Guillermo Prudencio Montreal — 7 de diciembre de 2022
En la larga lista de atrocidades sufridas por los pueblos indígenas canadienses llaman la atención las cometidas en nombre de la protección de la naturaleza. Así les sucedió a los Sayisi Dene, una tribu del Ártico canadiense que, como muchas otras en aquel duro entorno, había ligado su vida y su supervivencia a la del caribú.
Hoy se sabe que las inmensas manadas de este pariente del reno, con cientos de miles de animales, están en declive por la destrucción de su hábitat. Pero en 1956 el Gobierno de Canadá acusó al pueblo Sayisi Dene de cazar en exceso la especie, de la que siempre había subsistido, y lo expulsó de sus tierras. Desplazado a un campamento de chabolas a las afueras de la mayor población de la bahía de Hudson, despojado de su modo de vida y sin posibilidad de cazar, la tribu sucumbió al hambre, la pobreza y la desesperación: un tercio de los Sayisi Dene perecieron hasta que lograron restablecerse en 1974, en una nueva comunidad en los bosques y lagos que siempre les nutrieron.
Ahora, esta comunidad está al frente de una iniciativa que muestra el giro radical que ha dado la conservación de la naturaleza en Canadá: de marginar y expulsar a los pueblos indígenas, a dejarles decidir sobre el destino de sus territorios ancestrales.
Es un nuevo modelo que el país presentará al mundo en la cumbre de biodiversidad de la ONU que se celebra hasta el 19 de diciembre en Montreal y que, según la ciencia, es esencial para frenar la crisis de extinción de especies en todo el planeta. Según esa lógica, en vez de blindar espacios protegidos, cuidar la biodiversidad implica ceder poder a quienes llevan incontables generaciones protegiendo con éxito la naturaleza.
En el caso de los Sayisi Dene, la tribu está liderando una iniciativa junto a otras tres naciones indígenas para preservar un territorio salvaje del tamaño de Aragón —50.000 kilómetros cuadrados— frente a todo tipo de actividad industrial y extractiva. “Siempre supimos que éramos grandes guardianes de la tierra, porque la escuchábamos. Es una parte de nuestra alma con la que nos conectamos: las aguas, el caribú y todos los animales que hay allí”, dijo el antiguo jefe de la tribu, Ernie Bussidor, al presentar esta iniciativa que protegería la cuenca del río Seal. En 2020 recibieron fondos del gobierno federal para desarrollar la propuesta, que debería hacerse realidad antes de final de este año.
(...) “Tenemos evidencias científicas muy claras de que los sistemas de gestión del territorio de los pueblos indígenas suelen ser muy sofisticados y efectivos a la hora de prevenir la erosión de la biodiversidad”, asegura Fernández-Llamazares, investigador del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals (ICTA) de la Universidad Autónoma de Barcelona. Por ejemplo, se ha descubierto que la riqueza de anfibios, aves o mamíferos es mayor en las zonas gestionadas por pueblos nativos, gracias a prácticas tradicionales como las quemas de baja intensidad que abren pequeños claros en los bosques y aumentan la diversidad de los hábitats (...)
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