La producción de plástico no ha dejado de aumentar año tras año, situándose ya cerca de los 300 millones de toneladas anuales. Muchos de los envases de este material que utilizamos diariamente están destinados a un solo uso, lo que hace que se genere una gran cantidad de desechos. Aunque la mayor parte de ellos son incinerados o reciclados, demasiados acaban todavía en vías fluviales u océanos como consecuencia del drenaje urbano, el abandono deliberado de residuos, el vertido accidental de barcos o las aguas residuales. El informe de Greenpeace Un Mediterráneo lleno de plástico ofrece algunos datos preocupantes: entre el 60 y el 80% de los residuos marinos mundiales están constituidos por plásticos.
El Mediterráneo acumula una gran cantidad de plástico, lo que impacta de forma muy negativa en su biodiversidad, servicios ecosistémicos, sociales y visuales, además de en su valor económico. Según el estudio de la ONG ambientalista, la cuenca de este mar presenta una densidad media de plástico de 1 fragmento por cada 4 metros cuadrados, lo que es comparable a la acumulación de residuos plásticos en los “cinco giros subtropicales”, zonas de acumulación de residuos que se dan por ejemplo en el Pacífico.
En el informe se señala que las estimaciones indican que entre un 21% y un 54% de las partículas de microplásticos en el mundo --lo que equivale a entre el 5 y 10% de la masa global-- está en la cuenca del Mediterráneo. Los microplásticos, fruto de la fragmentación de plásticos grandes, se clasifican en primarios (aquellos que se crearon de ese tamaño) y secundarios (los que proceden de la descomposición de un trozo más grande).
Estrangulación de especies marinas
Algunos de los efectos de los microplásticos sobre las especies marinas, las que más sufren esta contaminación, son el enredo, la asfixia, la estrangulación y la malnutrición. Numerosos animales pueden confundir esas bolas microscópicas de plástico con alimento o sencillamente aspirarlas. Aunque sean los más afectados no son los únicos. También, las personas. Según una estimación recogida en el informe de Greenpeace, al menos 170 especies marinas vertebradas e invertebradas ingieren este tipo de desechos, lo que provoca que los compuestos tóxicos y químicos del plástico lleguen también a nuestros organismos.
Parece evidente que hace falta poner en marcha un plan de acción que aborde el tema. Greenpeace propone, en su informe, una serie de medidas a desarrollar por los gobiernos y las empresas de la región. En primer lugar, la asociación ecologista habla de establecer prohibiciones y restricciones legislativas a los microplásticos. Una propuesta en sintonía con las intenciones de la Comisión Europea, que está considerando la prohibición de estas micropartículas en cosméticos, como ya hicieran Francia, Reino Unido y Estados Unidos. El informe de la ONG hace hincapié en las “microesferas”, pequeños fragmentos de plástico presentes en pastas de dientes, geles, o cremas que terminan en el mar. El estudio también apuesta por otras medidas como incentivar económicamente el consumo responsable de plástico, aumentar la transparencia en el etiquetado y caminar hacia una cultura que deje atrás el “usar y tirar”.
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