Llegó con tres heridas ¿la del amor, la de la muerte, la de la vida? No ... bueno, sí, pero además con las otras tres, situadas en su nalga izquierda desde hacía exactamente nueve meses, cual gestación; exactamente desde las vacaciones de verano del año pasado, en agosto, como desde muchos años atrás.
Supuso que habían sido picaduras de un mosquito, las tres situadas en línea y en una zona no más grande de cinco centímetros.
Podían haber desaparecido antes, pero, por algún motivo que sólo ella sabía, no había dejado que descansaran en paz. No más aparecía la costra sobre la herida allí estaban sus uñas para levantarla, una y otra vez. Así fue durante meses. No les ofrecía tregua alguna.
Muchas veces se hizo el propósito de dejarlas tranquilas, se lo repetía una y otra vez, pero nada, vuelta a empezar.
Era superior a su voluntad, o ¡quizás! su voluntad era otra. Para ella eran un recordatorio, algo que nada tenía que ver con su origen, pero que la remontaban a otros tiempos. Tiempos en que todo fue más puro, más inocente, menos perverso.
La realidad es a veces obstinada, se empeña y se empeña y nada puedes hacer por subvertir el orden establecido. Ese orden que tú no aprecias, que casi, casi, desprecias, ese orden alienante, frustrante, castrante. Que no permite al individuo ser el mismo, sino seguir un patrón predeterminado. Predeterminado ¿por quien? obligatorio ¿por qué?
Se nos supone seres racionales, animales racionales, que nos distinguimos del resto del reino animal precisamente por eso, por usar la razón, el raciocinio. Esa capacidad para pensar por tu cuenta, analizar por tu cuenta, discernir entre diferentes opciones la que más se aviene a tus parámetros, los por tí elegidos, sólo por tí. Rey en tu reino privado, éste en el que nadie puede intervenir -ni debe intervenir- salvo que hayas hecho dejación de ti mismo y te hayas puesto en manos de ... ¿en manos de quien te has puesto? Opinión que has valorado más que la propia.
Si ese es tu caso, que Dios -la Naturaleza- te encuentre confesado.
A los valientes. PAQUITA
1 comentario:
cojonudo
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