Mi gato es ... pequeño, peludo, suave ... tan negro por fuera que se diría de carbón -replico a J.R.J. en Platero, como ya habréis notado-.
Aquí acaban los parecidos, tengo un gato, sí, desde hace ... 8 años.
¿Porqué tenemos animales domésticos los que nunca pensamos en tenerlos previamente? Porque sí.
Todo empezó ... una tarde cualquiera en que, estando tranquilamente en mi casa, llamaron a la puerta.
Toc,toc, acudo a abrir y ¿qué me encuentro? a Verónica, amiga de mi hija con un gatito en brazos y que me dice ¿lo quieres? ¿porqué no te lo quedas tú? será mi inmediata respuesta ¡porque ya tengo dos! será la inmediata suya ¡Trae, anda! será el resultado.
El veterinario nos diría su posible genealogía: mezcla de siames y persa, prevalenciendo lo primero, y el rabo, ese rabo que parece estar roto ... no, es genético.
Y vive con nosotros, o nosotros con él, o vive sin nosotros ... vive como le da la gana.
Cuando quiere entrar en casa espera pacientemente a que alguien le abra la puerta -no tenemos gateras-, cuando quiere salir se coloca frente a la misma en espera y así, más o menos, se comunica con nosotros. Bueno, también maulla, sí, cuando quiere reclamar algo maúlla, cuando la espera paciente no funciona, maúlla y cuando se pelea con otros gatos lanza bufidos.
Se pelea o le pelean, porque este gato no es agresivo, nada agresivo, tan poco que cualquiera le puede zarandear tranquilamente que, lo más que hará será marcharse en cuanto pueda para liberarse del latazo soportado.
Lo dice todo el mundo que le conoce ¡qué bueno es este gato! por lo inusual ¡y es verdad!
Creo -y puede que sea una obviedad más de las que digo, quizás barbaridad- que los gatos tienen el carácter de sus dueños. Me viene a la mente un caso extremo, que para los ejemplos siempre resultan más clarificadores, de unos amos huraños, terriblemente huraños, desconfiados ... y no pongo más adornos que se me calienta el paladar, pues su gato ... su gato era lo más desconfiado y arisco que te puedas echar a la cara, de sacarte las uñas, vaya.
PAQUITA
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