junio 09, 2025

Basura en la Antártida: el rastro humano llega a una de las zonas más protegidas del planeta

 Sergio Parra   20/2/2025  

Científicos españoles descubren residuos en la península Byers, una región clave para la biodiversidad.

UNIDAD DE TECNOLOGÍA MARINA     BASE ANTÁRTICA ESPAÑOLA
La península Byers, ubicada en la Antártida y considerada un santuario ecológico debido a su frágil biodiversidad, ha sido testigo de un hallazgo perturbador: botellas de plástico y vidrio, bidones, chanclas y otros residuos han llegado hasta sus costas, arrastrados por las corrientes oceánicas.


En los confines helados del mundo, ha aparecido una señal inequívoca de nuestra huella en el planeta. La península Byers, ubicada en la Antártida y considerada un santuario ecológico debido a su frágil biodiversidad, ha sido testigo de un hallazgo perturbador: botellas de plástico y vidrio, bidones, chanclas y otros residuos han llegado hasta sus costas, arrastrados por las corrientes oceánicas.

El descubrimiento, dado a conocer en Televisión Española, ha sido realizado por un equipo de científicos españoles liderado por el profesor Jesús Ruiz Fernández, de la Universidad de Oviedo. Su objetivo original era estudiar el retroceso de los glaciares y la evolución del ecosistema en los últimos milenios, cuando la presencia humana en la región era prácticamente inexistente. 

Sin embargo, la inesperada aparición de estos desechos ha desviado inevitablemente su atención hacia una cuestión ineludible: la contaminación global ha alcanzado incluso los rincones más remotos del planeta.

Los investigadores han identificado las corrientes marinas como el principal vehículo de estos residuos, sugiriendo que provienen de embarcaciones que los han arrojado en alta mar o de lugares situados a miles de kilómetros de distancia. Este fenómeno no solo confirma la interconexión de los océanos, sino que también subraya la magnitud del problema: ningún espacio, por remoto que sea, está a salvo de la contaminación generada por la actividad humana.

UN REFUGIO ECOLÓGICO AMENAZADO

La península Byers es una de las Áreas Antárticas Especialmente Protegidas, un estatus que restringe su acceso a un máximo de 12 personas al mismo tiempo debido a su gran valor ecológico. Con una extensión de 60 kilómetros cuadrados, este enclave alberga una biodiversidad única, adaptada a condiciones extremas y a la ausencia de intervención humana directa. Sin embargo, la presencia de estos residuos plantea interrogantes sobre el alcance real de la contaminación marina y su impacto en los ecosistemas polares.

Entre los objetos encontrados, las botellas de plástico se presentan como una de las amenazas más persistentes. Estos residuos pueden fragmentarse en microplásticos que, a su vez, pueden ser ingeridos por organismos marinos, alterando las cadenas tróficas y afectando la fauna local. Según estudios previos sobre contaminación oceánica, los plásticos pueden tardar cientos de años en degradarse, liberando sustancias tóxicas en el proceso.

MÁS QUE CONTAMINACIÓN: UNA SEÑAL DE ALERTA GLOBAL

Los científicos planean analizar en profundidad los objetos hallados para                      rastrear su origen y comprender los mecanismos que han permitido su l                          llegada hasta esta zona protegida. Estos estudios no solo permitirán                              mapear las rutas de contaminación marina, sino que también pueden                      contribuir a futuras estrategias para mitigar su impacto.

A pesar de que su misión principal era estudiar la evolución de los glaciares,                        los investigadores han asumido la responsabilidad de visibilizar esta                      problemática. Una problemática que no es nueva, porque hallazgos como                    estos han sido localizados recientemente en otras regiones.

Por ejemplo, en la Antártida marítima, se recuperaron 1.544 objetos de                      desechos antropogénicos entre noviembre de 2019 y enero de 2020 en el                        Área Antártica Especialmente Protegida (ASPA) Nº 133, ubicada en                        Harmony Point, isla Nelson. La mayoría de estos residuos eran plásticos,                  incluyendo fragmentos de envases y redes de pesca, lo que sugiere que                              las actividades humanas, como la pesca y el turismo, son las principales                        fuentes de contaminación en esta región remota.

Además, investigaciones del British Antarctic Survey han documentado la                acumulación de desechos plásticos en las playas cercanas a sus estaciones                        de investigación. Desde 1989, se han recuperado más de 9.000 objetos en                          la isla Bird, muchos de los cuales afectan a la fauna local, incluyendo                      mamíferos marinos y aves que quedan atrapados o ingieren estos materiales.

Por consiguiente, el hallazgo en la península Byers es más que una anécdota            científica: es un reflejo de nuestra desconexión con el entorno natural y de                            las consecuencias de un modelo de desarrollo que ha convertido los océanos                      en vertederos. Si incluso un santuario ecológico en la Antártida está siendo                            alcanzado por nuestra basura, ¿qué nos dice eso sobre el estado del resto               del planeta?

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