octubre 27, 2020

La constelación Benjamin 80 años después de su suicidio en Portbou, de Antonio Maestre

Antonio Maestre   24  septiembre de 2020Búscame en el ciclo de la vida

"Walter Benjamin era una estrella errante, en la vida y en su obra. Se cumplen 80 años de su suicidio en Portbou, huyendo de los nazis y sin poder cruzar España para embarcar hacia EEUU"

En Portbou hace 80 años, buscando la libertad, se apagó la luz de una de las figuras fundamentales del pensamiento del siglo XX contra la intolerancia. La muerte de Walter Benjamin la noche del 26 de septiembre de 1940 dejó una maleta perdida, un mito sobre su suicidio y la desaparición de una de las mentes más preclaras en la lucha contra el totalitarismo. En tiempos de tenebrismo con similitudes a las que acabaron con su vida es necesario recuperar, admirar y ubicar como un referente necesario, a la altura de sus amigos y compatriotas Bertolt Brecht y Theodore Adorno. Benjamin conducía su pluma con un pensamiento difuminado y etéreo por todas las áreas de pensamiento, con una capacidad de evocación sutil que le aleja de los intelectuales marxistas y que decepciona a quien acude a él buscando un soldado de la palabra. Porque Benjamin era delicado, matizado y profundo. Nada dogmático y sin soflamas incendiarias. Un orfebre del pensamiento socialista más próximo a los utópicos que a los que por su tiempo le pertenecerían.

Benji, como le llamaba su amiga Hanna Arendt, era un hombre con miedo, con mucho miedo, a pesar de haber dado su vida a luchar contra el nazismo que había arrebatado la vida a su familia, burguesa y judía y criada en Berlín. Le aterrorizaba la guerra, huía de ella aterido, con el alma encogida. Pero su miedo no le impedía luchar con su pluma, palabra y obra contra el totalitarismo nazi defendiendo la justicia social y la importancia del socialismo como corpus que mantuviese en pie el trilema de libertad, igualdad y fraternidad. Los años 20 del siglo pasado los ocupó alertando de la capacidad performativa del odio que el lobo nazi construía primero con frases y discursos y después con leyes y sentencias porque, como dejó escrito en sus últimos días con su lucidez preclara, “no hay documento de cultura que no lo sea al tiempo de barbarie”. Judío, socialista y valedor del humanismo como clave de bóveda fundamental. Era el tótem perfecto para el odio nazi. 

Walter Benjamin era una estrella errante, en la vida y en en su obra. Un humanista que sin especializarse trazó una pléyade de pensamiento vagando de una disciplina a otra como lo hacía con su propia existencia. Transitó el conocimiento por sus múltiples y diversas doctrinas: sociología, filosofía, comunicación, estética, cultura y política. Brillando en cada área que le ocupaba, dejando un fulgor persistente que dibujaba la constelación Benjamin. Un humanista en tiempos de barbarie que nació en un tiempo que no era el suyo y que murió queriendo cruzar España huyendo de aquella época que le privó de ser uno de los grandes intelectuales contemporáneos. El filósofo alemán se suicidó con la morfina que llevaba en el intento de huida a EEUU a través de España y Portugal, tratando de escapar de la Francia ocupada por los nazis. Un suicidio mitificado por la presencia de la Gestapo en la frontera franco-hispana y que la historia envolvió en un halo de misterio para acusar de un asesinato jamás probado a los médicos falangistas de la población gerundense y la temible policía secreta alemana (...)  

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