abril 30, 2019

Gracias a los que, a pesar del ruido, del miedo y de las nueces, siguen luchando y no desfallecen, de Marisa Peña

Paquita Caminante ·    Texto de Marisa Peña  ·   28/2/2019
Antes de que ya estuviera muy enferma y de que su memoria se hiciera agua, mi abuela me pidió que no olvidara y que lo contara todo. Todo lo que habíamos tejido las dos durante tantos años y tantas conversaciones. El hilo de nuestra memoria familiar que era también la memoria republicana, la memoria de los vencidos, de los resistentes, la memoria herida y silenciada. Recordar no es cosa baladí, es un acto de construcción y reparación. Yo he sido una afortunada porque el silencio no se impuso en mi casa. Canciones, consignas, cartas, libros prohibidos y la maravillosa capacidad de mi abuela de recordar y contar todo cuanto ocurrió acompañaron mi infancia, mi adolescencia y mi juventud consciente. Sé que saber me ayudó a comprender, a asumir y a concienciarme. Mi compromiso con la recuperación de la memoria republicana, la justicia y la reparación de las víctimas tiene una vertiente política e ideológica pero también una afectiva hecha de amor y de emociones. No puedo renunciar a ninguna y además no quiero. Por eso no soy historiadora, ni investigadora, porque no soy imparcial ni podría serlo jamás. Soy hija, nieta, sobrina- nieta y bisnieta de víctimas del franquismo y aunque no lo fuera sé que el sufrimiento de los republicanos españoles no ha sido reparado, ni paliado ni valorado en su justa medida. Son víctimas de segunda, obligadas a callar, a olvidar y a pasar página, que es lo peor que se le puede pedir a una víctima. No debería ser tan difícil ponerse en el lugar de las víctimas y de sus familiares. Pero lo es, porque la sombra del franquismo es muy alargada, tanto que cubre incluso a muchos de los que, por herencia ideológica, deberían arañar con uñas y dientes la tierra que cubre a sus muertos, y desamordazarlos y regresarlos... pero prefirieron no remover, no implicarse mucho y no crear problemas a los viejos poderes vestidos de democracia para la ocasión. Y pasaron veinte años, y veinte más... y así estamos. Con Pazo, himno, cunetas, calles franquistas, memoriales a medias y de recuperar patrimonio ni hablamos. Mucho ruido, mucho miedo y pocas nueces. Gracias a los que, a pesar del ruido, del miedo y de las nueces, siguen luchando y no desfallecen. A esos alcaldes y alcaldesas que homenajean a sus republicanos sin complejos, a las asociaciones y a los investigadores. Gracias a todos, y adelante siempre.

©Marisa Peña, Enredando memoria


+   Marisa Peña ·    2/4/2019

Cuarenta años de silencio impuesto, cuarenta más de silencio programado y "libertad sin ira que si no la hay ya la habrá", dan un total de ochenta años. Así que si ahora hablamos los nietos por todo lo callado unos cuantos años más mientras nos dejen, os aguantáis y punto.

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