COPIADO de la pág de fb de Javier Nix Calderón, el 7/8/2014
Madrid se muere en agosto, dicen. Madrid se queda vacía en agosto, dicen. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo puedo entonces sentir el pulso de la ciudad por las noches, cuando salgo a pasear con mi perro y no escucho el graznido de las sirenas de policía ni los gritos de la gente y el viento concede una tregua ante la ofensiva del calor? ¿Cómo puede alguien decir que Madrid se muere en agosto, si el ruido de la ciudad en estas noches se convierte en una canción de cuna, si el aire nocturno pulsa las hojas de los árboles como si fueran las teclas de un piano? ¿No se mueren más bien las costas adonde se dirigen estos cinco millones de muertos? ¿No parece el mar de Torrevieja, o de Benidorm, o de Salou, enfermo bajo las capas de crema solar diluida? Y sus aceras, recorridas por turistas, ¿no se mueren de asco bajo la sangría barata vomitada en su cemento? ¿Cómo puede alguien decir que Madrid se muere en agosto, si los muertos que la habitan se dirigen a morir a otra parte? Madrid, cuando se queda callada, está más viva que nunca. Porque el silencio le da la vida que el ruido le quita. Porque, versionando a Neruda, a quien le gusta Madrid le gusta más cuando calla, porque está como ausente.
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