Publicado por Lansky en 01/06/2012 EL PRECIO Y LA DIGNIDAD (Nuevo parte de guerra) http://www.lansky-al-habla.com/2012/05/parte-de-guerra-ii-sos.html
No hay fortuna inocente, pero los ricos también lloran (cuando recuerdan a los fundadores de sus respectivas opulencias: ¡cómo era de emprendedor aquel abuelito ladrón!). Y se rien. De nosotros. En esta guerra que llaman ‘Crisis’, en esta ofensiva histórica de los más ricos, estos se tronchan porque saben que los supuestos métodos para luchar contra 'ella' son realmente armas de destrucción masiva eficacísimas, o sea, pretextos para demoler los logros del último par de siglos de luchas sociales. Cautivo y desarmado el Estado del Bienestar, sólo falta claudicar. Este es el segundo Parte de Guerra y lamentablemente viene a decir lo mismo que el primero. No me gusta enmendarle la plana a lo clásicos, que, aunque vigentes, como Don Carlos, ya están muertos para replicar, pero la historia no sólo se repite a sí misma, primero como tragedia y luego como farsa, sino que a veces retrocede como pesadilla. Y es que los poderosos, en cualquier tiempo y lugar, son multirreincidentes.
Cuando el capitalismo estaba algo moderado por la política, o sea, por poco tiempo y hasta hace poco, la riqueza se medía como la capacidad de comprar el trabajo de otros, pero ahora el capitalismo financiero se vuelve tan intangible, tan 'vicioso' en su propio círculo de retroalimentación voraz que, como en la esclavitud originaria, vuelve a ser la capacidad de comprar la vida completa de las gentes. Kant decía que todo tiene un precio o una dignidad, que aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente; en cambio, lo que se hallaba por encima de todo precio no admite nada equivalente y eso tiene una dignidad, y concluía que el ser humano es el único que posee dignidad y no precio porque no puede ser sustituido por nada equivalente. Ingenuo filósofo. No es el simple necio el que confunde valor y precio, sino el necio codicioso.
Vale, paguemos la burbuja del ladrillazo o las quiebras de bancos y las grandiosas indemnizaciones de cese de sus incompetentes directivos recortando de la sanidad, la educación y la asistencia social. Los ciudadanos pagan impuestos, los súbditos forman mesnadas como buenos siervos de la gleba. ¿Que qué es la ‘gleba’?, un pedazo de tierra cultivada, un terrón levantado por al arado y hoy, ay, cementado por el especulador de turno.
La ofensiva de los ricos y los detentadores del capital financiero se apoya en aliados como los conservadores políticos y extraños compañeros de viaje, como algunos partidos socialistas europeos. Tenemos el campo de batalla de la zona Euro, con frentes ya rotos, como el griego, y otros en vías de serlo, como el español. Enfrente, divisiones panzer como el directorio alemán, el Consejo Europeo y demás servidores del Banco Central, disparando recortes a diestro y siniestro, disparando a mansalva a las hasta hace poco a salvo clases medias y, claro, a las populares so pretexto de luchar contra el déficit. Y no toman prisioneros: son sádicos y sociópatas.
Algunos pacifistas que pretenden incoherentemente participar en esta guerra como si fueran la Cruz Roja y el servicio de ambulancias y no los blancos móviles de esa artillería, desearían modernizar, dicen, entrañablemente ingenuos, la maquinaria económica, flexibilizar el déficit, relanzar el crecimiento, como si esa maquinaria no funcionara perfectamente, sólo que al servicio de sus amos, claro. Pero lo cierto es que para qué van a cambiar si están ganando. Más bien es lógico que los grupos financieros mundiales y europeos sigan incrementando la presión sobre los Estados europeos, se trata de seguir reduciendo la financiación de las políticas públicas, de acabar con la sanidad, la educación y demás servicios públicos. Ronald Reagan y Margaret Thacher siguen muy vivos y activos, como cualquier vampiro que se precie.
Los mercados (qué bonito eufemismo) financieros se han apoderado, desde la quiebra griega, y desde su requetequiebra, de esa riqueza pública europea que, a fin de cuentas, era el motivo de que los chinos, precisamente fugitivos del sistema de súbditos y esclavitud de la China actual, abrieran eso, tiendas de chinos en este antaño paraíso social. Nos disparan con tipos de interés cada vez más altos y obligan a los países a endeudarse como nunca en la historia. Aún no lo dicen con esas palabras, pero las naciones de Europa hace tiempo que han perdido su soberanía nacional, y no para cedérsela a una superior unidad política ficticia, como la Unión Europea, sino a estos bucaneros del dinero especulativo.
Claro que están además apostando que no va a haber reacciones sociales drásticas (revoluciones), que de la indignación no se pasará a la exigencia de responsabilidades, que la impunidad de los colaboradores necesarios para el expolio seguirá activa como buena patente de corso. Al fin y a al cabo tratamos con un continente envejecido y con ahorros privados importantes y una izquierda tan domesticada que hace que, comparativamente, hasta las ovejas parezcan tigres.
Tras cinco años del estallido de esta guerra/crisis, ni un sólo país europeo ha reducido su déficit estructural, porque no se trata de eso, al contrario, la deuda pública aumenta por doquier; el paro (más bajas; no hay que hacer prisioneros, muchos menos alimentarlos) se dispara (pronto seis millones en España, tres en la dulce Francia), igual que la inflación. Hasta Alemania tenía el año pasado 12, 6 millones de pobres (!!), 46 millones en Estados Unidos, 8,2 en Italia…(según la ONU).
¿A dónde está yendo el dinero que se ha entregado a los bancos desde 2008? Bueno, eso es cómo preguntarse qué van a hacer los secuestradores tras cobrar el rescate: darse la gran vida.
Hay quien opina que contra la crisis y estos corsarios solo cabe otra forma de hacer economía y de hacer política...pero, la crisis económica es una crisis de credibilidad de los políticos, no tanto o no sólo porque lo hayan hecho muy mal, sino porque, precisamente, han negado que esta sea una crisis política y la han presentado como simplemente económica, lo que en buena lógica nos haría concluir que entonces para qué los necesitamos.
Si empezamos a tener la convicción de que el futuro va a ser peor que el presente y casi que el pasado es como si nuestros hijos estuvieran destinados a morir antes que nosotros, sus padres: un sinsentido de pesadilla. Así que no basta con indignarse, hay que responder al fuego enemigo.
Quienes crean que exagero al hablar de guerra deben considerar que el pacto social se ha roto, lo han roto. Se pueden admitir las desigualdades económicas de la economía capitalista a cambio —con el contrapeso— de libertades políticas y de igualdad de derechos. Pero los gobiernos europeos, con la aplicación sin disimulo de la ley del embudo y su sumisión a sus patronos financieros, las elites del dinero, se han colocado contra la inmensa mayoría de sus ciudadanos. Es una fractura social de imprevisibles consecuencias en la que en un bando estamos los ciudadanos, con lógico afán de sobrevivir, y en el otro los políticos que no deberían tener fines de lucro, pero que sirven sumisos esos intereses.
Mientras tanto, quedan unos pocos bastiones de resistencia, los últimos: en los vetustos sindicatos, sí, más necesarios que nunca; entre los jóvenes y entre los que tienen ya cada vez menos que perder. Y hasta el Fondo Monetario Internacional, que no es precisamente una organización altruista, declara que así no podemos seguir. Y los mercados siguen a lo suyo, nos han dejado en pelotas (¿recordáis a los centuriones, jugándose a los dados la ropa del crucificado?), pero quieren también nuestra piel, nuestra sangre. Están venciendo, son lo que en biología se llama parásitos no acomodados, vampiros insaciables. No son humanos. ¿Y después? El diluvio.
Advertencia: El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el coste de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales (de Bertolt Brecht)
Caminante dijo... junio 01, 2012 6:55 PM
Como Vanbrugh, enhorabuena. Y, como él, realmente como todos, no encuentro un solo punto en que no esté absolutamente de acuerdo, agradecida al ver bien formulado y expuesto lo que yo hubiera querido decir.
Lo dicho, es un artículo estupendo... como que creo que lo divulgaré, sin tu permiso
PAQUITA
+ Caminante dijo... -7:02 PM- como le he cogido gusto, sigo.
Los jóvenes desempleados o malempleados, mi hija es de los primeros, se plantean, o se plantea mi hija:
a) marcharse a Sudamérica, a ver si allí tiene trabajo en su especialidad: el ambiente
b) meterse "a saco" en esta guerra descarada, con el objetivo de cambiar el sistema o "morir" en el intento. "Harta ya", esto lo digo yo, de reuniones en que No se toman decisiones relevantes.
¡Ya me voy!
1 comentario:
sin mi permiso, sin mi permiso...ni que estuviéramos en la mili.
Gracias pro difundirme, ensancharme, explayarme, divulgarme y más armes...
un abrazo
Publicar un comentario