O: Distancia entre la realidad y el deseo.
Los hijos, tema arduo, difícil de acometer, sin solución fácil como casi todas las cosas de esta vida.
De recien nacidos te abruman con sus necesidades contínuas, esa permanente -o casi- presencia a su lado, la enajenación ha que te ves sometid@, la supeditación de todo a ellos, la prisión voluntariamente aceptada.
Más adelante, cuando adquieren autonomía en el movimiento, sientes una cierta liberación, a la vez que echas a faltar -por breves segundos- al bebé que dejó de ser.
Viene la escuela y tras ella el instituto, si tienes suerte no te planteará más problema que encontrarte con que te llevan la contraria a la menor de cambio; cosa que tampoco te molesta puesto que tú mism@ les enseñaste a replanterse las cuestiones, vinieran de donde viniesen.
En este punto ya empiezas a respirar libremente, puedes ausentarte con absoluta tranquilidad, somos todos mayores, todos somos responsables, ninguno insustituible, al menos en labores caseras, que la cosa afectiva es otra historia.
Y empieza la universidad ¡qué bien! ¿qué bien?
¡Hostias! donde antes todo eran sobresalientes comienzan a aparecer los suspensos ¡ya no somos tan listos!
¿Qué ha pasado? ¿Qué ha cambiado? ¿Cuales eran las expectativas que tenían y cuales son sus hechos?
¿Qué idea habíamos proyectado sobre ellos y qué reflejo estamos recibiendo?
¿Tenemos derecho a mostrarnos contrariados? ¿Debemos mostrarles nuestra contrariedad?
¿Se esfuerzan? ¿Se esfuerzan tanto como quisiéramos?
¿Debemos exigirles más? ¿Tenemos derecho?
¿Tenemos derecho a intentar reconducir su peripecia vital por el simple -o no tan simple- hecho de que dependan de nosotros económicamente?
¿No es una forma de chantaje esa actuación?
¿Debemos seguir influyendo en ellos, o intentarlo, en la edad adulta?
¿Podemos influir en ellos sobre la base de que somos los que tenemos la llave de la caja?
¿Podemos por el hecho de ser sus padres?
¿Qué tipo de relación queremos con nuestros hijos?
¿Respetamos realmente su criterio?
¿Pretendemos que no se equivoquen?
¿No es el ensayo y el error uno de los métodos de aprendizaje?
¿Tengo la certeza de no estar equivocándome?
...
Por mucho que queramos no les podremos quitar la piedras del camino, nosotros seguimos haciendo camino.
PAQUITA
Salió bien ... la cita, muy agradable ... y placentera ¡vas a comparar!
4 comentarios:
También soy padre, pero de momento solo me preocupa qué hacer con mi hijo en Santo Tomás, madre, ¿conciliación de la qué?. Pero creo que la sociedad tiraniza a los niños cada vez más, ocho horas de "trabajO" luego horas extrescolares, deberes. Yo, cuando termino mi jornada laboral no pienso en mi trabajo hasta que suena el despertador de nuevo. Ellos tienen siempre algo que hacer. Después llegan las hormonas y les seguimos exigiendo lo mismo, y la universidad ¿no recordáis (los que fuisteis universitarios) cuan hermosas eran las mañanas en la pradera?. Esa es también una escuela de la vida. Faltar a clase (moderadamente) educa nuestra libertad (siempre y cuando no se coma nuestras responsabilidades). Yo repetí tres cursos en el instituto y acabé mi carrera en mi promoción, y con muy poquitas asignaturas en segunda convocatoria. Hasta una matrícula de honor (si me vieran los profes del insti, decía yo). El caso es que todo son etapas, y luego, no sabes por donde le van a venir los golpes en la vida, lo mismo los preparas académicamente y creas seres inseguros en el trato con los demás. En fin, paciencia, que siempre hay tiempo para todo.
Pues eso...
que entre las hijas como bien dices... las clases y el poco tiempo reposado para la creatividad que solo salen fragmentos y paréntesis de vez en cuando... pero subsisto! Naturalmente.
Besos,
Preguntas que cada quien se responde de la mejor manera posible y sin haber asistido jamás a una escuela ad hoc.
Epv
..."Necesidades contínuas, casi permanente presencia a su lado, la enajenación, la supeditación, la prisión voluntariamente aceptada...", te ha quedado chulo, chulo, vamos, un tratado para futuros padres que debería editarse para "ayudar" a decidir, en vez de los tratados "gili..." que invaden las librerias y los tópicos al respecto que invaden los medios de comunicación. Qué bien lo has definido.
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