esas historias truncadas son las más hermosas y las que dejan en el lector la duda por saber si podría haber, en otro momento, en otro lugar, un segundo encuentro mas fructífero. En cualquier caso la intensidad del momento efímero es inigualable, como el resto del día o de la noche de ese personaje mientras albergaba la esperanza o la ilusión de conocer a alguien misterioso.
Saludos

Anónimo dijo...

HOLA PAQUITA...
TE ESTABA LEYENDO Y ME QUEDÉ CON ESTE RELATO...
BONITO..AMENO..SIMPÁTICO..
ME VOY CON UNA SONRISA..DE ESAS LEVES..SIN ASPAVIENTOS..QUE TE INVITAN A LA PAZ..
CARIÑOS DESDE LOS MONTES..