(Publicado por El Gaucho Santillán en lunes 4 de enero de 2010 en su blog Este Gaucho escribe cosas raras, participando además en BLOGUETIA. Datos personales: 49, Hombre, Libra y Rata, Sector: Ingeniería, Ubicación: Rosario (Argentina). Autodescripción: "Soy un gaucho salvajón... pero bastante sensible... ahijunaza!!"
El Gaucho Santillán es componente del grupo Bloguetia, a través del que lo ha conocido. Presentado queda. PAQUITA) estegauchoescribecosasraras.blogspot.com/
Que poca cosa serìamos los padres, de no ser por los hijos!
Tránsito Carrasco había nacido en el norte chaqueño, de familia pobre y sin recursos. Solo conservaba un neblinoso recuerdo de su padre, el cual, buscando sustento, emigró del campo familiar, y jamás volvió.
Tránsito se hizo solo. Él y sus seis hermanos salieron a trabajar al monte siendo niños, tratando de esquivar el hambre que la tierra yerma y las sequías le tenían destinado. Hubiese querido tener un padre. Pero, entre tantas otras cosas, Tránsito Carrasco careció hasta de un consejo.
Ahora, ya hombre, habiendo emigrado de su tierra, recordando a su madre (a la que sabía que no volvería a ver), Tránsito se agachaba sobre el surco, que su sudor regaba, pensando en que distintas serían las cosas para su propio hijo. ( Porque Tránsito Carrasco se había prometido, estando solo, allá, en medio del monte, pasando hambre mientras trataba de completar la cuota de madera, que SU hijo leería).
Y sabiendo leer, aprendería TODO. Como los doctores, los comisarios, los jueces. Esos no pasaban hambre.
Y mandaba a su hijo a la escuela. Y su hijo volvía, y le mostraba cosas escritas, que para él eran ininteligibles, pero que el niño entendía, cosa que lo emocionaba. Y Tránsito dio consejos, y palmadas y besos. Y de noche , sin que nadie lo viera, abría el cuaderno para extasiarse con esos garabatos raros, pero que significaban cosas.
Y cada noche, se prometía que jamás fallaría, que dejaría la sangre, la vida, el aliento. Pero que siempre estaría.
Hasta aquella siesta de domingo.
Después de una reunión familiar, Tránsito, un poco envinado, se acostó a dormir con la risa arrastrada por el alcohol y las bromas soeces. El niño jugaba cándidamente en el patio, con una pelota. De repente, pareció pensar algo, y encaró para el dormitorio. Una vez allí, abrió la puerta, y sin más, le espetò a su padre la pregunta que lo acuciaba:" Papá....Usted sabe quién es el padre del más viejo del pueblo?".
Tránsito Carrasco hizo un esfuerzo para contestar. Se habìa dado cuenta, (y sintió un escalofrío), que su hijo no preguntaba algo común. No conocía, aquel niño, al más anciano de la población, ni le importaba. Su hijo se refería a algo más importante, algo delicado, algo referente a la vida misma, según intuía Tránsito.
Pero el alcohol pudo más. Sintiendo que su cabeza explotaba, Tránsito contestó un seco : "ahora no moleste, mocito. Deje dormir a su padre!".
Sorprendido, el niño quedó inmóvil un momento, luego se fue en silencio. Al rato, olvidado de todo, ya estaba jugando.
Pero Tránsito Carrasco quedó intranquilo. Dio vueltas en la cama. No pudo volver a dormir.
Treinta y ocho años, nueve meses, y siete días después, ya en su lecho de agonía, cabalgando la última fiebre, Tránsito Carrasco trataba, sin voz y con lágrimas que nadie podía explicar, de decirle a su hijo, cual era el origen del hombre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario