Estoy de acuerdo con la fuerza de los argumentos de
Juan Soto Ivars
en esta columna. Su posición sobre las marchas de Chartlotesville no es
equidistancia sino sentido común. Ayer, la prensa de USA se hacía eco
de la posibilidad de una nueva edición de la guerra civil. En España
sabemos mucho de esto y la analogía con ETA de Juan me parece bien
traída: ETA fue derrotada por la acción policial y la social.
Combinadas. Pero no solo por la policial y los "demócratas-demócratas" s
ino
también por la transformación y la acción positiva que ocurrió en el
movimiento abertzale. Discrepo, sin embargo, con él en que estos
procesos sean "diálogo". Me parece que la fuerza de las razones no tiene
por qué ejercerse necesariamente en un proceso bienintencionado de
diálogo, sino por las derivas del antagonismo verbal o escrito en la
esfera pública, en tanto que transforma la sociedad y a todos los
elementos en disputa. Para ello es necesario dejar oír todas las voces.
Los monopolios informativos terminan produciendo trumps y consecuencias
similares. Popper tenía razón: que se maten las razones, no las
personas. Para ello es necesario articular un modelo de democracia muy
abierta, ¿Cuándo hay que prohibir la libertad de expresión? No me parece
que ésta sea la pregunta política (es una pregunta constitucional). La
pregunta política es ¿cuándo debemos responder al adversario con razones
políticas y no con insultos? Solo quienes son capaces de agotar este
campo (y se necesita mucha valentía para hacerlo (de hecho los
insultadores profesionales suelen ponerse máscaras) tienen legitimidad
(y seguramente también virtudes) para defender la democracia por otros
medios. Para responder con fuerza al fascismo es necesario prepararse
para responder con valentía al fascista que llevamos dentro. Eso es lo
que Foucault nos enseñó con la reivindicación del cuidado de si para
ejercer la parresía.
Por cierto, más profunda que la paradoja de la
tolerancia de Popper es la paradoja de la democracia que han tratado
teóricas de la democracia radical como Chantal Mouffe y otras. ¿Cómo es
posible que democráticamente se elija la subordinación colectiva?
Moverse en esas aguas turbias es lo que significa pensar políticamente.
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