Hace 24 años

Hace 24 años, exactamente media hora después de la medianoche del 7 de julio -San Fermín- nació mi hijo Álvaro, mi primogénito. El año anterior tuve un aborto espontáneo, llamado así por los médicos por que no fue provocado. La causa la achaqué yo al exceso de actividad montañera tenido durante las vacaciones de agosto. Ese año y los dos anteriores fueron los más intensos que hemos tenido en nuestra vida, mi pareja y yo. Que, tan aficionada a la toma de datos -iba para científica- llevé cuenta de las horas caminadas y de los desniveles salvados, muchas y muchos, por que nuestra forma iba acompañada de nuestra joven edad -estoy hablando de los años 1979-1981- . Así las cosas, de qué me iba yo a preocupar de haber tenido una "falta", enterándome del "asunto" cuando ya estaba "manchando" a mediados de septiembre.
Y sucedió lo que ya me habían comunicado, que tras un legrado, es facilísimo quedarse embarazada de nuevo, de limpia que te quedas. Y nació él.
Y fue la noche más mágica que imaginarse pueda, no diré que inenarrable, por que estoy narrándola.
Le colocaron en una cuna junto a mi cama -a la izquierda y boca abajo- y se pasó toda la velada avanzando, hasta que llegaba al tope -los barrotes de la misma- momento en que le desplazábamos hacia abajo, así, una y otra vez. ¿Quería irse o sólo moverse?
Al mismo tiempo emitía unos ruiditos, por que no sé cómo definirlos, que nos resultaron de puro encanto. No dormimos nada, no nos importó, no nos molestó. Esa fue su primera noche en esta vida.

Dedicado a mi hijo, que ahora está en Francia -sólo por unos días- y con el que no he podido contactar, pero sí enviar un mensaje.
"Tengo una corona de reina adornada con 5 joyas, dos de ellas son mis hijos" (réplica, en parte, de un escrito manufacturado hace pocos meses)

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