La
Policía Nacional y la Guardia Civil se comportaron ayer en Cataluña
como fuerzas de ocupación en un país extranjero. Fue tan desmedida su
actuación que le lavaron la cara a los Mossos, un cuerpo con un pasado
nada amable plagado de brutalidad policial y excesos. Basta con recordar
las imágenes de las cargas durante el desalojo de la Plaza Catalunya
durante la primavera de 2011, en el 15M, y la saña con la que las
unidades de intervencion de los Mossos se emplearon contra l
os
manifestantes. La Policía Nacional y la Guardia Civil rompieron puertas
y vallas, invadieron colegios, institutos, polideportivos y
ayuntamientos para hacer cumplir la decisión de unos jueces que nunca
deberían haber intervenido en un conflicto puramente político. Actuaron
como fuerzas de ocupación, como digo, y por eso hoy no hablamos de
detenidos, sino de heridos. La intención de la represión policial de
ayer era dar una lección al pueblo catalán. Ya no hay ningún tipo de
diálogo posible, si es que alguna vez lo hubo, y sólo existe la retórica
de las porras y las pelotas de goma. Fuimos muchos los que ayer
temblamos de ira e indignación en toda España tras ver las imágenes.
Pero otros muchos no. Esos que gritaban "a por ellos" en los días
previos al referéndum, los que pedían "más palo", estarán hoy
orgullosos de sus cuerpos de policía, porque "los catalanes se lo han
buscado" y porque "la unidad de España es sagrada". Pero yo siento una
vergüenza infinita. Porque lo de ayer no fue un intento de hacer cumplir
la legalidad constitucional, sino un puro y simple escarmiento. Pero no
os olvidéis de algo. El siglo XXI ya no tolera las imágenes de niños,
ancianos, jóvenes y adultos siendo apaleados. El siglo XIX sí, incluso
el siglo XX, pero no el siglo XXI, en el que las imágenes corren como la
pólvora por Internet enardeciendo los ánimos y radicalizando las
posturas.
El gobierno del Partido Popular se ha cubierto de gloria
y, de paso, ha cubierto todo nuestro país de una abundante e
inabarcable capa de mierda.
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