(artículo de 22/2/07. Copiados -y pegados- del blog: http://onubenses.org/columnistas/
Sección: LA TRINCHERA
Walter Butler, soldado británico durante la primera guerra mundial, en mitad de un remolino de gas mostaza y mientras tronaban cañones como trompetas del infierno, se tomó un sorbo de esperanza en el fondo de la trinchera y le escribió una carta de amor a su novia, Amy Hicks: "Me encuentro bien, amor mío, sigo vivo, pronto volveremos a estar juntos..."Sucedió en el año 1915.
La carta llegó a su destino, Wiltshire, la pasada semana, noventa y dos años después. Amy nunca la recibió.Desde el fondo de las ciénagas apestadas de muerte, atrincherados entre proyectiles y sacos terreros, muchos de aquellos jóvenes de entonces enjuagaban sus almas soñando con aquellas Penélopes asidas a fotografías cargadas de inocencia, escribiendo cartas donde relataban sus crónicas de las batallas personales contra la añoranza y la desesperación, cartas que, como la de Walter, tal vez acabaron en el otro bando, en el bolsillo de la levita del cartero fusilado o en el almacen, olvidado y polvoriento, de un viejo cuartel reconvertido en museo de atrocidades.
En el mundo de hoy, pasados esos noventa y dos años, lo único que hemos cambiado es la forma de enviar las misivas desde el frente. Basta un teléfono movil, una conexión a internet para decir "sigo vivo, amor mío, pronto volveremos a estar juntos...". El resto es lo mismo, jóvenes que mueren y matan por causas que se escapan a las razones del corazón, causas ajenas a los secretos de las alcobas de los amantes en vísperas de la partida, intereses alejados de aquellos que provocan besos, lágrimas, caricias, abrazos, susurros al oido.
Amy esperó a Walter, sin saber si estaba o no aún con vida, el joven regresó del frente, mutilado y habiendo dejado la inocencia en algún disparo que alcanzó el objetivo. Se reencontraron, se casaron, procrearon y sacaron adelante a una familia alimentada con chuscos de postguerra, barras de mantequilla y latas de conserva. Mientras tanto aquella carta, aquella paloma de papel extraviada, emprendía un viaje con rumbo a los bucles del destino. Hace tan solo unos días llegó, amarillenta y quebradiza, a las manos de Joice, la hija de aquellos novios eternizados, sin querer, por la más maravillosa máquina del tiempo: el amor.
Firmado: Manuel Rubiales Requejo (también el siguiente)
Medallitas en el pecho y banderitas con crespones (art. de 23/2)
La soldado Idoia no estaba en misión de guerra en Afganistan. Idoia no ha muerto tras pasar sobre una mina. Ha sido un susto. Los soldados españoles desplegados en conflictos internacionales realizan misiones de paz, solo eso, todo lo demás son rumores mal intencionados.
Por eso nuestros soldados municionan los cargadores del subfusil con caramelos y pastillitas de goma, cargan los cintos con bocadillos de mortadela, para ofrecerlos a los civiles desplazados y masacrados por "los malos", y solo disparan salvas al aire para celebrar la visita del ministro del gremio a los lustrosos campamentos donde las tropas poco mas que están de vacaciones. A otro con ese cuento.
Mientras Idoia permanece en un feretro cubierto con una bandera empapada de lágrimas nuestros politicos, tan sensibles, discuten, como no podía ser de otro modo, si a la finada le conceden una medalla con distintivo rojo o amarillo, quizás sin caer en la cuenta de que, cualquiera que sea el color, no deja de ser una condecoración a título póstumo. Ratas de bodega que arrojan cadaveres calientes a la cara del contrincante y clavan crespones negros con puntas de banderilla.
Nuestro ejército no tiene héroes, no tiene muertos en misión de guerra, tiene caidos al servicio de la patria, ¿de qué patria...? De Afganistan, de Haití, de Bosnia, de Irak, de Somalia, de Sierra Leona, de Cabo verde.
En Bosnia patrullas españolas se infiltraban hasta las posiciones Servias de Montenegro para informar al mando estadounidense sobre asentamientos y movimientos de tropas, se produjeron escaramuzas, tiroteos y situaciones de máxima tensión, fue la llamada operación "Buho", jamás se informó publicamente de ello porque España, "oficialmente", no participaba de operaciones hostiles en los Balcanes, claro. Del mismo modo, también en Bosnia, una patrulla española de Infantería de Marina con un simple sargento al mando, tras una situación que bien podría haber acabado en un baño de sangre, se interpuso a un convoy militar que pretendía dar un golpe de estado. Los miembros de la patrulla jamás fueron condecorados por ello, no se podía reconocer el peligro real de las "misiones de paz". Código de silencio y unas buenas dietas para no asustar demasiado a los votantes.
Nuestros soldados sólo salen del pais para repartir bollos y botes de leche en polvo, ¿verdad, Idoia...?.
Ya tienen nuestros políticos una nueva excusa para ponerse la corbata negra y nuestra Casa Real, tan castrense y tan curtida en los campos de batalla, una nueva ocasión de colgarse las medallas en el pecho y lucir uniforme de sepelio. Mañana que me cuenten otra.
1 comentario:
iba a escribir sobre este tema en mi blog, pero creo que ya no es necesario, Manuel Rubiales lo ha expresado mejor de lo que yo hubiera podido. Gracias, Manuel
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