Ángeles Rodenas 17 de diciembre de 2023
Científicos y activistas cuestionan los impactos ambientales y la ética de la macrogranja de pulpos que proyecta la empresa Nueva Pescanova en Canarias, a la espera del visto bueno del Gobierno autonómico
— La primera granja de pulpos en Canarias hace que científicos cuestionen si todo vale para satisfacer el consumo humano
A los pulpos les molesta la luz intensa. En algunos laboratorios han llegado a disparar chorros de agua contra las bombillas hasta provocar un cortocircuito eléctrico. Es uno de los comportamientos más llamativos descubierto hasta la fecha, pero no el único. También se les ha visto robar cámaras de vídeo a los científicos que les observan en sus hábitats naturales o interactuar con pequeños frascos flotando en su tanque, empujándolos con los brazos y lanzándoles agua para moverlos contra la corriente, como si estuvieran jugando.
El simple hecho de jugar, para muchos investigadores, requiere tener consciencia. Pero antes de poder concluir con rigor científico que los pulpos tienen algún tipo de experiencia de sí mismos, de vida interior, es necesario seguir investigando. En lo que sí está de acuerdo la comunidad científica es que estos animales, junto con otros cefalópodos como las sepias y los calamares, poseen una complejidad mental que no existe en ningún otro invertebrado, basada en un sistema nervioso no centralizado en el cerebro sino coordinado con los ocho brazos que son capaces de tocar, oler y saborear con cierta autonomía.
Al mismo tiempo, el consumo global de pulpo se ha disparado desde los años 80. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en 2020 los grandes importadores eran la República de Corea (72.294 toneladas), España (49.970 toneladas) y Japón (44.873 toneladas). La captura mundial de pulpo se situó en 2021 en 375.000 toneladas, más de diez veces la cantidad que se producía en 1950, pero en declive en los últimos años debido a la sobreexplotación de las poblaciones mundiales, el calentamiento y la acidificación del agua.
La carrera para criar pulpos en cautividad
El aumento de la demanda y la disminución de los recursos ha hecho que se intensifique el esfuerzo para lograr la cría en cautividad de estos animales, con la ventaja añadida para la industria de su rápido engorde y capacidad de adaptación al entorno. Es una carrera mundial que lidera España.
El Instituto Español de Oceanografía (IEO) consiguió en 2018 establecer un protocolo para mejorar el cultivo larvario, la fase vital más delicada en el pulpo común, cuya patente compró la empresa Nueva Pescanova para seguir desarrollando la primera macrogranja intensiva de pulpos del mundo. Pendiente de las licencias del gobierno autonómico para iniciar la construcción de la planta en Gran Canaria, la empresa presenta el proyecto como la alternativa para cubrir parte de la demanda sin agotar las poblaciones salvajes de cefalópodos. Un razonamiento que no aceptan muchos biólogos y conservacionistas.
“Lo primero que deberíamos preguntarnos es quién come pulpo, cuánto necesita comer y qué importancia tiene culturalmente. No es sorprendente que esto surja en España, uno de los mayores consumidores de pulpo. Pero no es un problema de seguridad alimentaria, sino una cuestión de lujo”, afirma Jennifer Jacquet, profesora de Ciencias Ambientales y Política de la Universidad de Miami, que firmó junto a otros 100 científicos una carta dirigida a las autoridades canarias para que no otorguen las licencias. El pulpo es un plato gastronómico de fuerte arraigo cultural en algunas de nuestras regiones, pero su oferta se ha extendido por todo el territorio nacional y ya hay aerolíneas internacionales que presentan esta opción en el menú del avión.
(...) Según los ecologistas, un animal solitario y territorial por naturaleza pasaría a compartir espacio con muchos individuos, creando situaciones de estrés, agresión y canibalismo. “Si vas a criar una especie en esas condiciones habría que evaluar qué tipo de especie ponemos, no simplemente guiarnos por el interés económico”, afirma Lara a Ballena Blanca. (...)
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