El grifo goteaba, goteaba de continuo. Cloc, cloc, se le escuchaba a poco que se pusiera el oido. Era un ruido monótono, monocorde, que podía pasar desapercibido en medio de la barahunda en que estaba instalado. Alguien intentó cerrarlo, pero fue imposible. De pronto apareció su mano, la de su dueño, hizo varios movimientos de vaivén y ... tras un pequeño chorro ... dejó de gotear.
PAQUITA
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