abril 13, 2011

El amortizado: José Manuel

Publicado por José Manuel en sábado 17 de julio de 2010 cosasdelauniversidad.blogspot.com/search/label/reflexiones

Tiene unos 55 años. Estudió la carrera en una época un poco convulsa. Franco acababa de morir, y en la Universidad, aparte de estudiar había que mojarse de vez en cuando. Y correr después de alguna manifestación. Eran tiempos donde lo que motivaba a los universitarios no era que España ganara un mundial de futbol (lo cual era algo impensable) o pensar en si prefería trabajar en una multinacional o ser funcionario. EL fututo era muy incierto.
Aunque estudiaba ingeniería y no le preocupaba donde iba a trabajar (porque trabajar trabajaría seguro). Vivía en medio de continuas asambleas, debates, luchas de ideas, entre todos aquellos que demandaban democracia y cambios drásticos en la sociedad, y otros que preferían que las cosas siguieran como estaban. El País estaba convulso, y cada día desayunaba o con un atentado terrorista de cualquier signo, una huelga, una manifestación,… A veces entre dos clases aparecía un compañero que vendía el ‘Mundo Obrero’ de forma clandestina. Y alguna vez le sorprendió alguna refriega entre grupos extremistas de distinto signo. El golpe del 23 F le pilló haciendo el servicio militar obligatorio y pasó algo de inquietud (sin llegar a ser miedo). Maduró a base de debates en mitad de vapores de absenta, recorriendo el camino que había entre los Faroles de Moncloa al Isadora de Malasaña.
En una época donde ningún ingeniero hacía una tesis doctoral, se empeño en hacerla, por supuesto sin ninguna beca, a costa de su tiempo libre, que le quitaba a su novia, la que más tarde sería su mujer. No había medios, laboratorios, equipos,… por lo que aquello resultó mucho más complejo de lo que inicialmente parecía. En aquella época, en las Escuelas de Ingeniería no se investigaba, y desarrollar una tesis implicaba mucho voluntarismo, mucha imaginación. No había costumbre de ‘dirigir tesis’ por lo que los directores de tesis poco más que ponían su nombre a aquello. NO existían los grupos de investigación, y tuvo que aprender solo a que publicar era importante, que había que salir al extranjero, que había que liderar para llegar a algún sitio.
Le tocó montar laboratorios docentes, laboratorios de investigación, montar infraestructuras humanas. Y dar miles de horas de clases, montar nuevas titulaciones nuevos planes de estudios. Y organizar nuevos departamentos. Aprendió a beneficiarse de la Ley de Reforma Universitaria de principios de los ochenta (luego conoció otras varias leyes de Universidades y otras muchas de organización de las enseñanzas universitarias). Se estabilizó en el sistema, y sin mucha ayuda del entorno, solo la creada en base a intereses compartidos, llegó a ser Profesor Titular, primero, y más tarde Catedrático.
Peleó con las viejas escuelas de su Área para abrirse camino. Se hizo a si mismo. Y tomó responsabilidades: dirigió departamentos, montó titulaciones, creó programas de doctorado, estableció convenios nacionales e internacionales. Y creó escuela. Y dirigió tesis a personas que más tarde ayudó a promover. Y algunos de estos, a su vez llegaron a profesor titular y a catedráticos… Y fue Director de Escuela (¿o tal vez Vicerrector?). Y consiguió reconocimiento internacional.
Como persona hecha a si misma, con seguridad e independencia, se acostumbró a decir siempre lo que pensaba, lo que empezó a granjearle muchos enemigos. Además, en un sistema (el Universitario español) donde impera la mediocridad, no le faltaban colegas que le envidiaban desde lo más profundo de su ser y por supuesto, le deseaban lo peor.
UN buen día le traicionaron algunos de su grupo de investigación. Lo pasó mal, pero casi lo asumió como ley de vida. Matar al padre es uno de los hábitos universitarios más normales. Más tarde, cada vez que había ocasión, se encontraba con pequeñas puñaladas que le venían de aquí o allá, pero en un entorno algo más lejano que el del departamento donde habitaba.
Como le debía poco al poder imperante, y se sentía con autoridad para opinar, opinaba de esto y aquello, y eso hizo que empezara a ser muy incómodo. Hasta para su propia gente, que ya empezaba a verle como un obstáculo para sus ambiciones personales, más que como un maestro o una guía.
Un día decidió que ya no asistiría a debates en órganos colegiados. La mayoría de las veces se encontraba defendiendo causas perdidas para colectivos de personas que permanecían callados mientras él acumulaba los reproches de ser discordante. Pese a que su ausencia de estos foros los privó de una voz independiente y autorizada para la opinión de cualquier tema, nadie le echó de menos ya que era una persona incómoda por independiente.
Y poco a poco empezó a sentirse totalmente desencantado de su Institución, a la que siempre había amado. Dejó de sentirse valorado por su entorno próximo (su Departamento), su entorno inmediato (su Escuela) y por supuesto su entorno lejano (su Universidad). De pronto se sintió en el centro de una cebolla de muchas capas, donde a medida que se movía hacia fuera, la calidad de la cebolla era peor, y eso le creó inquietud y cierta claustrofobia.
Y decidió volver a los orígenes. Ya se acabó el tiempo de pelear por grandes conquistas. Ya lo tenía todo a nivel profesional y solo quería seguir divirtiéndose con lo que hacía. Decidió jubilarse en vida: seguiría trabajando, pero para él, no para los demás. Ya no haría nada más por su Departamento, su Escuela, su Universidad. Había llegado el momento de pensar en sí mismo, entre otras cosas porque su Departamento, su Escuela y su Universidad, le habían dado, de alguna manera, la espalda. Y después de muchos años de luchas contra molinos de viento, por primera vez, empezó a sentirse libre. Y volvió a divertirse. Y la Universidad perdió todo su potencial de experiencia y capacidad: ya estaba amortizado.
(VER TAMBIÉN... los comentarios, muy buenos. Paquita)

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