diciembre 29, 2016

Los animales no son tan españoles, de Enrique Gracia Trinidad

Enrique Gracia Trinidad. Publicado el 26/7/2016. Se lo copié.
Ahora está quieto el ganso, colgando boca abajo de una maroma, inmóvil porque sencillamente está muerto, lo han sacrificado antes. Espera que pase alguien a caballo y le arranque la cabeza de cuajo. En otros tiempos colgaban vivos y supongo que sería más difícil descabezarle porque no se estaría quieto.
Es en el pueblo de Carpio de Tajo, en la provincia de Toledo, donde se celebran por las fiestas de Santiago Apóstol unas espectaculares y un tanto acrobáticas carreras de caballos por parejas en las que los jinetes galopan abrazándose de los hombros; sin duda son de gran dificultad y muy vistosas. Hasta ahí nada que decir. Los caballos enjaezados, los jinetes vestidos con ropas antiguas, la animación garantizada.
Pero después, empieza la barbarie: Se trata de que los mismos jinetes, a buena velocidad, crucen la plaza y al pasar bajo el ganso colgado intenten agarrarlo del cuello y arrancar su cabeza como trofeo. A veces lo consiguen y a veces no, cuestión de habilidad, fuerza y suerte.
Se me ocurre pensar que podrían colgar cestos, monedas, cintas, aros, guirnaldas de flores, sombreros... pero no, cuelgan un animal, aunque esté muerto —¡menos mal!— y hay que arrancarle la cabeza. Sospecho que en las otras cabezas, las de jinetes, espectadores y organizadores hay bastante basura disfrazada de tradición, bastante mala uva vestida de diversión, bastante brutalidad ataviada de fiesta.
Y son sólo unos pocos, que no la mayoría de españoles, pero siempre son más de lo que la cordura, el buen gusto, la salud mental y la decencia aconsejan.

Por mí pueden seguir arrancando cabezas de ganso muerto y celebrándolo con regocijo y aplausos —prohibir no me parece nunca la mejor solución—, pero no deja de ser una tradición infame, una estética zafia, una fiesta salvaje y un tumulto grosero.
España —no menciono a otros países que también tienen sus costumbres bárbaras con animales, sean para fiesta o para comer—, sigue teniendo el pellejo medieval, aún se le ven las hechuras primitivas, salvajes, primitivas y crueles. Y no, no se le puede llamar "animalada" porque a los animales ni se les ocurre maltratar a otro animal, ensogarlo, descabezarlo, lancearlo, tirarlo desde las alturas, hacerlo correr asustado, ensañarse con él de cualquier modo y luego rematarlo. Los animales no son tan españoles. 
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