ENVIADO por Antonio O.G. de Zaragoza y publicado en andalán Sociedad - 11/03/11 www.andalan.es/?p=4092
Autor: Ángel Muguruza
Aún hay en el mundo descreídos que, cerradas sus mentes y sus ojos a los portentos que acontecen a veces en su entorno, se empecinan en no creer en los milagros. Sin embargo, a principios del año del Señor 2011, ocurrió un enorme prodigio en el monasterio cisterciense de Santa Lucía de Zaragoza. Pero no nos apresuremos, saboreemos cada detalle del maravilloso portento.
Cuentan las crónicas venidas de lo alto que Jesús de Nazaret hizo posible que cinco mil hombres fueran saciados con cinco panes y dos peces, lo cual es o mucho conformarse con tan poca porción o el resultado de una producción industrial alimentaria de ciclópea envergadura. Sin embargo, en Zaragoza, por mediación de unas monjas, una sustracción milagrosa ha batido todos los records anteriores: el 28 de febrero las religiosas echaron en falta 1,5 millones de euros, que a las pocas horas se convirtieron ante la policía en 1,2 millones de euros y el 1 de marzo quedaron transformados en solo 450.000 euros.
Por si fuera poco, según declararon las religiosas cistercienses, tal cantidad de dinero (¡cuántas hipotecas, cuántas facturas se habrían pagado con esos euros!) ha sido solo producto del ahorro, lo cual será sin duda motivo de peregrinación, ya que un currante cualquiera, tras muchos años de trabajar, cotizar, etc. no logra ahorrar esa cantidad de dinero ni después de diez o doce reencarnaciones sucesivas. Sin embargo, nosotros, hombres de poca fe, hemos podido finalmente confirmar que en ocasiones también existe lo que se cree, y hemos sabido que los billetes de 500 euros existen, e incluso que existen también en Zaragoza, y no solo en Marbella o en los paraísos fiscales.
En efecto, en tres bolsas de plástico negras guardaban las monjitas en un armario el millón y medio de euros. Entretanto, recitaban lo de los lirios del campo y las aves del cielo, que viven sin preocuparse del mañana, pues a cada día le basta su propio afán. Sin embargo, una nueva prueba divina ha sobrevenido a las monjas cistercienses: un hombre malvado enviado del Maligno les ha robado el dinero del armario (dinero más negro que nunca encerrado en bolsas negras de basura), si bien la voluntad divina ha determinado asimismo como castigo que el millón y medio de botín haya quedado convertido en un plisplás en solo 450.000 euros del ala.
¿Investigarán hasta el fondo los policías que llevan el caso tamaño milagro? ¿Juzgarán los señores jueces con todo el rigor de la ley ese ir y venir de los billetes de 500? Nosotros, los descreídos, lo ponemos en duda, por lo que cualquier día algún ángel nos mandará un rayo y nos enteraremos así de lo que vale un peine y que no se debe jugar con las cosas de comer, y menos aún con los billetes de 500.
El diablo mismo nos inocula a nosotros, los descreídos, otras ideas malvadas que conducen directamente a las calderas de Pedro Botero. Por ejemplo, nos susurra al oído que la iglesia católica española recibe del erario público anualmente más de 6.500 millones de euros, libres de impuestos. O que 3.500 millones de euros están destinados a subvencionar colegios religiosos concertados, 2.048 millones a hospitales e instituciones de beneficencia religiosas, que pagamos entre todos; 750 millones de euros de ahorro por desembolsos fiscales no realizados. 600 millones para sueldos de profesores de religión; 200 millones para el patrimonio inmobiliario y artístico, museos y catedrales; 30 millones a capellanías castrenses en cárceles y cuarteles. Eso, por no hablar del valor incalculable de las innumerables cesiones de parcelas de terreno público que reciben, o de las innumerables ayudas y subvenciones que reciben de los municipios, diputaciones y Comunidades Autónomas, lo que elevaría a más de 15.000 millones la cantidad que recibe la iglesia católica de las Administraciones, por tanto de toda la ciudadanía. O que la iglesia católica nos cuesta alrededor de medio punto de crecimiento económico anual. Es una cifra igual a la que Naciones Unidas establece que sería necesaria para acabar con el SIDA en el mundo o la que dedica la UE a Investigación y Desarrollo anualmente. Y nosotros, los descreídos, en vez de ahuyentar tales insidias satánicas, anhelamos la derogación del Concordato de 1953 y los Acuerdos de 1979 entre el Estado español y el Estado del Vaticano.
No obstante, las monjas cistercienses del monasterio de Santa Lucía de Zaragoza, vencidas con ejemplar denuedo las tentaciones diabólicas a las que sucumbimos nosotros, los descreídos, oran y cantan incansablemente al Altísimo a fin de que las tres bolsas negras de basura retornen al armario, si bien solo la sabiduría divina sabe hoy por hoy si esas bolsas contendrán finalmente 1,5 millones, 1,2 millones o 450.000 euros.
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