octubre 28, 2020

Confusión entre 'Ego' y 'yo', de Fernando Broncano

Fernando Broncano R ·   26/6/20
Dice André Gorz contra la idea de que educación es lo mismo que socialización, resonando en sus palabras las ideas de Iván Illich (para que no leáis solamente a Rancière, "El maestro ignorante"):

"La confusión entre 'Ego' y 'yo' viene en gran medida de la forma en que el sociólogo, colonizando y suplantando el pensamiento filosófico, confunde la educación con la socialización. Es cierto que, en la medida en que necesariamente incluye el aprendizaje de un idioma, códigos y referencias socioculturales, cualquier educación es también socialización. Pero no es sólo eso. E incluso podemos decir que es incapaz de educar y socializar si aspira a ser sólo eso. A diferencia del condicionamiento, el adoctrinamiento y la formación, la educación tiene como objetivo esencialmente sacar a relucir en los individuos la capacidad autónoma de hacerse cargo de sí mismos, es decir, la capacidad de convertirse en el sujeto de su relación con sí mismos, con el mundo y con los demás. Esto no se puede enseñar; tiene que ser estimulado. Sólo puede surgir del apego afectivo de los niños o adolescentes a una persona de referencia que les hace sentir merecedores de amor incondicional, y confiados en su capacidad de aprender, actuar, emprender proyectos y medirse con los demás, que les da, en una palabra, "autoestima". El sujeto emerge en virtud del amor con el que otro sujeto lo llama a convertirse en sujeto y se desarrolla a través del deseo de ser amado por ese otro tema.
Esto significa que la relación educativa no es una relación social y no es socializable. Solamente se logra si el niño es un ser incomparablemente singular para la persona que lo educa, un ser amado por él / sí mismo y ser revelado a sí mismo por ese amor como con derecho a su singularidad: es decir, como sujeto individual. La "función" materna o paterna (o la del padre adoptivo, ya sea hermano, tía, abuelo, etc.) no es socializable, porque no estamos tratando aquí con una función, sino con una relación amorosa que la sociedad siempre considera con sospecha o franca hostilidad. Esa función amenaza con hacer que los niños se rebelen educando (e-ducating) para que estén a cargo de sus propias existencias como sujetos autónomos, en lugar de inculcar en ellos el derecho de la sociedad a tomar el control de ellos (como lo hacen la escuela, el ejército y el partido). El amor no es un sentimiento social, ni la educación una "función social".

Muchas profesoras, madres, muchos profesores, padres, lo tenemos muy claro: así es. Los medios socializan, la educación es otra cosa.

André Gorz: Miserias del presente, riquezas de lo posible, 1997.
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