noviembre 20, 2024

Fin de semana en la Sierra de Ayllón. Álvaro y familia, julio de 2024

 1.- Plaza porticada del pueblo de Cuevas de Ayllón

2.- Escalera de piedra. Cartel: La Botica de Maderuelo / Maderuelo

3.- Iglesia de San Miguel. "sencillos canecillos, de origen románico"


4.- Buitrago del Lozoya. Al fondo: Cuerda Larga y sierra de la Morcuera.


5.- Plaza mayor de Sepúlveda.   

6.- Calle del casco Viejo. Fondo: torre de foto anterior. Paseo cubierto.

7.- Sepúlveda. Algunos huertos.

8.- Casco Viejo.

9.-  Plaza mayor "porticada" de Pedraza (Segovia)

10.- Actuando. "Iglesia de San Juan: inicialmente construida en estilo románico"


11.- Calle del castillo. Al fondo: castillo de Pedraza.


12.- Vista atrás. Fondo: Iglesia de San Juan


13.- Parque infantil.

PAQUITA

noviembre 19, 2024

La Antártida, camino del colapso total al fundirse el glaciar del ‘juicio final’, de Joan Lluís Ferrer

  Joan Lluís Ferrer   27 SEPT 2024 

Si desaparece la masa helada Thwaites, el nivel del mar podría subir de golpe 65 centímetros frente a los 4 milímetros al año actuales

La Antártida, camino de derrumbarse por el glaciar del juicio final / AGENCIAS

La acción de desgaste que ejercen las mareas cálidas en la parte inferior del glaciar Thwaites, en la Antártida, acelerará «inexorablemente» su derretimiento en este siglo, según nuevas investigaciones de científicos británicos y estadounidenses. Los investigadores advierten de que ese deshielo acelerado podría desestabilizar toda la capa helada de la Antártida Occidental y provocar su derrumbe final. Ello haría subir de golpe el nivel de los océanos en una proporción nunca antes imaginada.

El enorme glaciar, que tiene el tamaño de Andalucía y Castilla-La Mancha juntas, interesa especialmente a los científicos por la rapidez con que está degradándose y el impacto que su pérdida tendría sobre el nivel del mar (de ahí su apodo de ‘glaciar del Día del Juicio Final’). También actúa como ‘ancla’ de la capa de hielo de la Antártida Occidental para que permanezca fijada en su emplazamiento.

Como el corcho de una botella

Con más de dos kilómetros de espesor en algunas zonas, Thwaites ha sido comparado con un corcho en una botella. Si se derritiera, el nivel del mar subiría 65 centímetros. Eso ya sería un aumento significativo, dado que los océanos suben actualmente 4,6 milímetros al año. Pero si finalmente se perdiera toda la capa de hielo, el nivel del mar aumentaría nada menos que 3,3 metros, según informa la agencia Bloomberg.

Aunque algunos modelos informáticos sugieren que las reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero previstas en el Acuerdo de París de 2015 podrían mitigar el retroceso del glaciar, las perspectivas siguen siendo «sombrías», según un informe de la International Thwaites Glacier Collaboration (ITGC), un proyecto que reúne a investigadores del British Antarctic Survey, la National Science Foundation de Estados Unidos y el Natural Environment Research Council del Reino Unido.

Derretimiento acelerado desde hace 30 años

El Thwaites lleva retrocediendo más de 80 años, pero ese proceso se ha acelerado en los últimos 30, según declaró en un comunicado de prensa Rob Larter, geofísico marino que colaboró en la investigación. «Nuestros hallazgos indican que va a retroceder más y más rápido». Y otras dinámicas que actualmente no tienen en cuenta los modelos a gran escala podrían acelerar más su desaparición, según asegura esta investigación.

Utilizando un robot con forma de torpedo, los científicos determinaron que la parte inferior de Thwaites está aislada por una fina capa de agua fría. Sin embargo, en las zonas donde las partes del glaciar se separan del lecho marino y el hielo empieza a flotar, la acción de las mareas está bombeando agua de mar más caliente, a alta presión, hasta 10 kilómetros por debajo el hielo.

Forma en que el agua caliente del mar va socavando la parte inferior del glaciar

Forma en que el agua caliente del mar va socavando la parte inferior del glaciar / AGENCIAS

Este proceso está alterando la capa aislante y probablemente acelerará considerablemente la velocidad de retroceso de la zona de encalladura, es decir, la zona en la que el glaciar se asienta sobre el lecho marino.

Además, esto no ocurre solo en la Antártida, pues se ha observado un proceso similar en glaciares de Groenlandia, en el otro extremo del planeta y también sometida a una creciente pérdida de hielo por el calentamiento global.

El grupo de científicos plantea incluso una hipótesis aún más pesimista, según la cual se formarían acantilados de hielo de 100 metros o más en la parte delantera de Thwaites que se desprenderían rápidamente en forma de icebergs, provocando un retroceso glaciar galopante que podría elevar el nivel del mar en decenas de centímetros ya en este mismo siglo. Sin embargo, los investigadores afirman que es demasiado pronto para saber con certeza si este último escenario realmente puede producirse.

¿Es irreversible la pérdida del glaciar?

Una pregunta clave sin respuesta es si la pérdida del glaciar Thwaites es ya irreversible. Por ejemplo, las fuertes nevadas que se producen regularmente en la Antártida ayudan a reponer la pérdida de hielo, explicó Michelle Maclennan, climatóloga de la Universidad de Colorado en Boulder, durante una rueda de prensa. «El problema es que existe un desequilibrio: se está perdiendo más hielo del que las nevadas pueden compensar», explicó.

El aumento de la humedad en la atmósfera del planeta, causado por el calentamiento global que evapora las aguas oceánicas, podría dar lugar a más nieve antártica, al menos durante un tiempo. En un momento dado, sin embargo, se espera que se convierta en lluvia, causando el derretimiento de la superficie del hielo, creando así una situación en la que el glaciar se derrita tanto por arriba como por abajo. La rapidez con que esto ocurra dependerá en parte de los avances que los países hagan para frenar el cambio climático, señalan.

Libelos de sangre, bulos sin red y gente que elige creer. Opinión de Isaac Rosa

 23/8/2024


Las facilidades tecnológicas agravan el problema de la desinformación. Pero hay algo más grave: demasiada gente que quiere creérselo. Y aún peor: demasiada gente que, cuando ya sabe que es falso, sigue haciendo como que se lo cree, dándolo por bueno y compartiéndolo

Tú no te acuerdas porque eres muy joven, pero hubo un tiempo lejano, muy lejano, en que no existían las redes sociales ni Internet, y sin embargo los bulos corrían alegremente. Incluso más alegremente que hoy, con más éxito, sin webs de verificación ni posibilidad de desmentirlos con una simple búsqueda en Internet.

Desde la antigüedad, bulos y fake news han circulado con fuerza, y provocado consecuencias políticas y sociales, violencia incluida. Luchas de poder, querellas religiosas, guerras, revoluciones y contrarrevoluciones eran terreno abonado para manipular a la población con todo tipo de mentiras. Y sin redes sociales, ya digo.

Lo que intentaron los racistas esta semana, acusando a los “moros” del asesinato del niño de Mocejón, es la versión actual de un clásico de la Europa medieval: el “libelo de sangre”. En un pueblo desaparecía un niño, y se acusaba en falso a los judíos de haber secuestrado y asesinado al crío para hacer horrendos rituales con su sangre. Era todo falso, pero los propagadores del libelo lograban su objetivo: miembros de la comunidad judía eran ajusticiados o expulsados, y a veces se desataban disturbios que terminaban en matanzas masivas. Lo mismo ha pasado a lo largo de la historia con el pueblo gitano, víctima preferente de bulos que culminaban también en matanzas y expulsiones.

noviembre 18, 2024

Los alimentos de consumo diario están contaminados con más de 100 plaguicidas

 18 sept 2024

En 2022 se vendieron alimentos con al menos 106 plaguicidas, de los que 59 eran disruptores endocrinos y 32 sustancias no autorizadas



Los alimentos de consumo diario están contaminados con más de 100 plaguicidas. En 2022 se vendieron alimentos con al menos 106 plaguicidas, de los que 59 eran disruptores endocrinos y 32 sustancias no autorizadas, según el informe 'Directo a tus hormonas.
  • En 2022 se vendieron alimentos con al menos 106 plaguicidas, de los que 59 eran disruptores endocrinos y 32 sustancias no autorizadas, según el informe ‘Directo a tus hormonas. Residuos de plaguicidas en los alimentos españoles’, que presenta Ecologistas en Acción.
  • 97 de los plaguicidas detectados fueron aplicados en campos españoles, con el consiguiente impacto en la salud y la biodiversidad.
  • El abuso de plaguicidas afecta directamente a las personas que trabajan en los invernaderos, como denuncia el documental ‘La voz del invernadero’, producido por Ecologistas en Acción.

Ecologistas en Acción presenta el estudio ‘Directo a tus hormonas. Residuos de plaguicidas en los alimentos españoles’, que analiza los datos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) sobre la presencia de plaguicidas en los alimentos vendidos en España en 2022 (últimos datos disponibles a fecha de hoy).

Aunque los datos de AESAN son poco representativos (solo 3,61 muestras por cada 100.000 habitantes, lo que sitúa a España a la cola de la UE en el número de muestras tomadas), permiten ver que los alimentos estaban contaminados con 106 plaguicidas diferentes. El 36% de las muestras tenían restos de una o más sustancias, porcentaje que aumenta hasta el 43% en el caso de frutas y verduras.

De los 106 plaguicidas detectados, 59 (incluido el DDT) fueron disruptores endocrinos, sustancias que afectan al sistema hormonal y que se relacionan con graves enfermedades; 32 fueron sustancias no autorizadas por la Unión Europea y 17 fueron plaguicidas candidatos a ser sustituidos debido a sus efectos cancerígenos, tóxicos para la reproducción, de disrupción endocrina o por cumplir dos de las tres siguientes características: persistencia, bioacumulación y toxicidad.

El elevado uso de plaguicidas expone a la población y al medio natural a pequeñas pero múltiples cantidades de sustancias sobre cuyo efecto combinado alerta la comunidad científica. El cóctel de sustancias queda patente en el 22% de las muestras, que presentaban contaminación múltiple con varios plaguicidas. Otro dato que visibiliza el cóctel tóxico es que los tomates españoles tuvieran residuos de 31 sustancias diferentes.

Al menos 97 plaguicidas tóxicos fueron liberados en cultivos españoles, poniendo en riesgo al medio natural y a las personas que cultivan y viven en las zonas cercanas.

La experiencia de las y los trabajadores de los invernaderos españoles queda plasmada en el cortometraje documental La voz del invernadero, realizado por el fotoperiodista Santiago Donaire y producido por Ecologistas en Acción, para hablar de una verdad incómoda, la de trabajadoras que enferman de bronquitis y Parkinson, entre otras enfermedades para alimentar a la población.

Kistiñe García, portavoz de la organización ecologista, ha declarado: “Las explotaciones agrarias deben respetar los derechos humanos de sus trabajadoras, darles la formación y las EPIS obligatorias y mantener prácticas de aplicación de fitosanitarios que se atengan a la ley. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación está perdiendo una gran oportunidad: la de convertir a España en el productor de alimentos más saludables, en lugar de ser el segundo estado miembro en ventas de plaguicidas”.

“¿Hasta cuándo van a mirar las autoridades y la población hacia otro lado, ignorando la pérdida de salud, biodiversidad y la precaria situación de las y los trabajadores agrícolas por el excesivo uso de plaguicidas para producir alimentos?”, concluye García.

Ecologistas en Acción


noviembre 17, 2024

Investigadores de la ULPGC detectan rodenticidas en una gran variedad de especies silvestres

 María Jesús Hernández

Investigadores de la ULPGC detectan rodenticidas en una gran variedad de especies silvestres. Hallan hasta cinco tipos diferentes de raticidas en el mismo animal

Octavio Pérez Luzardo y Beatriz Martín Cruz abogan por un control de las plagas de roedores basado en sus depredadores naturales 


“Rodenticidas químicos: un peligro silencioso para la biodiversidad” es el título del artículo que firman de manera conjunta el Catedrático de Toxicología, Octavio Pérez Luzardo y la investigadora predoctoral Beatriz Martín Cruz en la plataforma divulgativa The Conversation, un texto en el que analizan el impacto de estos agentes sobre el ecosistema y las alternativas para controlar las plagas de roedores sin poner en riesgo a otras aves y mamíferos.

Los autores aseguran que, a tenor del estado actual de la investigación en el área de la toxicología forense medioambiental, “los rodenticidas químicos –pesticidas que se usan para matar a los roedores–, especialmente los de segunda generación, emergen como una de las principales amenazas para la fauna silvestre”, ya que se han detectado en una amplia variedad de especies salvajes, con un riesgo potencialmente mortal. Esta detección alerta de una “peligrosa infiltración en la cadena trófica”.

Especies como búhos, cernícalos y serpientes muestran una exposición casi universal a estos compuestos, y lo que es más preocupante, a menudo se encuentran “entre dos y cinco tipos diferentes de raticidas en el mismo animal, lo que implica una exposición a la sinergia de sus efectos tóxicos”.

De entre todos los rodenticidas, los autores destacan la alta toxicidad del brodifacoum, cuyo uso está extendido a pesar de que en la UE sólo se autoriza para interiores. El hecho de que se hayan podido hallar restos de esta sustancia en animales en los que sería inusual sugiere que se está haciendo un uso ilegal de la misma. A esto se suma la creciente resistencia que ratas y ratones están desarrollando a los rodenticidas, especialmente en ecosistemas insulares. Por ello, los rodenticidas no sólo no están acabando con los roedores sino que los están convirtiendo en “bombas” para sus depredadores.

Ambos autores consideran que existe una alternativa muy clara a los rodenticidas, y son los depredadores naturales de los roedores: aves rapaces y gatos, principalmente, que pueden actuar como agentes de control biológico. La experiencia del Grupo de Rehabilitación de Fauna Silvestre y su Hábitat (GREFA), instalando cajas nido para aumentar la población de mochuelos, cernícalos y lechuzas se ha demostrado efectiva para reducir las poblaciones de roedores. En cuanto al uso de gatos, ésta puede ser una estrategia efectiva siempre que se haga una gestión responsable de la población de gatos, evitando su aumento descontrolado.

The Conversation España es el principal canal de divulgación del conocimiento que emana de las universidades. La ULPGC se adhirió en febrero de 2020 a esta plataforma, tal y como se ha auspiciado desde la CRUE-Universidades españolas. Los investigadores e investigadoras de la ULPGC han publicado más de 210 artículos en este canal. The Conversation cuenta con ediciones en Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Francia, Indonesia y África, además de la edición en español.

noviembre 16, 2024

La retirada de vegetación en ríos y torrentes aumenta el peligro de inundaciones graves, de Joan Lluis Ferrer

 Joan Lluis Ferrer   06 NOV 2024 

La limpieza total de ríos y torrentes empeora las inundaciones / EFE




Ante las graves consecuencias que ha tenido la DANA en Valencia, muchas personas han empezado a preguntarse qué hacer para prevenir los impactos devastadores de las riadas, más aún si se tiene en cuenta que su frecuencia e intensidad aumentarán a partir de ahora. Desgraciadamente, entre las propuestas para mejorar la prevención han circulado algunas desinformaciones que aconsejan realizar más canalizaciones en los ríos y extraer la vegetación de sus cauces para prevenir las riadas. Esta afirmación, recuerdan los científicos, es falsa y cuando se lleva a la práctica supone un grave peligro de empeorar las cosas.

El biólogo y técnico de investigación del Centre de Recerca i Aplicacions Forestals de Catalunya (CREAF) Pau Fortuño, que ha centrado su actividad en el estudio de los ríos mediterráneos, explica: "Cuando las personas hablan de limpiar los cauces de los ríos hacen referencia a extraer su vegetación y esto es un error hidrológico y ecológico grave. La vegetación que rodea a los ríos está adaptada a las crecidas del río, porque es flexible y robusta a la vez, y hace de freno cuando hay avenidas. Es parte de su función natural. En cambio, si extraemos esta vegetación y empezamos a canalizar los ríos, el agua va cogiendo más y más velocidad a medida que desciende desde las cabeceras o la zona del temporal porque no encuentra ninguna fricción que la frene y, cuando encuentra una curva por dónde salir, los efectos son peores.

Así pues, podemos decir "que las canalizaciones de los ríos y las (mal llamadas) limpiezas de los cauces aumentan la velocidad del agua y, por tanto, su fuerza destructiva". Precisamente, muchas veces los grandes males de una riada no vienen dados por la riada en sí misma, sino porque el agua toma estas grandes velocidades arrolladoras, añade.

¿Cómo proteger, entonces, las ciudades frente a las riadas que se avecinan en el futuro? Según el experto, "no existe riesgo cero, pero para disminuir las consecuencias de las riadas es necesario que los cauces no estén ocupados por casas, naves industriales o comerciales, carreteras, vías de tren o muros de contención y que tengan márgenes suficientemente anchos para crecer y decrecer sin poner en peligro a la población. Además, en estos márgenes no puede faltar la vegetación autóctona, el clásico bosque de ribera, porque es el que nos ayudará a controlar la velocidad del río de forma estable a lo largo de los años. Es una restauración de la naturaleza urgente".

La canalización del Turia no ayudó a frenar el desastre

Por otra parte, durante estos días han proliferado personas que defendían en las redes sociales que la canalización del Turia en el año 1969 ha salvado a Valencia de una tragedia aún peor. La realidad, sin embargo, es que "la canalización del Turia ha ayudado a que en Valencia ciudad no se hayan dado graves problemas, pero, en parte, también ha desviado el problema hacia el sur de la ciudad, justamente en la zona de la Ribera Baixa, que ha sido la más afectada y donde fueron a parar también otros arroyos y barrancos que llevaban volúmenes de agua inmensos. Y esos volúmenes ni los canales ni los muros de contención los hubieran podido contener en ninguna parte, así que no son la clave para la prevención a largo plazo. Y ahora menos, que deberían reconstruirse cada 50 u 80 años si consideramos que cada vez habrá más virulencia en los fenómenos climáticos debido al cambio climático", apunta Fortuño. 

En el caso valenciano, "la suma de unas rieras estrechas, edificadas en los alrededores, canalizadas, con vías de comunicación transversales y sin vegetación, ha sido uno de los motivos de tanta potencia de impacto".

Pero no es el único caso, ya que en Catalunya también existen muchas zonas inundables con estos mecanismos, como por ejemplo en el río Llobregat o el Garona, que ya causó destrozos en Vielha en el 2013. Más aún: ya hay casos de éxito demostrado de cómo la retirada de canalizaciones y el retorno del río a su canal natural están evitando inundaciones, como en el caso del tramo final del río Arga, en Navarra.

La caña no está protegida: es una especie invasora

Por otra parte, el mismo biólogo aclara el papel de la caña que suele crecer en ríos y torrentes. “Cuando hablamos de vegetación en torno a los ríos, no hablamos de la caña”. La caña común (Arundo donax) es una especie exótica e invasora y en ningún caso está protegida –otra fake new de estos días–.

De hecho, existen ayudas y planes de erradicación para su control frecuente e ir eliminando de la orilla de los ríos. "El problema es que la caña tiene un poder de colonización brutal, con volúmenes de masa muy elevados, y como en muchas zonas no tenemos bosques de ribera sanos, no tiene ningún control natural. Si los cauces del río tuvieran los árboles que les corresponden, como son los olmos o los chopos, la caña no tendría toda la luz que necesita para crecer. En cambio, con esta idea errónea de dejar los cauces pelados, favorecemos que la caña crezca más y más", apunta Pau Fortuño.

“Así pues, cuando se habla de un bosque ribera se habla de la vegetación autóctona que crece y madura alrededor de los ríos y que en el mediterráneo corresponde a especies como el chopo, el taray, el aliso, el fresno de hoja estrecha y hoja ancha, el avellano, el saúco... propias de zonas húmedas”, agrega el técnico del CREAF.