La diferencia entre un tonto y un lápiz es que al tonto le gusta el lápiz y el lápiz se siente inútil en manos de un tonto. Por eso es tan sencillo distinguir a los tontos de los lápices. El lápiz sirve para escribir y el tonto apenas para ser descrito. Se me ocurre esto al pensar en el lápiz de Luis Bárcenas y en la descripción que acaba de hacer de sí mismo, y de su partido, el vicesecretario de Estudios y Programas del PP, Esteban González Pons. “El PP no es Bárcenas, es Miguel Angel Blanco”, ha dicho este señor tan descriptible en el décimo sexto aniversario del asesinato del concejal del PP de Ermua. Esta vez el lápiz se ha vengado del tonto, y le ha escrito un discurso para la porqueridad. En la época de Naseiro y Bárcenas, la porquería se escondía debajo de las alfombras de los bancos de Suiza, como se ha hecho toda la vida. Ahora González Pons intenta esconderla dentro de los ataúdes, y yo creo con gran dolor que esta es una de las frases más sucias que jamás he escuchado.
Si no fuera porque en España, a pesar del ministroWert, sigue habiendo más lápices que tontos, se abriría ahora la veda de hacer campaña electoral contando a los muertos de cada bando. Concediéndoles incluso el voto póstumo, por mucho que otros crean que Miguel Angel Blanco jamás volvería a votar al PP después de haber escuchado el esputo intelectual con el que nos acaba de amenizar la semana Esteban González Pons.
Hablando de tontos, de lápices, de muertos y de Esteban González Pons se me acercan a la cabeza unos versos de Silvio Rodríguez que quizá no vengan al caso.
Yo digo que las estrellas le dan gracias a la noche,
porque encima de otro coche no pueden lucir tan bellas.
Y digo que el que se presta para peón del veneno
Es doble tonto, y no quiero, ser bailarín de su fiesta
Si algo nos enseña cierta clase política es saber que no tiene límites la iniquidad humana. Lucen bellos los muertos, como las estrellas de Silvio, en la pulcritud de la noche. Hasta que un tío, como Esteban González Pons, los sube a un coche. A un coche oficial. Con lagrimitas falsas en los ojos. El lápiz del tonto en la mano. Y algún bailarín en su fiesta.
Conjugar en la misma frase el imperativo Bárcenas con el pretérito imperfecto Blanco (imperfecto porque nunca debió de ser pretérito) es escupir a la gramática ética. Y dar un disgusto grande a unos cuantos fulanos honrados. Unos cuantos fulanos honrados ya sabemos que algún que otro diputado, ministro o presidente nos ha salido tonto y marioneta. Y es llevadero. Pero qué disgusto más contumaz el concienciarse de que, aparte de tonto, un vicesecretario de lo que sea te ha salido también malvado, juntacadáveres, desenterrador, gusanero.
Yo, personalmente, prefiero que Luis Bárcenas se haya trincado cincuenta millones a que Esteban González Pons quiera esconder esos cincuenta millones en el ataúd de Miguel Angel Blanco, para que nadie los vea. Da tanto miedo pensar lo que ciertos personajes puedan hacer con tu nombre y tu ataúd después de asesinado… Yo creo que, como reprimenda, a Esteban González Pons deberíamos quitarlo de vicesecretario de lo que sea y regalarle un lápiz. Para que escriba cien mil millones de veces en la arena los nombres de Miguel Angel Blanco, de Ernest Lluch, de Federico García Lorca, de Puig Antich, de Fernando Buesa, de Isaías Carrasco, de Yoyes, de Fernando Múgica, de Joseba Pagaza, de Luis Portero, de López de Lacalle, de Sauquillo, de Benavides y de Valdevira, y de todos los muertos malmatados por cualquier sinrazón… A ver si aprende González Pons a no escribir más esos nombres en vano. No vaya a ser que se porte otra vez con el lápiz como el tonto. Y que le siga gustando, más que a un tonto un lápiz, conjugar ciertos nombres para asco de todos estos muertos y de algunos otros vivos.
2 comentarios:
Un texto absolutamente magnífico, Paquita, ¿es tuyo?
Me sobrevaloras.
Es de Aníbal Malvar.
Entrando en el enlace lo habrías visto.
Me alegra que te guste. Un abrazo
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