Sí, el rosal de zarza, que cubre la valla que rodea nuestra casa por dos de sus lados, ha florecido en el periodo de tiempo en que hemos estado, tanto yo como Blas, fuera. Es algo que ocurre religiosamente todos lo años, pero pese a eso no deja de asombrarnos todos ellos. Su duración no supera las dos semanas, pero durante ese tiempo aparece vestido de pequeñas rosas blancas que lo alegran y nos alegran a todos cuantos lo disfrutamos. Lo sé porque alguna vecina, no avara en los elogios, me lo ha dicho.
Esto de los elogios es una cosa curiosa. ¡Qué de gente es renuente a hacerlos! ¡Cuanto les cuesta! cuando realmente no cuestan nada y aportan al que los recibe un momento de íntima felicidad. Ya se sabe "a nadie le amarga un dulce"
Alabemos las pequeñas cosa de los que tenemos cercanos, su felicidad será la nuestra. PAQUITA, siendo las 9 y media de esta mañana de jueves 4 de mayo de 2006
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