Comentaba
ayer con un amigo que se huele en el aire un nuevo consenso
constitucional. Todo el montaje de Cataluña tiene la pinta clara de que
pasada la batalla aparecerán, por ahí, no se sabe cómo, propuestas
constitucionales (que ya habrán sido cocinadas en los altos despachos de
los poderes fácticos, que ya lo están siendo) y que poco a poco irán
convenciendo a la opinión pública y los militantes de los partidos de
que es la única posibilidad de reforma. Antes, claro, serán
necesarias nuevas elecciones para recomponer tanto el Parlament como el
Parlamento. Dejar en la irrelevancia completa a Podemos (aunque no le
hace falta mucha ayuda) y crear un nuevo consenso constitucional para
los próximos treinta años. Los pobres Mas y Puigdemont pagarán el precio
(sic) de su ingenuidad ante Junqueras, Pablo Iglesias se quedará
vestido y sin novio y volverán banderas victoriosas al precio alegre de
la paz.
Claro, y traerán prendidas cinco rosas las flechas de mi haz.
Apostemos.
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