Hace unos meses Miguel Sánchez-Ostiz escribió una crónica novelada, bastante terrible, sobre los años de la guerra en Pamplona y la represión subsiguiente. El libro se titulaba El Escarmiento, dimos cuenta de ella en su momento en cuartopoder.es, y con ese nombre su autor quiso sortear una metáfora de la represión franquista en España. Ahora publica un ensayo, La sombra del Escarmiento (1936-2014), lo ha impreso Pamiela, su fiel editorial, que se quiere continuación de aquel otro libro y donde Sánchez-Ostiz quiere mostrar, cree que demostrar es palabra que excusa más que otra cosa lo que es sencillamente evidente, que ese modo de concebir el mundo, el franquismo, sus peculiaridades, siguen presentes y vivas en la España de hoy y de tal manera que hasta explica la corrupción a espuertas que sufrimos como mera continuación del imaginario de botín de guerra de los vencedores de la guerra y que sigue vigente en nuestros días.
En la entrevista que mantuvimos con Miguel Sánchez-Ostiz nos habló del origen del libro: “Fueron dos conferencias que di en un curso de verano de la Universidad del País Vasco, en el mes de julio pasado, que tenía por título A los 75 años del fin de la Guerra Civil: historia, literatura y memoria, dirigido por el profesor Josu Chueca. Una de ellas era sobre la gestación de mi novela El Escarmiento y otra sobre el botín de guerra. Las dos conferencias trataban de las consecuencias del golpe militar de 1936, de la guerra civil y de la represión franquista; de cómo las vivimos“.
En este ensayo Miguel Sánchez-Ostiz cita como libros de referencia En la orilla, de RafaelChirbes, y Escrito en España, de Dionisio Ridruejo porque ambos, por otro lado no se parecen en nada, vinculan el presente , lo que significa, con el inmediato pasado y así, para Chirbes, la corrupción que describe tiene que ver con el pasado franquista que ha dejado unas costumbres inalterables, unas costumbres de corrupción de las instituciones que se creen dueñas de todo lo público. En Ridruejo, que vio en el franquismo una corrupción generalizada de los valores, es decir, la traición hasta de sus propias creencias como esencia, la relación es aún mayor pues apela en exclusiva a la conciencia moral.
Para Miguel la razón es sencilla: “Porque el libro de Ridruejo, de 1962, dedica unas páginas, a mi modo de ver tan intensas como certeras, a denunciar el imperio de la corrupción, la venalidad y la prevaricación institucionales que caracterizaban el régimen surgido del golpe militar. El caso de Rafael Chirbes porque decir que la novela trata ‘de la crisis’ es reducir mucho su contenido. Chirbes parte del por qué remoto de una mentalidad proclive al saqueo, al aprovechamiento inmediato, a la deslealtad en lo público y en lo privado, al sálvese quien pueda, y encuentra la explicación en lo mismo que denunciaba Ridruejo“.
Lejos de buscar polémica, la corrupción no es un problema exclusivamente nuestro y sus causas, aunque las maneras sean específicas de cada país, trascienden nuestras fronteras. Así, la importancia concedida al capital financiero favorece una concepción corrupta del mundo que se produce menos en el capital trabajo o productivo, sin ir más lejos. En cualquier caso, para Sánchez-Ostiz, Pamplona es paradigma del resto de los pueblos españoles respecto a la represión franquista: “en realidad no creo que fuera diferente a todos los lugares donde no hubo frente de guerra, lo único especial es que fue allí donde el general Mola urdió el ‘escarmiento’, desde donde dictó sus instrucciones reservadas, inspiradas en la represión extrema“. Como acabó diciendo José María Iribarren, su secretario particular: “Aquel hombre no pensaba más que en matar”, y en este libro lo que en realidad se dirime, más que cualquier otro asunto, es la falta absoluta de imaginario democrático en el pueblo español, que Miguel Sánchez-Ostiz piensa que se debe a “ese mirar para otro lado” a que la población estaba obligada con las brutales represalias de los vencedores, ya que no hubo familia española que no hubiera sufrido esa represión en alguno de sus miembros.
Esa costumbre de mirar a un lado lo que hay que mirar de frente, es determinante para el autor, pero esa actitud, lejos de ser inocua, conduce a casos sangrantes como los de laLey de Memoria Histórica y el manto de silencio, vergüenza e indiferencia con que la mayoría de la población española ha reaccionado ante este tipo de violaciones de estos derechos de exhumación: “Hay una evidente represión policial y judicial que recuerda los años del franquismo, sus leyes y tribunales de excepción. Y eso se sostienen en una mentalidad que tiene más que ver con el pasado que con un presente que se pretende de un régimen democrático que presenta, a mí modo de ver, algo más que deficiencias“.
“El partido que detenta el poder (gobernar es otra cosa) –añade–, ha dado muestras más que suficientes de que actúa en heredero del franquismo y el régimen. Diga lo que diga el diccionario de Anés, fue una dictadura basada en un golpe militar y sostenida en un aparato legal inspirado en el fraude de ley y en mucho más que el mero autoritarismo… Ah, sí, mejor no olvidarlo, y en un beneplácito social no del todo generalizado, pero casi”. Ocurre lo mismo, es probable, por ese miedo a ser republicano en una población que, curiosamente, no gusta de la Monarquía, esto no lo dice Sánchez-Ostiz, es cosa mía, pero ilustra sobremanera aquello que podemos vislumbrar siguiendo esta estela señalada.
Este tipo de correlatos es lo que hace precioso este libro, de un estilo intenso, apasionado, como es costumbre en Sánchez-Ostiz, un estilo que se acoge al panfleto de eminente excelencia literaria, como los que escribió Louis Ferdinand Céline o El manifiesto comunista, sin ir más lejos; Indignaos no pasa la prueba como panfleto literario de primer orden. Es decir, cumple a la perfección con la rápida reacción del lector, que es lo que busca el panfleto, y para ello la recurrencia a una retórica de primera fila es esencial. No hay más que leer las páginas consiguientes al concepto de botín de guerra, respecto a lo cual Miguel Sánchez-Ostiz nos recalca: “Vuelvo a Ridruejo donde decía que aquella gente, por el hecho de ganar una guerra, se sentía con un derecho a recibir un premio económico, a beneficiarse de las instituciones que había contribuido a poner en pie. Ahora pasa lo mismo, está demasiado generalizado que cuando se tiene poder político o se medra a su sombra apoyando los abusos gubernamentales se tiene derecho a hacer de lo público un pingüe negocio privado. Está demasiado generalizado para sostener que se trata de casos aislados o meras excepciones. Y eso no está llevando aparejado un verdadero rigor judicial”
Ese cumplir a rajatabla con el mejor panfleto lo hizo en El asco indecible y lo ha hecho en este libro… inmejorablemente.
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